La literatura africana toma la palabra
La narrativa del continente vive una eclosión de voces con una musicalidad propia y una temática de fusión muy alejada del ombliguismo de Occidente
La brújula occidental que parecemos llevar incrustada en el cerebro nos ha hecho concentrarnos en la literatura norteamericana y europea, con el corazón abierto a las obras latinoamericanas desde que los maestros del boom abrieron esa puerta infinita. Pero algo grande está pasando en África de lo que conviene enterarse, una especie de huracán que trae voces ricas, una musicalidad especial y unas historias con un fondo de armario que nada tiene que ver con nuestro ombliguismo, con la autoficción que domina la literatura más cercana, y que vuela alto gracias a la diáspora, a las redes y a los cr...
La brújula occidental que parecemos llevar incrustada en el cerebro nos ha hecho concentrarnos en la literatura norteamericana y europea, con el corazón abierto a las obras latinoamericanas desde que los maestros del boom abrieron esa puerta infinita. Pero algo grande está pasando en África de lo que conviene enterarse, una especie de huracán que trae voces ricas, una musicalidad especial y unas historias con un fondo de armario que nada tiene que ver con nuestro ombliguismo, con la autoficción que domina la literatura más cercana, y que vuela alto gracias a la diáspora, a las redes y a los cruces y fusiones de historias y paisajes humanos muy, muy diversos.
El nobel de Literatura que recibió en 2021 Abdulrazak Gurnah ya puso en el mapa un universo tan crepuscular en lo que respecta a los imperios europeos como naciente en lo autóctono. Como un fruto sabroso que al fin se libera de su cáscara fea y con púas, los libros de Gurnah nos han descubierto las capas ocultas bajo el manto colonial, la vida que transcurría en Tanzania y los países del África Oriental y que no veían los británicos ni, por lo tanto, nosotros. Gurnah (nacido en Zanzíbar en 1948 y exiliado en Londres) fue el segundo galardonado del África negra después de Wole Soyinka (1986), sin contar los dos surafricanos blancos que lo recibieron: Nadine Gordimer y J.M. Coetzee. Es decir, 35 años después.
Él es hoy la expresión más visible de esas voces africanas que enfocan sus raíces en general desde la distancia, e iluminan la mezcla explosiva de realidades que dejaron atrás, la burla de las fuerzas coloniales, pero también el dolor por las autocracias o dictaduras que se establecieron con la independencia y, en esencia, la búsqueda de una identidad complicada en medio del escarnio, de las guerras ajenas que se instalaron en sus tierras y de las migraciones en todos los sentidos que forjaron su historia. Todo eso, más el papel de las mujeres como motores de unos cambios vertiginosos en sus culturas, aúna lo que podemos considerar una nueva tradición.
Son varios los que hoy pueden llenarnos las estanterías. Uno de los más brillantes es Abraham Verghese, un médico etíope nacido en 1955 de padres indios e instalado en California, donde ejerce y enseña Medicina en la Universidad de Stanford. Tanto su primer libro traducido, Hijos del ancho mundo, como el que ahora se publica, El pacto del agua, ambos en Salamandra, nos ponen en bandeja un vastísimo fresco familiar que va entrelazando sus vicisitudes desde la India hasta África sin olvidar el mundo británico y estadounidense. Gran literatura para conocer el mundo.
Ambos libros, especialmente el más reciente, constituyen una especie de Cien años de soledad en donde, en lugar del coronel Aureliano Buendía y toda su saga familiar, vamos a acompañar a personajes que se van cargando de su propia y ambiciosa mitología. Sus razones, sus problemas, sus muertes y destinos se convierten pronto en un territorio privado del lector en el que el amor, la entrega y la cura pondrán el lado más empático.
La historia de El pacto del agua nació cuando una sobrina de cinco años de Verghese, una pequeña estadounidense de origen etíope e indio, preguntó a su abuela cómo era la vida cuando tenía su edad. De aquellas respuestas surgió un relato -y sobre todo una geografía- que el autor toma como un personaje más para iluminarla con saltos generacionales que extienden la atención desde 1900 hasta casi lo contemporáneo. “Mis dos abuelas eran unas desconocidas para el mundo. Vivieron vidas pequeñas en la tierra y el hogar en el que se casaron, pero eran heroicas de una forma que el mundo raramente reconoce”, asegura el autor.
Retratar la vida más allá del imperio, enfocar su realidad con una mirada propia y desde el interior es la enorme aportación de estos autores. “El sello de la cultura británica es ineludible. Escribo en inglés y el inglés es mi primera lengua. Todos los que procedemos de la diáspora india tenemos ese conflicto, pero miremos más allá”, asegura Verghese. “Cada milla de ferrocarril que construyeron los británicos supuestamente para civilizar el imperio tenía como objetivo llevarse las mercancías. Las grandes instituciones y edificios británicos están construidos a partir del saqueo de nuestra tierra. La propia palabra loot (saqueo)… ¡es una palabra de origen hindi! Destruyeron telares de algodón para tejerlo en fábricas de Manchester y exportar prendas después ¡a la propia India!”
El escritor Verghese, también médico, reconoce que hay una diáspora de voces africanas que hoy llegan a los lectores al escribir en inglés y lamenta que muchos otros que escriben en otras lenguas no alcancen el mercado. “Yo ya soy americano -y estoy orgulloso de ello- nacido en África y de origen indio. Por ello no me siento de ninguna parte. Estoy cómodo en California, por un lado, pero también me siento como un outsider perenne, lo cual no es malo para ser un escritor: ves más”. Su mezcla, de hecho, le permite reconocer que el sistema de castas que atribuimos a la India y que en el país de sus padres es “más visible, estructurado y codificado” se reproduce también en Occidente. “El gran despertar de América, el movimiento Black Lives Matter, es el reconocimiento de cuánto importa el color de la piel en este sistema de castas, cuántos prejuicios escondidos nos rodean y afectan a la atención sanitaria, la salud o las oportunidades. El género también es otro sistema de castas en las sociedades más avanzadas”, reflexiona. Y de todo ese mundo ha nacido esa literatura propia que atraviesa continentes hasta hacerse universal. Su mundo es hermano del de Gurnah.
En una línea literaria completamente distinta, agarrada a la fábula y el sarcasmo, llega también una voz muy singular: NoViolet Bulawayo, zimbabuense nacida en 1981 e instalada en Michigan, se nutre del reino animal en una sátira muy poderosa para narrar la caída del viejo dictador Mugabe, encarnado en el personaje del Viejo Caballo ante un público de súbditos (asnos, cabras y otros animales capaces de darnos lecciones), que oscilan entre el miedo al régimen y la ansiedad por derrocarlo. Aquí se trata de reír y no llorar.
“Los animales nos dan lecciones. Son la tecnología más antigua con la que los humanos podemos explicarnos a nosotros mismos. Yo misma crecí con una abuela que nos contaba historias de animales y, para mí, recuperar esa herramienta y traerla a la actualidad ha sido importante”, cuenta Bulawayo. “Confío en que, durante la lectura, la gente olvide que está leyendo sobre animales por la humanidad de la que están dotados”. Gloria combina la fábula con la sátira y es que, “en el contraste, el humor es el motor que te permite engrasar la historia. En lugar de contar una historia depresiva y violenta es mejor ridiculizar, mostrar lo decepcionante que es la tiranía. El humor es una forma de resistencia para mí”
En esas fábulas de su abuela ella encuentra un sistema moral y unas lecciones que perduran de generación en generación y por ello utilizó este recurso para bordar la caída de un dictador sangriento. “Mugabe parecía el dueño mismo de Zimbabue. Siempre creímos que iba a morir en el poder, pero cuando lo depusieron me di cuenta de todas las emociones que implicaba, de que este episodio era mucho más grande que el propio Mugabe”. De ahí nació este libro en el que, más allá de su caída, aborda “la libertad de la gente que está en los márgenes e historias que nunca se cuentan”.
Mugabe era el presidente de su infancia, de su madre y de su abuela. “Su memoria sigue fijada en la idea misma de Zimbabue e incluso ahora su fantasma nos persigue aún. Aún se respira mugabismo y ese es el reto para las nuevas generaciones”.
Bulawayo logró irse en 1999 a Michigan a estudiar y reconoce que no miró atrás. Vivir y escribir lejos de sus raíces ha ido un reto difícil, cuenta. “Cuando me fui, a los 18 años, no era consciente del coste de mi marcha. Solo pensaba que me iba a vivir a EEUU. Pero cruzar fronteras no es una cosa simple, pasan muchas cosas. En mi ausencia nacieron algunos, murieron mayores de los que no me despedí, el país evoluciona sin ti y tú generas un cierto sentimiento de culpa si te va bien porque tu familia y muchso se han quedado atrás y sufren dificultades. Ser inmigrante es seguir adelante”.
La autora de Gloria reconoce que ha desarrollado una forma propia de escribir en la que el inglés es el camino y el idioma con el que ha fusionado su propia lengua nativa. “Yo pienso en mi idioma. Crear y escribir es algo muy íntimo y el inglés no me permite el espacio y la libertad de ser yo misma, así que tengo que mezclar las dos lenguas, escribir en inglés como un camino a mi lengua nativa. Es una cuestión de identidad”. Sin duda por ello, Gloria adquiere una musicalidad especial que reside en una sintaxis diferente, con reiteraciones en la expresión que aportan una cadencia propia. “Muchos olvidan que algunos vinimos al inglés a partir de la colonización”, asegura. Y es esa mezcla la que sorprende en su libro.
Bulawayo reconoce que esa mirada propia es solo una en una oleada de voces africanas muy diversas que al fin están logrando llegar a públicos regionales y a Occidente. Describe una infraestructura al fin potente que permite editar desde ciudades como Johannesburgo o Nairobi y un potencial de difusión gracias a las redes que antes no existía. Los autores ya no solo dependen de que alguien se fije en ellos en Occidente. La diáspora, sin embargo, sigue siendo el factor común de muchos de los que están logrando llegar a mercados occidentales: desde el propio Verghese a Chimamanda Ngozi Adichie, Gurnah o ella misma. “Es un momento prometedor para nuestra creatividad. Ahora no tenemos que preocuparnos de qué quiere Occidente que escribamos. La variedad es total”.
Su libro favorito entre todo lo que está brillando en su continente es The sex lives of African women, que recoge las entrevistas que la ghanesa Nana Garkoa Sekyiamah ha hecho a decenas de mujeres africanas y afrodescendientes en muchas partes del mundo y que refleja las carencias en la formación, los prejuicios y la ambición de una libertad negada tantas veces. “Cuando salió se le puso la etiqueta de sexual, y es un libro de no ficción que muestra la diversidad de temas que hay ahora mismo en el continente”, dice Bulawayo.
Su propio libro señala todos los defectos del poder masculino y otorga a las mujeres un papel de lucha por los desaparecidos en Zimbabue que no es casual. “El patriarcado coloca a los hombres al mando y el poder es violento y disruptivo en general. Creo que las mujeres ofrecen un modelo de poder alternativo”. Así es en Jidada, el reino imaginario de su libro.
El poder que ella ha otorgado a las mujeres en su libro es una constante en esta renovación literaria del continente. En La vida secreta de las esposas de Baba Segi, la nigeriana Lola Shoneyin convierte a un hombre polígamo no solo en el poderoso sujeto del dominio, el abastecimiento y la descendencia de cuatro mujeres con las que se ha ido casando, sino en el objeto de bufa y sátira. Esta novela (Libros del Baobab) es una pieza de humor que ataca desde la risa una institución tan machista, antigua y represora como es la poligamia. Puro ataque químico desde el interior del sistema. En la misma línea de convertir a las mujeres en protagonistas, aunque desde un género muy diferente, se sitúa la etíope Maaza Mengiste con El rey en la sombra (Galaxia Gutenberg). Ahí narraba el papel que asumieron las guerreras para hacer frente a las tropas de Mussolini. Guerra, colonialismo y lucha alberga también la mozambiqueña Lília Momplé en Neighbours (así titulado en la edición española, a cargo de Libros del Baobab).
De todos ellos sin duda es el nobel a Gurnah el que ha conseguido el foco internacional que faltaba a una literatura sembrada de las huellas del colonialismo, de guerras, tiranías, luchas a muerte y también la belleza de unas vidas desplazadas por otras más depredadoras. Su nuevo libro, El desertor (Salamandra, como Paraíso, A orillas del mar y La vida, después) enfoca una larga historia de amor mixto que le sirve de excusa para destapar la cruda realidad del racismo. En un extraordinario diálogo entre dos colonos blancos que debaten en 1899 sobre su papel en la zona, el más defensor del imperio pregunta al otro: “¿Cómo ves el nuevo siglo? ¿Acabaremos con los nativos y veremos este lugar convertido en una especie de América?” A lo que el segundo responde: “Con el tiempo veremos de un modo menos heroico lo que hemos hecho. Llegaremos a avergonzarnos de algunas de nuestras acciones”.
Puede que la vergüenza europea aún no esté escrita, pero el lamento y la reivindicación africana ya lo están.
El desertor
Traducción de Rita da Costa
Salamandra, 2023
336 páginas. 19,95 euros
El pacto del agua
Traducción de Eduardo Adrián Hojman Altieri
Salamandra, 2023
784 páginas. 22,80 euros
Gloria
Traducción de Sonia Tapia
AdN, 2023
432 páginas. 23,95 euros
La vida secreta de las esposas de Baba Segi
Traducción de Federico Vivanco
Libros de las Malas Compañías, 2022
288 páginas. 19,18 euros
Neighbours
Traducción de Alejandro de los Santos
Libros de las Malas Compañías, 2022
172 páginas. 18,23 euros
El rey en la sombra
Traducción de Inés Clavero y Montse Meneses Vilar
Galaxia Gutenberg, 2021
448 páginas. 24 euros
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