Una economía atada con alambre
La mejora económica en varios frentes como la reducción de la inflación, el superávit fiscal y la acumulación de reservas difícilmente se podrá sostener en el tiempo
En esta tierra santa nunca nos falta imaginación
Para arreglar la pava y fijar la cama con precisión.
Lo atamo’ con alambre, lo atamo’, lo atamo’ con alambre señor.
Ignacio Copani, “Lo atamo’ con alambre”
En Argentina hay una frase que utilizamos mucho y además nos caracteriza bastante bien, “atado con alambre”, que significa solucionar algo de una manera creativa y rápida, pero precaria y transitoria.
Esta frase se ajusta muy bien a la situación actual de la economía argentina ya que, como desarrollaremos a continuación, hay aspectos en los que muestra una innegable mejoría, pero que, cuando profundizamos en las causas que están por detrás, nos encontramos con que la mayoría no son sostenibles en el tiempo.
¿Cuáles son esos resultados positivos? En primer lugar, una caída importante de la inflación en los últimos meses. Si bien es cierto que la misma se había incrementado de manera significativa tras la fuerte devaluación que aplicó el gobierno ni bien asumió, a partir de eso se redujo a una gran velocidad, incluso superior a la proyectada por todas las consultoras del mercado.
El segundo aspecto económico para destacar fue el notable aumento de las reservas internacionales que logró acumular el Banco Central, por más de 15.300 millones de dólares. Durante el último año de la gestión anterior las reservas internacionales se habían reducido de manera dramática, haciendo muy endeble la posición de la autoridad monetaria para mantener la estabilidad cambiaria.
Precisamente por este motivo, otro aspecto positivo que puede mostrar el gobierno de Javier Milei es un dólar financiero sumamente estable (aumentó solo 5% desde el inicio de su gestión). Recordemos que, producto de las estrictas regulaciones a la compra de dólares que existen en la actualidad, en Argentina hay un tipo de cambio oficial -más barato- que se utilizan mayoritariamente para la liquidación de las exportaciones y para el pago de importaciones y de deudas en moneda extranjera, y un tipo de cambio financiero -más caro- para el resto de las transacciones. La brecha entre ambos había llegado a superar el 150% durante el gobierno del Frente de Todos y ahora se encuentra estable en torno al 20% desde hace varios meses.
Por último, el elemento positivo más importante para el gobierno, al punto de ser anunciado a través de una cadena nacional, fue el superávit fiscal que mostró consecutivamente en los tres primeros meses del año.
Ahora bien, como dijimos, el ruido aparece cuando indagamos en los motivos por detrás de esta mejoría. Arranquemos por la inflación, el dato más relevante para la ciudadanía. Cuando uno se fija las causas que explican la importante desaceleración del ritmo de inflación, se encuentra, primero que nada, con la fuerte recesión que está atravesando la economía. Las caídas en todos los sectores de la actividad económica -en algunos casos con valores similares a los de la pandemia- generó una importante acumulación de stocks sin vender (los cuales representan un costo para las empresas) que presionó a los precios a la baja. Sumado a lo anterior, el otro componente clave fue que el Banco Central prácticamente congeló el valor del tipo de cambio oficial (fijó un incremento del 2% mensual), lo cual funcionó como un ancla para traccionar a los precios a la baja.
El problema es que ninguno de estos dos factores se puede mantener en el tiempo. Sin ir más lejos, si bien todavía son pocos los indicadores vinculados con la actividad económica y el consumo que muestran un repunte, tanto las proyecciones del FMI como las de las distintas consultoras estiman que la recuperación comenzará en el segundo semestre, lo cual, le pondrá presión a los precios.
Por otro lado, el hecho de que el tipo de cambio haya aumentado todos los meses menos que la inflación implica que su valor se redujo en términos reales, es decir, se abarató sistemáticamente todos los meses, lo cual tampoco es sostenible en el tiempo. De mantenerse, tarde o temprano esto impulsará la demanda de divisas -tanto por el lado de las importaciones como por el lado de la compra de dólares para atesoramiento-, lo que podría desencadenar una nueva devaluación (con el consecuente impacto inflacionario).
Un tercer elemento que contribuyó a la menor inflación fue la mencionada estabilidad que se observó en el tipo de cambio financiero. El precio de este dólar es muy relevante porque es buen termómetro del mercado y sus expectativas de devaluación.
En este caso, hay dos regulaciones que son fundamentales para entender la estabilidad observada en este último tiempo. En primer lugar, el hecho de que las exportaciones se liquiden 80% al dólar oficial y el 20% restante al dólar financiero. El lógico incremento de estas exportaciones que se observó tras el fuerte aumento del 120% en el tipo de cambio no solo sirvió para fortalecer las reservas del Banco Central, sino también para mantener planchado el tipo de cambio financiero. ¿Pero alcanza solo con el 20% de lo liquidado? Sí, porque el volumen promedio operado en el mercado financiero es cuatro veces más pequeño que el del oficial, es decir, es solo un 25%.
Sumado a la mayor oferta generada por las exportaciones, la demanda de este mercado se encuentra restringida por una regulación “cruzada” que no permite a las empresas acceder a la compra de dólares financieros (por ejemplo, para dolarizar su ganancia), si en los 90 días previos compró dólares en el mercado oficial (utilizado para el pago de las importaciones).
El hecho de que Milei haya dejado estas restricciones refleja dos lecturas opuestas que, no obstante, son compatibles entre sí. La más crítica hace referencia a las frecuentes contradicciones que se observan entre su discurso extremo de libre mercado y lo que efectivamente hace; pero, por otro lado, esto también es una muestra de pragmatismo, algo que obviamente es necesario para gobernar.
Acumulación de reservas
Al margen de esas regulaciones, la estabilidad del dólar financiero también está explicada por la notable acumulación de reservas internacionales mencionada previamente, un elemento clave para fortalecer la capacidad del Banco Central de intervenir en el mercado cambiario. Acá jugó un papel importante el aumento de la oferta de divisas que provocó el salto cambiario, pero nuevamente aparecen otras dos regulaciones a la demanda que ayudaron a la autoridad monetaria a incrementar sus reservas.
En primer lugar, la estricta regulación sobre la compra de dólares para atesoramiento (establecida por el gobierno anterior), a la que se le sumó otra sobre las importaciones -establecida por esta gestión- que le impuso a las empresas un acceso “cuotificado” a la compra de dólares para importar (solamente podían adquirir el 25% del valor en el mercado oficial, el restante se postergaba para los próximos meses, generando una deuda entre el Banco Central y las empresas importadoras). Para fines de marzo, dicha deuda ascendía a 11.100 millones de dólares, con lo cual, se advierte que el 72% de las reservas que acumuló la autoridad monetaria se explican por la postergación de estos pagos.
Nos queda, por último, el logro más importante (desde la óptica de Milei): El superávit fiscal que mostró en estos cuatro primeros meses del año. Esto es clave porque el gobierno se fijó como meta sostenerlo hasta fin de año.
Para lograr dicho superávit, Milei aplicó lo que durante la campaña denominó la “motosierra”, un drástico ajuste sobre el gasto público superior al 30% (comparado contra el primer cuatrimestre del año anterior y descontando el efecto inflacionario).
El principal problema que se advierte en este caso es que casi el 40% de dicho ajuste lo explica la “licuación” del gasto asociado al pago de las jubilaciones, ya que en todos estos meses las mismas aumentaron muy por debajo de la elevada inflación, lo que se tradujo en una caída superior al 15% de su poder adquisitivo en lo que va del año. Por ese motivo, el gobierno decidió que a partir de ahora los haberes se van a actualizar todos los meses en función de la inflación, lo cual le va a poner un freno a la caída del poder adquisitivo de las jubilaciones, pero también al gasto público, siendo un obstáculo para la meta fiscal.
En suma, si bien en estos cinco meses de gestión el gobierno de Javier Milei ha mostrado una mejoría en varios frentes (reducción de la inflación, acumulación de reservas, estabilidad cambiaria y superávit fiscal), al examinar las causas que están por detrás nos encontramos con que difícilmente se puedan sostener en el tiempo.
En primer lugar, la dura recesión combinada con la caída del poder adquisitivo de los trabajadores y los jubilados está encontrando un piso y es muy probable que en los próximos meses se vea una recuperación, lo cual es un dato alentador para la sociedad, pero un problema para el gobierno, ya que le va a poner presión a la inflación y a la meta fiscal.
Asimismo, dicha recuperación de la actividad económica junto con el hecho de que el Banco Central deberá empezar a saldar su deuda con las empresas impulsará de manera significativa la demanda de dólares para importaciones en el mercado cambiario, haciendo que sea más difícil la acumulación de reservas.
Para que esto no lleve a un nuevo salto cambiario, el gobierno deberá fomentar el ingreso de dólares, ya sea a través de inversiones extranjeras o de financiamiento en los mercados internacionales. Cualquiera de estas dos opciones requiere que se eliminen todas las regulaciones cambiarias mencionadas anteriormente, lo cual también va a ser todo un desafío. ¿Podrá lograrlo?
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