Todd Hido, un rincón secreto entre la literatura y el cine
Un monográfico abre la puerta al universo del fotógrafo estadounidense. ‘Distancia íntima’ recorre 30 años de imágenes donde lo cotidiano se vuelve enigma
“Si quieres tomar una fotografía, no llames a la puerta de alguien para pedir permiso”, aconseja Todd Hido (Kent, Ohio, 1968), quien, en 2001, irrumpió con fuerza en el escenario de la fotografía internacional con House Hunting. Una colección de imágenes de casas suburbanas fotografiadas de noche mediante largas exposiciones. Formalmente rigurosas, aisladas en el encuadre, e iluminadas bien por luces interiores o la pálida luz de una farola, alteraban la visión de aquello que def...
“Si quieres tomar una fotografía, no llames a la puerta de alguien para pedir permiso”, aconseja Todd Hido (Kent, Ohio, 1968), quien, en 2001, irrumpió con fuerza en el escenario de la fotografía internacional con House Hunting. Una colección de imágenes de casas suburbanas fotografiadas de noche mediante largas exposiciones. Formalmente rigurosas, aisladas en el encuadre, e iluminadas bien por luces interiores o la pálida luz de una farola, alteraban la visión de aquello que definimos como hogar. “Rara vez los suburbios americanos habían parecido tan inquietantes o desolados“, apuntaba el crítico Andy Grundberg.
Desde entonces, la carrera de Hido no ha dejado de crecer, a lo largo calles anónimas, de carreteras secundarias y moteles desangelados. Todo ello en el transcurso de una búsqueda continuada, sin rumbo fijo, ni saber nombrar exactamente lo que busca, más allá de la intención de capturar una revelación de luz y forma, consciente de que uno puede ir tan lejos como quiera, pero sin conseguir escapar de sí mismo.
Su capacidad para observar el entorno cotidiano —a menudo a través del parabrisas de su coche—, y transformarlo en borrosos paisajes atemporales, cargados de misterio, belleza y un profundo peso emocional; para adentrarse en interiores descuidados que operan como retratos; y para detenerse en figuras solitarias, que, como sus naturalezas muertas, evocan ausencias y tensiones latentes, lo ha consolidado como una de las figuras más relevantes de la fotografía americana en los últimos años.
Distancia íntima recorre treinta años de la trayectoria del artista estadounidense, un periodo en el que a menudo ha trabajado en distintos conjuntos de imágenes autónomos, dando forma a una serie de fotolibros cuidadosamente editados, así como a libretos más experimentales y fanzines que exploran nuevos modos de organizar imágenes y articular narrativas. Conviene recordar que el autor atesora una colección de más de 6.000 libros de fotografía: una de sus fuentes referenciales más significativas.
La nueva publicación ofrece una versión revisada y ampliada de la que originalmente fue publicada, con el mismo título, por Aperture, en 2015. Muestra el desarrollo de la mirada fotográfica del autor, así como sus procesos de trabajo y, sobre todo, su capacidad de transformarse sin perder su singularidad. La imagen en blanco y negro de una distante figura, de pie frente a una piscina, #Untitled 31 (1991), es la encargada de adentrar al lector al cinemático universo de Hido. Tan idílica como amenazante, la fotografía está cargada de ambigüedad. Una característica que atraviesa el conjunto de la obra, liberando al espectador de cualquier atadura. Con este fin, el artista incorporará a sus imágenes los elementos necesarios para encender la atmósfera, de manera que cada mirada los descubra, los interprete y los haga suyos a su manera.
“A pesar del flujo de colores, a pesar de la densidad de la atmósfera. Hido hace uso de la economía de un minimalista”, observa David Campany en uno de los textos incluidos en la monografía. Así, la tensión entre lo esencial y lo atmosférico se convierte en otra de las claves de su lenguaje visual. De igual forma, el fotógrafo recurre a símbolos arraigados en el imaginario estadounidense que despoja de certezas, en busca de los matices emocionales que estos despiertan en el espectador. Situados entre la realidad y la ficción, ofrecen un espacio incompleto abierto a la interpretación.
Advierte el fotógrafo que dispara “como un documentalista e imprime como un pintor”. A veces, rocía el parabrisas de su coche con agua o echa glicerina sobre el cristal, una técnica que compara con cambiar de pincel. Así, la fotografía resultante combina partes más borrosas y otras más nítidas, una percepción tan confusa como la verdad que ofrece el propio medio fotográfico. Más que un registro de la realidad, se trata de una composición, “un modo de dar forma a un estado mental, en lugar de capturar un escenario real”, como explica Kayla Tylevich.
“Las imágenes de Hido funcionan como una ventana hipotética hacia las vidas de otros, pero al mismo tiempo son, inevitablemente, un profundo reflejo del propio artista”, escribe, Tylevich. Esa huella personal, enraizada en las reminiscencias de su infancia en Kent, se entrelaza con su interés por explorar aquello que Lewis Baltz definió en la fotografía como “un rincón profundo entre la literatura y el cine”. “A Hido le fascina habitar ese rincón”, advierte la escritora. “Sin guion o trama, ni un antes o después, presenta personajes, situaciones y espacios que, aunque abiertos a la interpretación personal, reflejan un punto de vista extraordinariamente preciso. Lo que solo puede ser una fotografía de Todd Hido también se presta a tantas interpretaciones como espectadores existen”.
En los últimos años, Hido ha incorporado la fotografía vernácula a sus proyectos, explorando con ella nuevas formas de secuenciación narrativa que apuntan a universalizar nuestras luchas y subrayar la humanidad que compartimos. Como ocurre en Nymph Daughters (2010) y Excerpts from Silver Meadows (2013) donde combina retratos, paisajes, fotografías personales y documentos antiguos, construyendo relatos múltiples o, según se mire, una sola historia contada desde ángulos diversos. Se trata de la propuesta más personal del artista, donde regresa a los paisajes urbanos de su infancia en Ohio.
Tras esta regresión, Hido, curiosamente, daría un paso hacia afuera y en Bright Black World (2018), se atrevió a quebrar una de sus propias reglas: trasladaría su obra fuera de Estados Unidos hasta escenarios remotos de Islandia, Noruega y Japón. Allí descubrió que sus viejos fantasmas lo seguían acompañando.
“Las fotografías avanzan hasta donde llegan las carreteras hechas por el hombre. Alcanzan el límite de los cables eléctricos, las huellas y los caminos transitados. Al final, la obsesión estética de Hido no es la huida, sino la conexión”, advierte Tylevich.
Distancia íntima. Todd Hido. Editorial RM. 320 páginas. 60 euros.