Aprender miskitu o quechua en Tik Tok, la reivindicación de los indígenas que enseñan sus lenguas
La aplicación es utilizada como una herramienta educativa para quienes buscan contribuir a la revitalización de sus idiomas
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René Tunqui no sabía bien qué era Tik Tok y no entendía las funcionalidades, hasta que un día, por curiosidad, decidió descargar la aplicación. El primer video que subió fue uno de la congresista de Cusco, Perú, Matilde Fernández, quien al ser juramentada en noviembre de 2020 respondió en quechua. Tunqui subió el video, lo tradujo y puso los subtítulos en español. Tuvo más de 600 mil reproducciones y empezó a ganar cientos de seguidores. Ahí, supo que Tik Tok era una herramienta que le serviría a su propósito: enseñar quechua.
Según la UNESCO, en el mundo se hablan alrededor de 7.000 idiomas de los cuales 6.700 son lenguas indígenas y el 40% corre el riesgo de desaparecer.
Así como Tunqui en Perú están Vidal Taylor en Nicaragua, Ana Lúcia Rossate en Brasil, Elías Ajata en Bolivia y Julio Hernández en México. Todos buscan a través de Tik Tok contribuir a la preservación de sus lenguas porque conservar su idioma, dicen, es conservar su cultura y su propia identidad. “Tengo la responsabilidad de difundir lo mío. Es aportar con un granito de arena a la difusión, a la revitalización del idioma quechua”, dice Tunqui, quien creció en Culli, una comunidad donde el 90% de la población es quechuahablante.
En México, el profesor Julio Hernández, comenzó a publicar videos en Tik Tok durante la pandemia para quienes quisieran aprender náhuatl, la lengua indígena más hablada en el país. Originario de Tlaxcala, descubrió Tik Tok viendo a sus sobrinos grabar videos y decidió que él haría contenido educativo. No es nativo hablante de náhuatl, lo aprendió en la universidad cuando estudió la Licenciatura en Enseñanza de Lenguas. Su bisabuela sí lo hablaba.
“Es de suma importancia no olvidar nuestras raíces, nuestra identidad. Venimos de los pueblos originarios, de estas tierras... Hay vasto conocimiento que no debe perderse. Esta lengua debe ser salvada”, dice Hernández, que ya cuenta con más de 170.000 seguidores.
Vocabulario básico
En aymara, pollo se dice chhilwi o chhiwchhi; huevo, k´awna o k´anwa y gallina, wallpa. Desde lo más básico hasta clases de gramática de aymara ofrece Elías Ajata, quien vive en El Alto, Bolivia. “Soy de la Nación Aymara, pues no me considero boliviano”, dice.
Trabaja en temas relacionados a la lingüística. Además de enseñar aymara, también trabaja en traducción. En su casa, dice, se habla aymara. “Se ha transmitido nuestro idioma a la siguiente generación. Nos comunicamos en el día a día con los amigos y usamos redes sociales para chatear y mensajear mayormente en aymara”, asegura.
Ajata quisiera que el “aymara vuelva a ocupar todas las funciones sociales” y por eso lo promueve. “La razón es fortalecer el idioma aymara, pero no solo eso, también es fortalecer a la Nación Aymara. El estatus de una lengua depende de la situación social, política, cultural y económica de sus hablantes”, asegura.
Al igual que él, Ana Lúcia Rossate conocida también como Anarandà, lucha para que nadie olvide que el guaraní existe. Hace contenido para YouTube, Instagram y Tik Tok. “Para mí ser guaraní es siempre estar luchando por nuestros derechos indígenas, rescatar nuestra historia, nuestra cultura, preservar nuestra lengua materna”, asegura esta joven originaria de Guapoy Amambai en el estado de Mato Grosso do Sul en Brasil. Anarandà estudia para ser gestora ambiental, es profesora y cantante.
Entre sus seguidores tiene indígenas de Paraguay, Brasil, Argentina, Bolivia, Chile, México. “Eso me alegra mucho porque puedo sentir que no estoy sola en el mundo, no soy solamente yo quien está hablando en guaraní, hay mucha gente”, asegura.
En Nicaragua, los miskitos son la comunidad indígena más grande y su mayoría se encuentran en el Caribe del país. Ahí vive Vidal Taylor, de 37 años, quien lleva ya algunos años tratando de promover su lengua, el miskitu. Originario de una comunidad llamada Karata le tocó irse a los 13 años para poder estudiar secundaria y la universidad porque en su comunidad solo había escuela primaria. Taylor se graduó en Contabilidad y Finanzas y ahora trabaja como consultor en temas de traducción, es fundador de una turoperadora comunitaria y creador de contenido para visibilizar su lengua.
“En mi casa y familia, mayormente se habla el miskitu ya los niños y niñas hablan más español. Es común escuchar hablar a personas adultas hablar el miskitu, pero ya en los y las adolescentes y niños y niñas no es común. Eso es un indicio de que poco a poco vamos perdiendo nuestra lengua”, afirma.
Hace contenido porque no quiere que su lengua muera, quiere que el mundo la conozca y sentir que hizo algo para aportar a ello. “No quiero que una gran cultura se pierda entre la historia porque los que vivimos en este tiempo de la vida se descuidó y enfocó sus intereses en otras cosas, sería como traición a la memoria y esfuerzos de mis ancestros”, reconoce.
En el Tik Tok de Taylor sus seguidores pueden aprender expresiones sencillas como Manra tinki (Gracias a tí), Anira sma? (¿Dónde estás?) o Uba pain (Genial). Pero además muestra parte de su cultura y gastronomía.
Las burlas en redes sociales
Elías Ajata cuenta que cuando empezó a crear contenido para redes sociales recibía comentarios discriminatorios. No es el único que lo ha experimentado. “Cuando comencé en Tik Tok, recibía comentarios negativos con críticas destructivas en muchas ocasiones esos comentarios me afectaron, en una ocasión dije ‘ya no puedo más’”, cuenta René Tunqui.
La discriminación por hablar una lengua indígena es real. En 2014 el Banco Mundial publicó un artículo donde aseguraba que en Perú “la discriminación es tan evidente que muchos quechua hablantes deciden no transmitir el idioma a sus descendientes por temor al rechazo o la burla”.
Por esa razón, Anarandà hace videos enseñando guaraní. “Para mí es muy importante enseñar guaraní para transformar el mundo, que a los jóvenes no les dé vergüenza hablar guaraní. Es importante saber preservar la cultura y mi origen”, dice.
“¿Tener vergüenza de hablar algo que es mío? ¿Tener miedo de hablar mi lengua materna, mi quechua? No, porque si así fuere estaría negando mi identidad, mi cultura, estaría negando a mis ancestros, mi origen”, asegura Tunqui. Y es que cuando muere una lengua, han insistido lingüistas y otros especialistas, no solo desaparecen las palabras, también muere una cultura, una forma de ver el mundo.