Las campañas presidenciales al pizarrón: cuatro miradas a las principales candidaturas chilenas
Expertos en materia política analizan los mensajes, momentos y estrategias de Jara, Kast, Kaiser y Matthei


La campaña presidencial chilena para las elecciones del próximo domingo ha tenido altos y bajos. Aunque oficialmente arrancó en septiembre, hay aspirantes a La Moneda como el republicano José Antonio Kast o la abanderada de Chile Vamos, Evelyn Matthei, que llevan al menos un año trabajando para ser electos, con las ventajas y dificultades que eso implica. En EL PAÍS Chile invitamos a analistas a sacar al pizarrón la estrategia de las cuatro candidaturas mejor posicionadas en las encuestas, según los promedios conocidos previos a la veda que comienza 15 días antes de los comicios: Jeannette Jara, de la izquierda (28,5%); Kast, de la extrema derecha (19,9%), el libertario Johannes Kaiser (15,6%); y Matthei, de la derecha tradicional (14,1%).
Jara, la dificultad para marcar agenda
Por Carmen Le Foulon, académica de la Escuela de Gobierno de la Universidad Adolfo Ibáñez, UAI
Jeannette Jara, exministra del Trabajo del Gobierno de Gabriel Boric, inició su candidatura presidencial con un arrollador triunfo en la primaria oficialista, obteniendo más del 60% de los votos frente a Carolina Tohá, del Socialismo Democrático, también exministra de la actual Administración y con una extensa trayectoria política. Sin embargo, cometió errores en los inicios de su campaña. Uno de los más comentados ocurrió durante un foro presidencial, cuando negó que su programa incluyera la nacionalización del cobre; lo que días después debió rectificar. Tras ese episodio, se alejó temporalmente de los debates y regresó reforzando un estilo de campaña más controlado y enfocado en el contacto directo con la ciudadanía. Ha cultivado un estilo cercano y dialogante, resaltando su historia de vida y su papel en el acuerdo de la reforma previsional, así como logros como la Ley de 40 horas. Sin embargo, su campaña no ha logrado marcar la agenda, ni en los medios ni en redes sociales.
Aunque el Partido Comunista —del cual es militante desde su juventud— ahora se ha alineado con ella, la campaña estuvo marcada por tensiones cuando declaraciones de correligionarios la obligaron a dar explicaciones. En esas ocasiones se desmarcó, reiterando que no es la candidata del Partido Comunista, sino de una coalición amplia de centroizquierda, y que su eventual Gobierno sería “de todos los chilenos y chilenas”. Recientemente, incluso señaló que podría suspender o congelar su militancia si resulta electa.
Jara enfrenta la dificultad estructural de ser la candidata oficialista en un contexto de alta desaprobación del Gobierno. Aunque ha intentado distanciarse del presidente Boric -quien ha tenido un decidido protagonismo en la campaña-, sus niveles de apoyo en las encuestas se acercan a la aprobación del Ejecutivo. Si bien el bloque opositor la supera en conjunto, su división le permite llegar al 16 de noviembre con buenas opciones de pasar a segunda vuelta con la primera mayoría.
Kast, conexión con el malestar ciudadano
Por Jorge Selume, economista, académico y exdirector de la Secretaría de Comunicaciones del segundo Gobierno de Sebastián Piñera
José Antonio Kast lidera una estrategia defensiva que le ha permitido mantener la pole position gracias a cinco claves. Primero, la política como juego de contrastes. Entendió que toda elección presidencial es, en el fondo, un plebiscito sobre el Gobierno de turno. Por eso se ha esmerado en mantener vivo su rol de “contrincante de Boric”. En este contexto, cada crítica que recibe desde La Moneda vale oro en tiempos de voto obligatorio. Segundo, conectar con el malestar. Se “adueñó” del principal dolor ciudadano: la delincuencia. Nadie ha logrado disputarle ese espacio, tan rentable en términos mediáticos. ¿El resultado? Los primeros 10 minutos de los noticiarios le llevan agua a su molino. Tercero, un encuadre diferenciador. Kast leyó correctamente el eje sobre el cual se ordena esta elección: continuidad versus cambio. Esa narrativa no solo le permite diferenciarse del Gobierno, sino también de Matthei, cuyo equipo encarna la continuidad del piñerismo. El elector, al igual que el consumidor, tiende a preferir lo nuevo por sobre lo viejo. Cuarto, un concepto trabajador. Instalar la idea de un “Gobierno de Emergencia” fue un acierto. Le ha servido para ordenar sus filas y cerrar flancos, en especial respecto a los temas valóricos que tanto daño le causaron en el pasado. Y quinto, usar la energía del rival. El mejor ejemplo es la polémica por la reducción del gasto público. La discusión técnica sobre el cálculo es tema para un seminario, no para una campaña. En un escenario electoral donde predominan las emociones, los votantes premian la actitud y la voluntad de cambio, porque las leen como sinónimos de liderazgo. El equipo de Kast entendió bien esa lógica y dobló la apuesta. Por eso, con cada crítica que recibían desde Chile Vamos, celebraban en el comando republicano. Como dice el refrán, nadie sabe para quién trabaja.
¿En contra? Si se cumplen los pronósticos y Jara gana la primera vuelta, Kast quedará a unos ¿cinco o 10? puntos de distancia. Eso exigirá un giro estratégico: pasar de una lógica defensiva (de conservación) a una ofensiva (de conquista). Su comando deberá administrar la ansiedad que caracteriza a la derecha y, al mismo tiempo, negociar alianzas para alcanzar el 50+1. Tener como contrincante a una militante del PC ayudará a alinear voluntades, pero nunca conviene subestimar la capacidad de la derecha para autoboicotearse. El discurso que dé Kast la noche de la primera vuelta —y las declaraciones de los timoneles y excontrincantes de centroderecha— serán determinantes. La izquierda jugará a dividir, a enredar la madeja. Los republicanos, por su parte, deberán mostrar una capacidad de negociación que no tuvieron en el segundo proceso constituyente. El mes de la segunda vuelta será decisivo para saber si esas lecciones se aprendieron y si Kast y su círculo tienen la muñeca suficiente para gobernar entre los suyos antes de pretender hacerlo para los chilenos.
Kaiser, confrontación por sobre el respeto al oponente
Por Javier Sajuria, profesor de Ciencia Política en Queen Mary University of London y director de Espacio Público
La campaña de Johannes Kaiser ha mostrado su ubicación política entre los exponentes americanos de la ultraderecha, como Trump o Milei. Su estilo es estridente, desfachatado y con poco respeto a las formas tradicionales de la política. Kaiser valora la supuesta autenticidad y la confrontación por sobre el respeto al oponente y sus ideas. Lo suyo es “decir las cosas como son” aunque sin que quede claro si eso es una estrategia o una convicción. Su campaña es sobre un mundo de buenos y malos, de chilenos de bien y del resto. Como buen miembro de la ultraderecha, los malos son todos los grupos que le molestan: migrantes (a pesar de que él fue uno por años), minorías sexuales o mujeres.
Su campaña también ha sido forjada desde los espacios no tradicionales. Antes de ser diputado, Kaiser era un conocido youtuber del submundo que hoy denominaríamos como la manósfera, pero que entonces se conocía como la alt-right. Desde ahí ha montado una campaña que funciona a base de videos en redes sociales y una habilidad envidiable para explotar los algoritmos. Todos sus eventos, incluido uno reciente en la comuna de Maipú, con magra asistencia, son transmitidos en vivo por sus redes, pasando por el lado de los medios tradicionales. Esos mismos eventos suelen ser un desfile de representantes del fanatismo evangélico, el pinochetismo, y otros sectores que, hasta hace poco, se consideraban marginales y peligrosos.
A pocos días de la elección, pareciera estar ganando terreno, aunque es improbable que sea lo suficiente para pasar a segunda vuelta. Pero su candidatura ha sido funcional a su sector. Mientras Kast ha debido callar sus ideas sobre temas ideológicos y concentrarse en inmigración y crimen, Kaiser no teme en hablar de ideología de género o despotricar contra derechos reproductivos. Con ello, han armado la campaña perfecta para la ultraderecha: uno se muestra como potencial ganador y el otro – Kaiser – mantiene viva la adhesión de sus votantes más extremistas.
Matthei, atrapada entre dos fuegos
Por Stephanie Alenda, académica de la Universidad Andrés Bello y directora del núcleo Milenio sobre crisis políticas en América Latina
En el terreno programático, Evelyn Matthei tuvo dificultades para transmitir con claridad qué la distinguía de sus competidores y no logró construir una narrativa convincente en torno a una visión de país. Intentó proyectar la imagen de una candidata distante de los extremos ideológicos, pero la claridad de ese posicionamiento se vio afectada por un discurso contradictorio, tanto de ella como de su equipo de campaña.
En septiembre relanzó su campaña con un llamado a quienes habían respaldado el Rechazo en el plebiscito constitucional, e incorporó apoyos de partidos de centro: Amarillos por Chile y Demócratas. Buscó ampliar su base de apoyo más allá de su coalición tradicional y proyectar capacidad para tender puentes con sectores moderados, en un escenario político marcado por la polarización. El momento más complejo fue en abril, cuando justificó el golpe de Estado de 1973 al afirmar que en ese momento “no había otra” opción que la intervención militar, que “nos íbamos derechito a Cuba”, y agregó que “probablemente, al principio, en el 73, 74, era bien inevitable que hubiesen muertos, porque estábamos en una guerra civil”. La declaración generó un fuerte rechazo de distintos sectores, que interpretaron sus palabras como una relativización de las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la dictadura militar.
Su apoyo se ha ido erosionando a raíz de una serie de tropiezos acumulados: desde errores comunicacionales hasta reiterados cambios en el equipo, decisiones que pusieron en duda la coherencia del diseño estratégico y terminaron por desgastar a la candidata, afectando su imagen de gobernabilidad y moderación. El intento de ajustar la estrategia a medida que caía en las encuestas reforzó la percepción de improvisación. Tampoco logró sostener una diferenciación consistente frente a los contendores de una derecha radical. Así, perdió la oportunidad de consolidar un proyecto de centroderecha sólido, capaz de reivindicar con firmeza —y sin contradicciones— la herencia del piñerismo, tanto en su orientación ideológica como en su experiencia de gestión. En su lugar, proyectó una disonancia entre el tono moderado que buscaba transmitir y algunas declaraciones más afines a la derecha dura. El resultado fue una candidata atrapada entre dos fuegos. Las encuestas la sitúan en el tercer e incluso cuarto lugar, ante la posibilidad de ser superada por el candidato de extrema derecha, Johannes Kaiser. Algunos sondeos pronostican incluso un empate técnico entre los tres aspirantes de la derecha —Matthei, Kast y Kaiser—, configurando así un escenario todavía incierto.
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