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Los aliados extremos de Matthei complican su giro al centro

El generalísimo de la candidata de la derecha tradicional, Diego Paulsen, tilda a La Moneda de Boric como un “Gobierno de atorrantes”

Rocío Montes

Al menos desde la primaria de la izquierda de fines de junio, cuando la ganadora del bloque oficialista fue Jeannette Jara, militante PC, la candidata Evelyn Matthei y los partidos que la apoyan de la derecha tradicional tomaron la decisión de instalarse en la zona moderada de la política chilena. Era una decisión compleja: en medio de una elección presidencial polarizada —Jara por un lado y José Antonio Kast y Johannes Kaiser por la otra punta, la derecha—, Matthei debía apostar a quedarse en el medio, cuidando el tono del debate (algo complejo, considerando su carácter impulsivo y lo fáciles que le salen los garabatos), dejando a un lado la guerra en el barro de los otros candidatos —lo demostró en varios debates presidenciales, donde prefirió restarse de las polémicas— y presentarse ante el electorado, en definitiva, como la candidata de la estabilidad.

La apuesta, arriesgada, parecía la única posible: jugar al medio, pese a su personalidad alejada de la mesura clásica, marcando la diferencia con Jara y con la dupla K-K, en un momento en que en el país soplan vientos a favor de la polarización. Con altos y bajos, Matthei lo estaba logrando. Aunque evidentemente la estrategia del centrismo no le garantizaba pasar a segunda vuelta, al menos la mostraba como una carta presidencial con estrategia política y obediente con su carta de navegación. Pero entre medio ocurren determinados accidentes, como el sucedido este martes, cuando su generalísimo, el exdiputado Diego Paulsen (RN), catalogó a la Administración del presidente Gabriel Boric como “un Gobierno de atorrantes, que no ha sido capaz de entregar soluciones concretas”.

La candidata Matthei, que de acuerdo a algunas de las últimas encuestas está en cuarto lugar, sobrepasada por Kaiser —Studio Público, Feedback y Cadem—, respaldó a Paulsen, cuyo papel en el equipo de campaña no ha sido evidente, sobre todo desde la irrupción del empresario Juan Sutil y el senador Juan Antonio Coloma. “Yo respaldo totalmente a mi jefe de campaña, totalmente. El tema es que yo he prometido portarme como señorita”, aseguró Matthei, que en esta campaña presidencial 2025 se ha mostrado con una personalidad contenida. A ello se refiere cuando dice que ha prometido comportarse, aunque lo de señorita no dialogue fluidamente con la de una mujer que ha debido enfrentarse constantemente al mundo de los hombres, como dijo en el último debate este domingo.

La economista en abril indicó en una entrevista radial que era “inevitable que hubiesen muertos” luego del golpe de Estado, sobre todo entre 1973 y 1974, y recién se disculpó en agosto. Fue la primera valla a los votantes moderados que Matthei apostaba a conquistar. Ahora, a menos tres semanas de la primera vuelta, la candidata de Chile grande y unido respalda la expresión clasista de su generalísimo, en la línea de lo que se estila en esta campaña: lenguaje radical y poco medido para caracterizar al adversario político. En esta ocasión, seguramente Matthei no pedirá perdón, porque lo que intenta, luego de las malas noticias de las encuestas, apunta justamente a existir en el debate protagonizado por Jara, Kast y, cada vez en mayor medida, Kaiser.

Paulsen, en cuyo debut ya se había equivocado al decir que el adversario electoral de Matthei era Kast —lo que indignó a la derecha tradicional y sobre todo al empresariado— deja en evidencia la mayor debilidad de la campaña de la exdiputada, exsenadora, exministra de Sebastián Piñera (2010-2014,2018-2022) y exalcaldesa: la falta de dirección, que no se ha solucionado ni con Paulsen, por cierto, pero tampoco totalmente con la entrada de Sutil y Coloma, los salvadores de Chile Vamos. La campaña de la derecha tradicional, en cualquier caso, termina en forma coherente: sin directrices claras, como al comienzo. Matthei finaliza esta etapa de primera vuelta sin encontrar su lugar en un mapa compuesto por al menos dos fuerzas políticas que la sobrepasan por la derecha, un escenario distinto a lo que se observó desde la transición que ella protagonizó desde la oposición desde los años noventa.

Las esperanzas de quienes la apoyan se fundamentan en no creerle a las encuestas que la muestran cuarta, porque la carrera en la derecha estaría menos abierta, y por los electores de última hora que votarían responsablemente, como sucedió en los dos procesos constitucionales fallidos. Pero Matthei no le despeja el camino a los votantes moderados que no respaldarán a Jara pero a los que les cuesta sufragar por la derecha. Sobre todo si esta derecha, la que se supone moderna y no cavernaria, sigue mostrando que escribe, habla y piensa con términos de otro Chile.

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Sobre la firma

Rocío Montes
Es jefa de información de EL PAÍS en Chile. Empezó a trabajar en 2011 como corresponsal en Santiago. Especializada en información política, es coautora del libro 'La historia oculta de la década socialista', sobre los gobiernos de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. La Academia Chilena de la Lengua la ha premiado por su buen uso del castellano.
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