Competencia por la presidencia en Chile. Primera parte: las candidaturas de la derecha
Considerando lo que exige la campaña para poder obtener el máximo del apoyo electoral, es difícil anticipar el carácter que tendría un eventual gobierno de Kast, e incluso de Matthei

La derecha se prepara para enfrentar los comicios de noviembre con tres candidaturas a la presidencia: Evelyn Matthei, en representación de Chile Vamos, José Antonio Kast, por el Partido Republicano (PR) y Johannes Kaiser del Partido Nacional Libertario (PNL) entre los partidos de derecha y el posicionamiento de aquellos sectores más radicales, representados por el PR y el PSC. La tendencia a la fragmentación, que ha afectado a todo el sistema de partidos, ha facilitado el distanciamiento entre esas colectividades y el resto de quienes forman parte de Chile Vamos: Renovación Nacional (RN), la Unión Demócrata Independiente (UDI) y Evolución Política (Evópoli).
Por sobre las propuestas programáticas, en lo que más se ha evidenciado dicho distanciamiento es en el modo en que asumieron la oposición al actual gobierno. Mientras Chile Vamos tuvo una actitud dialogante con el oficialismo, los parlamentarios republicanos y socialcristianos optaron por el obstruccionismo y el rechazo a un conjunto de iniciativas y de temas que fueron más allá de los problemas de seguridad. Ni bajo los gobiernos de la Concertación parlamentarios de RN y la UDI mostraron tal disposición de colaboración, como con la actual administración. Por ende, en su condición de presidente de la UDI (2020-2024) el senador Javier Macaya recibió ácidas críticas de otros personeros de la derecha por promover el acercamiento, el diálogo y la aprobación de proyectos de ley presentados por el gobierno del presidente Boric. Distinta ha sido la actitud de los republicanos y socialcristianos que han mostrado un fuerte rechazo a dicho gobierno, manifestado desde que asumiera y, a su vez, con los dos procesos constituyentes llevados a cabo entre 2021 y diciembre de 2023.

Frente a los problemas de gestión, así como de definición de una agenda legislativa clara por el actual gobierno, al aumento de la sensación de inseguridad, las dificultades para la reactivación económica y el aumento del desempleo, han sido Kast y el PR quienes han canalizado el descontento que eso genera en amplios sectores de la población. Lo anterior se ha expresado en el posicionamiento alcanzado poco antes del inicio del segundo proceso constituyente, y en el respaldo ciudadano hacia Kast registrado en encuestas y estudios de opinión pública. Kast ha sido enfático en reiterar su agenda centrada en los problemas de inseguridad, derivados de la intervención del narcotráfico y la criminalidad organizada, al igual que en el control de la inmigración ilegal. Ambos problemas, agudizados en los cuatro últimos años, ya estuvieron presentes en el marco de la campaña presidencial de 2021, en la que el líder republicano obtuvo el primer lugar en los comicios realizados en noviembre de ese año --siendo derrotado por Gabriel Boric en la segunda vuelta de diciembre--. Ante el discurso categórico de crítica al actual gobierno, tanto de Kast como de Kayser, la posición de Matthei aparece un tanto tibia y muchas veces ambigua.
Matthei no ha sabido atraer al grueso del piñerismo, no obstante ser la candidata de Chile Vamos. Su campaña ha experimentado una serie de problemas de coordinación, que derivaron en un trasvasije del respaldo ciudadano, de parlamentarios y alcaldes pertenecientes a Chile Vamos, a favor de la candidatura de Kast. La campaña de Matthei no ha logrado vigorización ni fortaleza tras su notoria caída en las encuestas, pese al apoyo brindado por algunas figuras de la exConcertación, así como por dirigentes de Amarillo y Demócratas. No se visualiza en Chile Vamos un proyecto alternativo capaz de revertir la crisis que se remonta previo al estallido social, de octubre de 2019, ni propuestas que vayan más allá de administrar lo que ya existe en materia previsional, de educación, salud y de cuidado al medioambiente, reiterando además algo que resulta más efectivo en Kast: la delincuencia y la inmigración ilegal. Tampoco ha sabido llevar a cabo un adecuado diagnóstico de lo que ocurre en el país.

Por otra parte, no ha sido Kast el que ha reivindicado el legado de la dictadura y de la figura de Pinochet, ni mucho menos de relativizar el problema de las violaciones a los derechos humanos, ocurridas en ese período. Ha sido la propia Evelyn Matthei la que ha incurrido en ese tipo de desaciertos. Para poder crecer electoralmente, la derecha se tuvo que apartar de la figura de Pinochet, con Lavín como candidato y líder de ese sector a fines de los años noventa, e inicios de la década siguiente. Lo mismo se produjo antes de las dos victorias electorales de Sebastián Piñera. Por ende, la estrategia de Matthei y de su comando de atraer al votante duro de la derecha, ha sido a todas luces un grueso error.
Al calor de la campaña, ha sido Kaiser quien ha mostrado mayores grados de radicalización permitiendo que, en ocasiones, las posturas de Kast aparezcan moderadas y su figura adopte aires de estadista. Pese al débil desempeño de Kast en el debate televisivo del pasado 10 de septiembre, obtuvo logros importantes al influir en la renuncia de Francisco Vidal a la presidencia del directorio de Televisión Nacional (TVN), y al sacar a relucir los conflictos de interés de la vocera del comando de Jeannette Jara por su participación en directorios de empresas estatales.

Considerando lo que exige la campaña para poder obtener el máximo del apoyo electoral, es difícil anticipar el carácter que tendría un eventual gobierno de Kast, e incluso de Matthei --si es que esta logra remontar en las próximas semanas. Por tanto, no se reconocen solo diferencias importantes en la campaña. También podría haber modificaciones en el estilo de gestión, una vez asumido el gobierno, según el respaldo parlamentario --y también ciudadano-- con el que se cuente.
Cabe señalar que las demandas y factores que originaron el estallido no han sido resueltas, lo que obliga actuar con cierta cautela, independiente del signo del gobierno, para no provocar en lo inmediato crisis de gobernabilidad. Recordemos, asimismo, que Giorgia Meloni, la actual primera ministra italiana, llegó al gobierno --en octubre de 2022-- con un discurso mucho más radical --en especial de antiinmigración--, incluyendo demoledoras críticas a la Unión Europea, de lo que ha sido su gestión. Hasta el momento, su gobierno no ha sido desafiado por la ciudadanía, pese a restringir algunos derechos. Con ello, Meloni ha marcado una clara diferencia con el gobierno de extrema derecha de Viktor Orbán en Hungría, quien no ha trepidado en usar métodos autoritarios para controlar la prensa y a los partidos de la oposición, junto con desplegar un discurso abiertamente xenófobo.
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