De Cali a Belém: el liderazgo de América Latina para transformar la agenda global
Hay un camino entre ambas ciudades ideado por la sociedad civil para que Gustavo Petro y Luiz Inácio Lula da Silva ejerzcan su liderazgo al enfrentar las urgencias de clima y biodiversidad
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Entre las ciudades de Cali y Belém do Pará hay más de 3.000 kilómetros de distancia y, justo en medio, la Amazonia. El trayecto es hermoso aunque lleno de peligros y paisajes impenetrables que requieren toda la atención de quien lo transite. Pero hay otro camino de Cali a Belém, uno que fue ideado por la sociedad civil, instando a los presidentes de Colombia, Gustavo Petro, y de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, a ejercer su liderazgo como referentes de las agendas multilaterales de biodiversidad y clima, con el objetivo de asegurar compromisos ambiciosos y una integración efectiva de ambos programas.
Esta ruta, que arrancó el año pasado en la cumbre de biodiversidad de Cali (COP16) y culminará este año en la cumbre climática de Belém (COP30), es tan compleja como vibrante. A lo largo de este camino, convergen una intensa participación política, el liderazgo de ciudades biodiversas, y el papel clave de la cultura, las finanzas y el comercio.
Los primeros pasos del recorrido han sido dados en la dirección correcta. La COP16 fortaleció la representación de pueblos indígenas y afrodescendientes, creó el Fondo de Cali para la distribución de los beneficios de la información genética e impulsó la integración de las agendas de clima y biodiversidad. Además, 124 de 196 países han actualizado sus compromisos de biodiversidad.
Con todo, el camino no ha estado libre de tropiezos. La COP16 no terminó en Cali, sino que tuvo una parada extra en Roma para la denominada COP16bis, donde se acordó un mecanismo financiero y una hoja de ruta para asegurar que los recursos comprometidos para revertir la pérdida de biodiversidad lleguen de manera efectiva a donde más se necesitan. Colombia jugó un rol clave en este avance, reforzando el liderazgo latinoamericano y del sur global.
Sin embargo, este logro es agridulce con la salida de Susana Muhamad como Ministra de Ambiente de Colombia, y su liderazgo será extrañado. En esta lista de vicisitudes, toca añadir que la estación de Bakú (COP29) tuvo un resultado decepcionante para el mundo en desarrollo en financiamiento climático, y ni siquiera hubo mención de las agendas de clima y biodiversidad.
Las señales de tránsito en esta senda son muy claras: la ciencia y la política pública internacional nos indican que para mantenernos por debajo de 1,5 °C y atacar la pérdida acelerada de la biodiversidad, debemos detener y revertir la deforestación y la degradación de ecosistemas, así como transformar las prácticas agrícolas, forestales, mineras, y otras prácticas productivas insostenibles.
Con 40 % de la biodiversidad mundial, un tercio del agua dulce y ecosistemas esenciales para la estabilidad climática global, Latinoamérica tiene tanto la oportunidad como la responsabilidad de liderar. ¿Las principales amenazas para ello? Deforestación, incendios, expansión agrícola, urbana y minera, y crímenes socioambientales.
Las luces que alumbran el final del camino son las señales políticas de la presidencia de la COP30 climática de Brasil. Primero, con el anuncio de su compromiso climático de reducción de emisiones en hasta 67 % a 2035. Segundo, el impulso al fondo para el financiamiento de los bosques tropicales, un mecanismo ideado para el sur global en el que gobiernos y sector privado contribuirán para financiar la conservación y restauración de bosques, demostrando la voluntad que no han manifestado las naciones industrializadas en los difíciles debates de financiamiento de los últimos meses.
Las sinergias entre las agendas de biodiversidad y clima son innegables, pero su integración solo funciona con acciones, como lo han hecho Colombia, con su plan de acción de biodiversidad, y Panamá, con el anuncio de alinear sus compromisos climáticos con los de biodiversidad y lucha contra la desertificación. Más aún, estas sinergias ofrecen oportunidades para las economías del mundo. Un ejemplo es Brasil, donde los esfuerzos nacionales para restaurar 12 millones de hectáreas a 2030 tienen el potencial de generar más de 2,5 millones de empleos al tiempo que benefician al sector agrícola.
Latinoamérica tiene los medios adecuados para llegar a la COP30 con un liderazgo claro: más acción, más ambición, más beneficios, más velocidad y menos atajos. Podemos y debemos asegurar la reducción de emisiones y también que la naturaleza sea un pilar de la ambición climática libre de greenwashing. Así mismo, debemos garantizar financiamiento justo e implementar salvaguardas sociales y ambientales, incluyendo el consentimiento previo e informado, los derechos territoriales, la protección de defensores ambientales y los beneficios para las comunidades, pueblos indígenas, agricultores, empresas, instituciones financieras y la biodiversidad.
Es momento de demostrar que nuestro liderazgo está en auge, no en crisis. Demos los pasos necesarios para cubrir el camino que ponga ese sello latinoamericano virtuoso a la COP30.