‘Jerusalén liberada’, de Torquato Tasso: la maestría melodramática que obsesionó a Cervantes, Stendhal y Baudelaire

El legendario poema épico sobre la Primera Cruzada ha sido una fuente inagotable de inspiración. La nueva traducción de José María Micó acerca este clásico al lector de nuestra época

'Rinaldo y Armida' (1628), obra de Nicolas Poussin inpsirada en dos de los personajes del poema épico de Torquato Tasso.Alamy / CORDON PRESS

Inspiró lo mismo a Baudelaire que a Byron, Stendhal se sentía “subyugado en cada octava real” y a Cervantes se le ha descrito con sus libros bajo el brazo: célebre ya en su época, la posteridad literaria de Torquato Tasso (Sorrento, 1544-Roma, 1595) representa uno de los casos más clamorosos de grande venerado por los grandes. Incluso si hacemos abstracción de sus reverberaciones —de Haendel a Delacroix— ...

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Inspiró lo mismo a Baudelaire que a Byron, Stendhal se sentía “subyugado en cada octava real” y a Cervantes se le ha descrito con sus libros bajo el brazo: célebre ya en su época, la posteridad literaria de Torquato Tasso (Sorrento, 1544-Roma, 1595) representa uno de los casos más clamorosos de grande venerado por los grandes. Incluso si hacemos abstracción de sus reverberaciones —de Haendel a Delacroix— en otras artes, es difícil no caer en el estupor al pensar en un poeta capaz de obsesionar a un Montaigne o a un Leopardi, y cuyo aliento todavía se ha de notar, como ha estudiado Javier del Prado, en Proust y aun en un Jean Lorrain.

La suerte de Tasso hijo entre los escritores, además, ha corrido pareja a su peso entre la crítica: la Jerusalén liberada ha sido siempre un parque de recreo para los especialistas en historia textual; la versión de Aminta de Juan de Jáuregui, alabada por Cervantes, pasa por ser una de las traducciones ejemplares de la lengua, y el conjunto de sus obras, en fin, representa de por sí un momento flector en la preceptiva literaria. Por si fuera poco, Tasso iba a mostrarse profético también en mezclar la vida con el arte, y así, “la proyección psicopática” de su figura, a decir de Joaquín Arce, ha contribuido también a asentar el mito de un artista de estro atormentado, amores imposibles y carácter melancólico.

Uno de los muchos méritos de la edición de José María Micó es precisamente devolver el mito de Tasso a una de las escasas épocas en las que parece ausente. En esencia un poema épico dedicado a la conquista de los Santos Lugares durante la Primera Cruzada, la misma Jerusalén liberada que, desde hace siglos, es motivo de regocijo para filólogos puntillosos, es también un portento dramático de gran intensidad que, por algún motivo, no ha llegado a la atención de nuestros contemporáneos: directores de cine, guionistas de series o guerreros culturales capaces de enardecerse con la lucha de las arme pietose contra el Mal, aquí encarnado en el infiel.

Poco extraña el ardor: en la Gerusalemme hay apariciones, profecías, bebedizos y encantamientos, camuflajes, magos ancianos, campesinos que en realidad son reyes, honey traps, criadas que nacieron princesas y algún día volverán a serlo, amor de esposos y amor di breve vista. La maestría melodramática es total: los buenos son humanos, yerran, riñen, se atolondran; los malos no son tan malos, y hasta Solimán se conmoverá y llorará con la muerte de un favorito: si aquí hay romanticismo, también hay piedad, y de ambos hontanares se nutrirá el Quijote. Esta nitidez de las individualidades explica en buena parte la pervivencia en los siglos del poema: Godofredo, Rinaldo, Tancredo, y también Clorinda, Herminia y Armida. Tasso, no en vano, tiene una mano extraordinaria para el personaje de la mujer fuerte, como la tiene para sacar partido melodramático de parejas, ya sean antagonistas o cómplices, amantes o guerreros.

Otra parte de la pervivencia de la Gerusalemme solo puede explicarse por la pura belleza de los versos, que nos llevan a un mundo desusado en el que poesía y acción ejercen juntas y, no obstante el propósito de fervor que alienta la obra, amor y melancolía aparecen como pasiones emancipadas: Tasso canta las gestas del siglo XI, pero desde el siglo XVI. Por eso también las reincidencias clásicas (“en parca mesa el huerto y los rebaños / me sirven alimentos no comprados”), que en algún momento emocionan: cómo no evocar, al leer “escon notturni e piani e per lo colle” al Virgilio del “ibant obscuri sola sub nocte per umbram”. La extática presentación de Arminda, uno de los pasajes más hermosos de la obra, es también un ramalazo de esta “graciosa paganía”.

En la Gerusalemme, Tasso tiene que cantar una gran empresa cuyo final es conocido, lo que le llevó a afrontar debates bien hodiernos sobre verdad y ficción, para finalmente defender la autonomía del poema como “quasi un piccolo mondo” y ofrecer “la verdad”, pero, eso sí, “aliñada en dulces versos”. Otras conformidades también le preocuparían: ante todo, una voluntad sincera de fidelidad (estamos en tiempos de Trento) a la doctrina católica, que finalmente se va a sustanciar en que la Jerusalén liberada se publique sin consentimiento del autor. El propio Tasso, con el tiempo, daría a la imprenta una Jerusalén conquistada que redundó tal vez en paz de su muy escrupulosa conciencia pero que resultó indiferente para la historia de la literatura.

La edición cuenta con no pocas misericordias bien útiles: índice de personajes y lugares, una sinopsis antes de cada uno de los veinte cantos y un perfecto acompasamiento tipográfico entre la versión española y el original italiano. En consonancia con el Tasso, la labor de Micó ha sido también épica (tras, por ejemplo, su Comedia) y de la mayor piedad para con el texto y con nosotros. No han faltado traducciones sabrosas y todavía legibles, como la de un misterioso Juan Sedeño, al poco de morir Tasso. Sin voluntad arcaizante, y concediéndose las mínimas libertades en materia de fidelidad textual, la de Micó es una traducción para el lector culto de nuestra época, acostumbrado a sus clásicos pero también a cómo estos resuenan en la poesía de las últimas décadas. Por voluntad de la aludida fidelidad textual, se ha prescindido de la rima salvo en los pareados finales de cada estrofa, una solución que mantiene la cadencia de las octavas y que no es ajena al oído del lector de poesía contemporánea. El resultado es tan sobresaliente como el empeño, y esta Jerusalén liberada merece honores de fondo de armario en la biblioteca familiar.

Jerusalén liberada

Torquato Tasso
Edición, notas y traducción de José María Micó
Acantilado, 2024
784 páginas. 49 euros


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