‘Flight to quality’ (o cómo buscar refugio en la tormenta)
¿Qué explica que en 2008, mientras la economía de EE UU entraba en recesión y su mercado caía un 40% los inversionistas vieran a esta economía como refugio? Lo mismo que podría explicar, en parte, los resultados de las recientes elecciones presidenciales en Chile

En 2008 el mundo literalmente se caía pedazos: hacia el cierre de ese año el PIB global tuvo un recorte de dos puntos, para crecer un magro 1,7% desde el casi 5% del año previo. Los mercados, en tanto, registraron un derrumbe cercano a 40% borrando por completo el crecimiento de 20% del año anterior. La caída del gigante financiero mundial, Lehmann Brothers en septiembre 2008, marcó el punto más álgido de la crisis subprime, la misma que el mundo tardó cerca de tres años en recuperar su normalidad.
Pero en plena catástrofe y en un fenómeno que no se veía desde la crisis asiática de 1997, mientras los indicadores de riesgo llegaban a sus máximos históricos y los mercados no hacían más que anotar cada día un récord de pérdidas, ciertos indicadores como los bonos del tesoro de Estados Unidos, el oro y el dólar comenzaron a anotar, cada día, constantes máximos históricos.
Lo del metal es fácil de explicar. Desde que en el siglo XIX se fijó el Patrón Oro para darle un sentido al intercambio de bienes entre países, este sistema de equivalencia se mantuvo hasta poco después de la Segunda Guerra Mundial. Pero el hombre es un animal de costumbres, y antes cualquier duda en el mercado, recurría con devoción al oro como alternativa de refugio.
Para los bonos del tesoro de Estados Unidos (los ‘pagarés’ que emite un país para financiarse) y para el dólar, la explicación es más compleja. Es como en la película Tornados, donde los científicos corrían hacia la tormenta para huir de la tormenta. ¿Qué explica que, en 2008, mientras la economía de Estados Unidos entraba en recesión y su mercado caía un 40% los inversionistas vieran a esta economía como refugio? Lo mismo que podría explicar, en parte, los resultados de las recientes elecciones presidenciales en Chile.
Flight to quality es un concepto financiero que resonó con fuerza durante la crisis subprime e incluso con los últimos riesgos geopolíticos que ha enfrentado el mundo. Es el concepto donde los inversionistas deshacen posiciones riesgosas como acciones, activos inmobiliarios o divisas de baja liquidez para volver a los “fundamentales” y apostar por aquellas inversiones que, aunque puedan ser menos rentables, acotan el riesgo. Así, pese a que el epicentro de la crisis de 2008 era Estados Unidos, los inversionistas prefirieron este país ante la certeza que su economía no iba a colapsar y que el Gobierno no dejaría de pagar sus obligaciones (bonos) o que su moneda se devaluara. Sólo como referencia, en ese período la moneda estadounidense se apreció en Chile desde los $496 a los $649, un alza de 30%.

¿Y en la política? Estamos muy cerca aún del resultado para tener un análisis mesurado y profundo, pero podemos adelantar algunas tesis, por ejemplo: pese a que esta elección, en teoría, era en extremo polarizada, el bajo porcentaje de nulos y blancos (7% respecto del 15%-20% esperado) hace dudar respecto de si el votante medio evaluó o se identificó esta polaridad al momento de sufragar. En segundo término, pese a que se ha hablado mucho los últimos días respecto de la supuesta derechización del electorado a raíz del arrollador triunfo de Kast se sostiene poco si consideramos las últimas parlamentarias, donde ningún bloque tuvo una mayoría abrumadora, lo que obliga, en buena hora, a pactar entre las diversas coaliciones. Entonces, una explicación que podríamos aventurar es, justamente, flight to quality en, al menos dos aspectos.
Pese a no contar con una simpatía cerrada ni una aprobación personal mayoritaria, José Antonio Kast tuvo un cerrado triunfo (58% frente al 42% de Jara) pues logró articular un discurso, de cara a los electores, más “seguro” (quality) y concreto: “Gobierno de emergencia”, con tres ejes cerrados: seguridad, economía e inmigración. Sin complicaciones, sin lecturas muy elaboradas, tal como quedó de manifiesto en apariciones públicas o debates.
Y la adhesión que comenzó a sumar fue impulsada además por el ya conocido “sesgo de pertenencia” de la población y el impulso a votar (flight to) por la alternativa que se ve como la ganadora. Un voto, en este caso, emocional, que logró movilizar más que las promesas del progresismo y soluciones complejas o demasiado elaboradas, más aún siendo evaluada Jara como una continuadora de la actual administración.
Tal como en la crisis subprime, los votantes así como los inversionistas, apostaron por los “activos seguros”, aquellos conocidos y simples de explicar, sabiendo que esta apuesta los podría llevar al ojo del huracán pero, dentro de todo, un lugar —al menos— en expectativas más resguardado dentro de la actual oferta política del país.
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