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Alianza Lima tumba a Boca Juniors en la Copa Libertadores 59 años después

El dueño de la peor racha de partidos sin ganar en el torneo continental dejó fuera en la Bombonera al segundo club con más Copas Libertadores en la historia

Renzo Garcés de Alianza Lima celebra en el estadio La Bombonera en Buenos Aires (Argentina), el 25 de febrero 2025.
Renzo Garcés de Alianza Lima celebra en el estadio La Bombonera en Buenos Aires (Argentina), el 25 de febrero 2025.Juan Ignacio Roncoroni (EFE)
Renzo Gómez Vega

La última vez que Alianza Lima se había marchado victorioso de La Bombonera, ese estadio que según Romario es lo más cercano al infierno, había sido hace 59 años. Boca Juniors todavía no exhibía ninguna Copa Libertadores en sus vitrinas, Argentina desconocía lo que era delirar después de ganar una Copa del Mundo y Maradona estaba por empezar la primaria. Aquel 10 de marzo de 1966, un malabarista llamado Víctor Pitín Zegarra enmudeció el templo del mítico barrio de La Boca con un gol en blanco y negro que no está disponible en YouTube.

La noche del 25 de febrero de 2025, Alianza Lima saboreó por segunda vez el almíbar de marcharse ileso y triunfante. Perdió 2-1 en el partido, pero ganó en una tanda perfecta de penales, convirtiéndose en el primer equipo peruano que elimina a Boca Juniors en una instancia de Libertadores. El resultado es histórico porque el equipo enclavado en el distrito limeño de La Victoria padece una paradoja: es gigante en su país y diminuto en el continente. Es dueño de la mayoría de récords negativos en el torneo de clubes más competitivo de Sudamérica.

“Si Boca queda eliminado de la Libertadores por Alianza Lima yo nunca más estrimeo en mi vida”, decía Davoo Xeneize, un streamer argentino, que ahora deberá demostrar si tiene palabra. La Cobra, otro opinólogo de Internet, se derrumbó durante su transmisión cuando Alan Velasco falló el penal decisivo ante el boliviano Viscarra. Minutos después, en un derroche de elegancia, escribió en X: “Sin palabras, váyanse todos realmente a cagar”. En la televisión por cable, los relatores y comentaristas argentinos, quienes desde hace décadas se han apoderado de las ‘verdades’ del fútbol, ponían a prueba su profesionalismo. Algunos no fueron capaces de gritar el gol de cabeza de Hernán Barcos. Desde el palco, Juan Román Riquelme, el ídolo que se emborrachó de poder, estaba paralizado y vacío: había dejado su mate al costado.

En el último tiempo, Alianza Lima ha convivido con la dignidad y la deshonra. Estuvo a punto de descender a Segunda División en el 2020, pero resurgió y fue el bicampeón indiscutible del fútbol peruano en los dos años siguientes. En el 2023 perdió una final ante su archirrival, Universitario de Deportes, y en un acto patético, apagó las luces de su estadio para aguarles la fiesta. Pero a la vez, en ese mismo año rompió la maldición de sumar treinta partidos sin conocer el triunfo en la Copa Libertadores al derrotar a Libertad de Paraguay en Asunción. En este 2025 cortó la peor racha de partidos consecutivos sin ganar de un equipo como local en dicho torneo (veintiún encuentros) al superar a otro club paraguayo, el Nacional. Y ayer liquidó a Boca Juniors, con sus seis Copas Libertadores encima. Todo ha sucedido en este febrero inolvidable, resaltado desde ahora en el calendario.

En una épica futbolística se celebra la humildad del débil y se acusa de soberbia al poderoso. Y aunque mucho de eso existe, son papeles que se intercalan en una película infinita. En más de una ocasión, Alianza Lima se ha comportado como Boca Juniors en el torneo local. Es una lección que se desaprende con facilidad. Cruzar la línea del exitismo es más tentador que conservar la modestia. Los blanquiazules lo tendrán que recordar cuando enfrenten en la próxima llave al Deportes Iquique de Chile por el pase a la fase de grupos.

“Nadie creía en nosotros. Hemos hecho respetar al Perú y a Alianza Lima. Y digo el Perú, porque Alianza Lima es el Perú”, dijo el argentino Hernán Barcos, el delantero semicalvo de 40 años que se conmovió hasta el llanto en su lucha por cambiar la reputación de los blanquiazules en el continente. El partido ante Boca Juniors, además, fue la constatación del paso del tiempo. El gol que Edinson Cavani, el segundo máximo goleador de la selección uruguaya, se comió de pura torpeza en el área chica, a tres metros del arco. La imprecisión del bilbaíno Ander Herrera, quien hasta hace unos años asistía a Messi y a Mbappé en el Paris Saint Germain. La contracara es la dupla aliancista que suma 81 años: Barcos y Paolo Guerrero, el histórico ‘9′ de la selección peruana que ajustició al jovencito Brey desde los doce pasos.

En el banco, la batalla la ganó un provocador: Néstor Pipo Gorosito, un crack identificado con River Plate, que con sus declaraciones, su sonrisa pícara y sus rulos de cantante de cumbia desestabilizó a la hinchada ‘bostera’. “Es todo Biri Biri lo de la cancha”, dijo hace poco sobre La Bombonera, ese estadio de tres pisos que se asemeja a una avalancha humana. Al frente, Fernando Gago lució como un entrenador principiante, confundido entre sus manuales de táctica, que nunca supo cómo manejar un auto de lujo.

Mientras el fanático de Boca Juniors continuará preguntándose por qué su arquero Marchesín pidió que lo cambiaran en el último minuto para eludir la tanda de penales, el pueblo aliancista, entregado al éxtasis, se ha ganado el derecho de que lo respeten. Quedará en la conciencia de sus rivales si le bajan el precio a este salto de dignidad. Próximo a cumplir 85 años, Víctor ‘Pitín’ Zegarra, el autor del gol en 1966, gozó de la victoria desde la tribuna. La cábala funcionó, así como los rezos al Señor de los Milagros. Siempre hay una segunda vez. El equipo que apagó la luz, acaba de prenderla.


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Sobre la firma

Renzo Gómez Vega
Periodista y escritor. Ha escrito en los medios peruanos 'El Comercio', 'La República', el semanario 'Hildebrandt en sus Trece' y 'Salud con Lupa'. Fundador de la revista digital 'Sudor'.
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