Lentes, materos y muebles de desechos: así rueda el reciclaje en Venezuela
Desde jóvenes emprendedores que transforman basura en ideas hasta empresas que incentivan la separación de desechos pedalean por la sostenibilidad sin políticas públicos ni incentivos
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En una tarde cualquiera frente a TikTok, Gabriel Santana se convirtió en emprendedor. Un video mostraba a una persona metiendo tapas plásticas en una “licuadora” y obteniendo como resultado unos lentes. Él quiso repetir el experimento en Venezuela. Hizo pruebas caseras hasta que dio con una máquina de inyección de polipropileno y unos primeros moldes de maceta. Con dos amigos, la idea ya parecía emprendimiento. Era 2023, ya había pasado un año de esa tarde en la que el que algoritmo se convirtió en una revelación mientras acompañaba a su padre que atravesaba una enfermedad. A la primera, el matero salió bien. Después vinieron 60 errores hasta que el Taller Neo, donde transforman desechos en objetos de valor, se sumó a empujar la rueda del reciclaje en Venezuela. “Después de muchas veces de no lograrlo, lo logramos”, dice satisfecho.
Después de los materos logrados, vieron luz los lentes de sol, los bolsos con lona de camión, los tarjeteros hechos con pendones publicitarios, vasos cortados de las botellas de vino y hasta un prototipo de calzado. Más de dos toneladas de basura plástica han tenido una segunda vida desde entonces. Este año está pensando en muebles, escritorios, donde puedan reciclarse al menos 50 kilos de plásticos por pieza y así aumentar el impacto de su trabajo. “Cuando empezamos a hacer materos y los lentes, tuvimos mucha atención en las redes sociales. Si bien ya había muchas iniciativas de reciclaje en Venezuela, nuestra manera de comunicarlo ha ayudado un montón”.
Hasta hace unos años, Santana se dedicaba a la política. Su vocación la ha puesto pausa a la espera de mejores tiempos en Venezuela. Así ha construido una comunidad en redes sociales de 120.000 seguidores interesados en la sostenibilidad y ha hablado ante más de 3000 personas en las charlas educativas que dicta en colegios, empresas y comunidades que, en su opinión, son “una combinación de stand up comedy, motivación y reciclaje”.
En Taller Neo no recogen basura, sino que compran la materia prima, es decir, el plástico desechado ya procesado por empresas que ya se dedican a esto. “Para reciclar el plástico debe estar limpio, clasificado, triturado o peletizado”, explica. La rentabilidad del reciclaje, un proceso que requiere de un proceso industrial, es un desafío diario. “Mis lentes son más baratos que mi competencia internacional, pero en una economía tan golpeada como la venezolana yo no puedo competir con los lentes importados de China”, comenta Santana, que acaba de cumplir 30 años. “Además, aspiramos a ser una empresa triple impacto, pagar de manera digna mis proveedores y mejorar la vida de otros pequeños emprendedores”.
El lujo de reciclar
Los materos, las franelas hechas con hilo reciclado o los lentes han despertado el interés de empresas que lo han contratado para hacer regalos corporativos o material publicitario, pues la sostenibilidad se ha convertido en una tendencia y, gracias a eso, iniciativas ambientales como la de Santana, pueden sacar provecho. “Para mí la sostenibilidad pasa por la rentabilidad, es necesario que genere riqueza para quienes estén cerca, para que así la rueda del reciclaje siga girando”. Y en la falta de cultura del reciclaje en el país ve una “oportunidad de oro”. Pero el contexto es de complejidad.
En Venezuela, la basura se entierra o se pone en vertederos al aire libre sin control, que en algunos casos llegan a tener dimensiones visibles en imágenes satelitales. Se tira toda junta sin separar. No hay políticas para incentivar el reciclaje. La disposición final de los desechos sólidos es un gran problema en muchas comunidades que no cuentan con el servicio y por eso la queman o la echan a los ríos y al mar.
El Banco Interamericano de Desarrollo publicó un estudio en 2024 en el que reveló que Venezuela, para 2021, era el tercer país de la región con más generación de residuos per cápita: cada venezolano producía 527 kilos de basura por año. Otros datos ayudan a entender las dimensiones del problema que es difícil contener únicamente con reciclaje. El porcentaje de cobertura de los servicios de recolección no llega al 80% de lo que se genera. El mismo estudio apunta que, de los 14,8 millones de toneladas de residuos sólidos generadas al año (tomando en cuenta solamente la recolección municipal), al menos 523.000 toneladas se clasifican como plásticos y solo 2% reciclan. Con los lentes y materos que hace Santana, se evita que esas tapas y botellas de plástico abulten los vertederos.
Esto ocurre incluso cuando la industria de producción de plástica en el país está operando a baja capacidad, luego de la caída del PIB que ha vivido Venezuela en los últimos años, que ha llevado a una importación masiva de productos y, por supuesto, de plásticos. Esto es lo que se ve de la crisis, sin tocar el problema mayor de los microplásticos sobre los que científicos ya han advertido su presencia hasta en lo que comen los peces del Orinoco.
“Hay una sensación de soledad entre la gente que se interesa por separar la basura o reciclar materiales”, apunta Santana. “Las empresas que están reciclando plástico, cartón o vidrio hacen un trabajo bellísimo, pero el reciclar hoy en Venezuela es un lujo. Si tienes un punto de reciclaje cerca de tu casa eres un privilegiado. Para que esto se convierta de verdad en una oportunidad requiere de una política pública, municipal, regional, nacional. Esto no puede funcionar solo a punta de empresa privada y sin inversión y, sin mencionar lo que implica emprender en Venezuela sin capital”.
Buscar ejemplos de circularidad
Para Edgar Grossmann, disposición final no es igual a vertedero. Es transformar desechos de forma industrial para hacer nuevos productos. Desde hace 10 años, ha puesto a rodar la flota de camiones de su empresa logística para buscar plástico, vidrio, cartón, anime (unicel) y otros materiales depositados en decenas de puntos de recolección que ha desplegado por Caracas, A las afuera de la ciudad, en el enorme galpón de Multirecicla, se clasifican y se les posterga su final, pues son enviados a otras industrias que son capaces de transformarlos. “La fuerza de recuperación de desechos es mayor a la de disposición final. Hay empresas en Venezuela que tienen la capacidad de transformar residuos, pero están capa caída. Cuando nos metimos a reciclar residuos, no sabíamos en lo que nos estábamos metiendo”, comenta el empresario. Aun así ve un futuro en el reciclaje como negocio.
El camino solitario para el reciclaje también está lleno de obstáculos. Para que la decena de camiones que a diario recogen residuos en Caracas se muevan a una planta para su transformación, deben cruzar un estrecho callejón de permisos de las autoridades que vigilan con cierto celo este sector. En 2021, el Gobierno de Nicolás Maduro decretó materiales estratégicos los desechos ferrosos y no ferrosos, la chatarra naval, aeronáutica, eléctrica y electrónica, los residuos no metálicos, la fibra óptica y fibra secundaria y el papel y cartón en cualquier condición. La exportación de chatarra industrial se ha convertido en una fuente de ingresos fiscales en los años de mayor contracción económica y sanciones.
Convertir el reciclaje en una industria requiere de inversión y en Venezuela está limitado el crédito. Aunque por reputación algunas empresas han adoptado indicadores de sostenibilidad —en particular trasnacionales y las de mayor tamaño que se preocupan porque sus marcas no estén contaminando— no hay una obligación ni un incentivo para hacerlo. Grossmann cree que, si el sector privado dispusiera un presupuesto para este tema, se activaría otra palanca para el aprovechamiento de los desechos.
En medio de montañas de envases, cartones y botellas, Multirecicla está construyendo una escuela de reciclaje. La cerca perimetral del lugar está hecha con las tablillas de barricas de ron desechadas. La estructura es de contenedores reutilizados, los pisos y techos son de láminas hechas con el polialuminio del tetrapack que ha logrado transformar industrialmente. A través de un sistema de tuberías, recoge el agua de lluvia para abastecer toda la planta. Tiene pensado inaugurarla pronto. Sobre una montaña de botellas de cerveza color verde que no se pueden refundir en nuevas botellas, porque en Venezuela ya no se produce vidrio verde, Grossman habla de sus planes de moler el vidrio para fabricar filtros de agua sustituyendo la arena de sílice. “Cada vez que se pueda, hay que buscar un ejemplo de circularidad”, dice.