El resurgir del águila: el memorando de Trump sobre el canal de Panamá
Las afirmaciones del republicano de que el canal “ha caído en manos chinas”, vigorosamente negadas tanto por Panamá como por Beijing, constituyen la justificación central para esta postura intervencionista

CNN y NBC News revelaron recientemente la existencia de un memorando presidencial que ordena al Pentágono preparar opciones militares específicas relacionadas con el canal de Panamá. Esta directriz oficial confirma que la retórica de Trump sobre “recuperar” esta vía acuática ha transitado del discurso político a instrucciones operativas concretas. Según funcionarios de defensa citados por ambas cadenas, el documento instruye explícitamente al secretario de Defensa a “proporcionar opciones militares creíbles para garantizar el acceso” al canal panameño y establece plazos para la presentación de planes de contingencia.
Este memorando presidencial representa el desafío más directo a la soberanía panameña desde la invasión de 1989. El documento invoca preocupaciones de seguridad nacional y autoriza al Departamento de Defensa a evaluar medidas que protejan los “intereses vitales estadounidenses” en relación con el canal.
“El canal es panameño y seguirá siendo panameño”, declaró el presidente José Raúl Mulino en respuesta a la afirmación previa de Trump de que “recuperaría el canal de Panamá” –una declaración pronunciada con la misma convicción que su promesa de “conseguir Groenlandia de un modo u otro”. Esta yuxtaposición revela una doctrina territorial coherente que conecta puntos estratégicos del norte y sur del hemisferio occidental, ahora formalizada en un documento presidencial vinculante según las revelaciones periodísticas.
Según detallan las fuentes consultadas por NBC, el memorando justifica sus directrices afirmando que “la posición de China en infraestructuras clave adyacentes al canal representa una amenaza a la seguridad nacional estadounidense”. CNN reporta que algunos analistas de inteligencia han expresado reservas sobre esta caracterización, señalando inconsistencias en la evaluación de amenazas. No obstante, el documento procede a ordenar la planificación militar basándose en estas premisas.
La reciente misión diplomática del secretario Rubio a Panamá —diseñada para suavizar tensiones— fracasó espectacularmente a pocas horas de su partida. La declaración unilateral del Departamento de Estado o de que “los buques del Gobierno de Estados Unidos pueden ahora transitar por el canal de Panamá sin pagar” provocó una inmediata reprimenda de la Autoridad del Canal, que afirmó no haber “realizado ajuste alguno” a su estructura de peajes. Esta contradicción pública transformó lo que pretendía ser un reinicio diplomático en un punto álgido de soberanía—particularmente notable considerando los modestos 25.4 millones en tarifas de tránsito militar estadounidense durante los últimos 25 años. La confirmación oficial más reciente de estas intenciones llegó cuando el Pentágono, aunque negó planes para aumentos permanentes de tropas, confirmó preparativos para “ejercicios militares conjuntos”. El portavoz John Ullyot enfatizó que estas actividades “implicarán el movimiento de tropas” y “fortalecerán nuestra excelente relación militar con Panamá”. Esta declaración invoca las disposiciones del Artículo IV de los Tratados Torrijos-Carter de 1977 para ejercicios militares conjuntos, intentando crear cobertura legal para actividades que, según las fuentes citadas por CNN, podrían servir como precedente para operaciones futuras.
Las persistentes afirmaciones de Trump de que el canal “ha caído en manos chinas” – vigorosamente negadas tanto por Panamá como por Beijing – constituyen la justificación central para esta postura intervencionista. Para los observadores latinoamericanos, la estrategia de Washington permite múltiples lecturas. La confusión de la administración entre puertos operados privadamente y el canal mismo podría sugerir una incomprensión básica de las realidades panameñas. Sin embargo, la sofisticación diplomática estadounidense sugiere otra interpretación: ambigüedad deliberada como herramienta negociadora.

La reciente adquisición anunciada por BlackRock de las terminales de Panama Ports Company en ambas entradas del canal —previamente operadas por una firma con sede en Hong Kong— ofrece a Trump una victoria simbólica sin alterar el statu quo. Este triunfo mediático, aunque lejos de una “recuperación” real del canal, satisface a su base política mientras mantiene poder de negociación en temas prioritarios como migración y narcotráfico.
La historia panameña añade un elemento particularmente sensible a esta ecuación. La firma de los Tratados Torrijos-Carter en 1977 representó la culminación de décadas de lucha nacionalista por recuperar la soberanía. Las manifestaciones estudiantiles de 1964, que dejaron 21 panameños y 4 estadounidenses muertos, se convirtieron en símbolos de esta aspiración nacional. Sugerir ahora una reversión de este proceso toca fibras extremadamente sensibles en la conciencia colectiva istmeña.
El momento no podría ser más delicado para las relaciones hemisféricas. México bajo Sheinbaum presagia una política exterior independiente, mientras Brasil bajo Lula busca reposicionarse como potencia regional. Chile, Colombia y Argentina atraviesan sus propias reconfiguraciones ideológicas y diplomáticas. En este contexto fragmentado, la capacidad latinoamericana para articular una respuesta regional cohesionada ante las ambiciones territoriales de Washington se ve significativamente mermada.
La dimensión geopolítica resulta ineludible. El renovado interés por el canal coincide con la creciente presencia china en la región, materializada en inversiones multimillonarias en infraestructura estratégica. Este pulso entre potencias coloca a países como Panamá en la incómoda posición de gestionar relaciones comerciales con Beijing mientras mantienen vínculos históricos de seguridad con Washington.
La conexión estratégica entre las ambiciones del canal y Groenlandia revela una doctrina que busca asegurar los puntos de entrada y salida del hemisferio americano. Este enorme territorio ártico, formalmente parte de Dinamarca pero con gobierno autónomo, representa para Estados Unidos una pieza clave en el tablero geopolítico del Ártico, región donde el deshielo abre nuevas rutas navegables y acceso a recursos minerales de valor incalculable.
Para académicos y diplomáticos de la región, este enfoque territorial revela una preocupante contradicción en la política exterior estadounidense. Washington ha condenado enérgicamente en el pasado la anexión rusa de Crimea y disputas territoriales en el Mar de China Meridional, posicionándose como defensor del orden internacional basado en reglas. Ahora, al cuestionar fronteras establecidas y acuerdos soberanos, socava los mismos principios que dice defender en otros contextos geopolíticos.
El memorando presidencial revelado por CNN y NBC—con sus instrucciones concretas para desarrollar opciones militares—marca un punto de inflexión significativo en la política estadounidense hacia Panamá. Mientras los planificadores del Pentágono evalúan estas directrices, la pregunta definitiva permanece: ¿Prevalecerán los compromisos del tratado y el respeto a la soberanía panameña o estamos presenciando los primeros movimientos de un tablero geopolítico donde el canal vuelve a ser pieza disputada, con consecuencias potencialmente profundas para toda la región y el mundo?
Nivia Rossana Castrellón Echeverría, ex vicecanciller de la República de Panamá.
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