Elvira Espejo: “Nuestros ancestros fueron grandes científicos”
La directora del Museo Nacional de Etnografía y Folklore de Bolivia defiende la complementariedad entre la academia y las costumbres ancestrales para la agricultura y advierte que la calidad de la alimentación está bajando
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Uyway, uywaña y ñangareko. ¿Qué tienen en común estas tres palabras en lengua indígena? Que las tres significan crianza mutua en quechua, aymara y guaraní, respectivamente. Es un concepto que implica un cuidado de los animales y las plantas que, en reciprocidad, permitirá luego obtener alimentos o fibra para el vestido. Según Elvira Espejo, directora del Museo Nacional de Etnografía y Folklore de Bolivia (MUSEF), bajo este paradigma se puede aspirar a tener mejor tierra y mejor espacio, de manera equilibrada, como se dice en los Andes, que todo tiene vida y está conectado.
Este concepto fue el eje principal de la Reunión Anual de Etnología –organizado por el MUSEF– que, en su 36° edición, abordó esta temática para promover los sistemas alimentarios sostenibles desde las cosmovisiones locales. Espejo (Qaqachaka, provincia Avaroa, Oruro, 1981), que es artista plástica, tejedora y narradora oral, conversó con América Futura sobre la importancia, reflexión y estudio de la alimentación desde las comunidades y sus propias terminologías en lenguas originarias.
Pregunta. ¿Qué significa el concepto de ‘Crianza Mutua para la Vida’?
Respuesta. Para las comunidades indígenas significa mucho porque es un contenido que tiene varias entradas. Por ejemplo, el tema de criar y cuidar a los animales, a las plantas, a la tierra, en este caso a los bienes, que en realidad son las herencias culturales. Entonces en ese sentido, es un significado muy amplio, donde abordarán esa sensibilidad de cuidar, de tener afectividades, además de ser cuidado también. Las plantas nos cuidan porque nos alimentan y viene de esa sensibilidad de que, gracias a ellos, tienes una mejor vida, y por esa razón tu obligación es cuidar.
P. Hace una observación al término “domesticar”. ¿De dónde surge y por qué es necesario pensar diferente?
R. La academia siempre va a las terminologías griegas, esa es su fuente base, o si no va al latín. El hombre que domina es un concepto muy machista. Ese mismo lenguaje de los académicos se va traduciendo en nuestros territorios. Se habla de la domesticación de las plantas, de los animales a lo largo del tiempo, pero cuando nos referimos a la estructura lingüística, cambia la filosofía, cambia la epistemología en este caso. Entonces, cuando entramos en ese sentido, ya no es el hombre dominante, ya no hay ese egocentrismo, digamos del antropocentrismo, que está centrado en este caso en el individualismo del yo o el hombre, sino más bien cuando hablamos ya de la crianza mutua estructuralmente en términos lingüísticos, como uyway, uywaña o ñangareko, hay cierto equilibrio y autorreflexión que nos hace pensar, incluso, en cuidar.
P. ¿Por qué cree que es importante la complementariedad entre la academia y los usos y costumbres ancestrales para la preservación, por ejemplo, de los alimentos y sus formas de producción?
R. Creo que es muy importante. Parecería que la información que se divulga en los medios, parecería que los científicos lo resuelven, pero cuando uno excava estas experiencias en realidad fueron grandes científicos nuestros ancestros y ahí se puede ver, por ejemplo, un caso que a mí me impresiona y me impacta, cómo de una espiga que era maíz se ha convertido una mazorca. En ese sentido, vale la pena esta complementariedad para un registro más amplio y además yo diría reconocer a las maestras y a los maestros que han pasado esta información de generación en generación. Eso no es una fuente de la academia, ni de la universidad, muchos casos en la agricultura son bajo los lenguajes de cómo el abuelo o el padre ha transmitido la experiencia. Me parece importante ese equilibrio de ambas partes, entre la academia y los usos y costumbres ancestrales, porque yo como académico puedo ser un buen redactor, pero no tengo la experiencia de la praxis y en muchos casos pasa eso y hay vacíos grandes como esto de la domesticación, y eso es lo que nos está realmente llamando la atención, porque simplemente es un académico de un escritorio donde yo escribo bajo los términos lingüísticos o fuentes académicas que no concuerdan con la zona.
P. ¿Por qué es importante el trabajo de investigación de la genealogía de alimentos como la papa o la quinua, de las técnicas ancestrales, de cultivo, acopio y transformación de estos productos?
R. El cambio climático, por supuesto, nos obliga a ciertas modificaciones y estas modificaciones en las comunidades son automáticas. De eso hay que estar seguro. Ellos conocen de la praxis y además ellos están viendo desde el tema de la biodiversidad cómo se dan las señales en este caso. Por ejemplo, cuando florece una flor silvestre que te señala cuándo debes sembrar. No es como las fechas, que dan en cierta precisión, sino cómo los bioindicadores te dan estas recetas y creo que estas lecturas todavía no forman parte de la academia, por ejemplo, el tema de la lectura del olor, del sabor, de las texturas que los maestros han cultivado a lo largo del tiempo y creo que eso obliga un poco a que nosotros veamos frente a estos cambios climáticos cómo hacer una alianza con las comunidades y no tener este problema. En términos genéticos, es importante el tema de la biología, el tema molecular de los genes de nuestras semillas y entender estas dinámicas incluso de quiénes son sus parientes y cómo esto nos hace un despliegue para que podamos pensar más adelante en un banco que pueda ayudar en las comunidades, porque también se está depredando. Es muy importante esa autorreflexión de poder conocer esa diversidad de las semillas, tanto de los granos como de los tubérculos.
P. Ante la implementación de semillas y alimentos transgénicos, los monocultivos, además de esta lógica extractivista e industrializada de la producción alimenticia, ¿cuál diría que es la importancia de la dinámica de cuidados máximos para obtener un buen producto?
R. Frente a la situación de los monocultivos y semillas transgénicas que están dejando territorios desiertos, creo que hay que conocer la biodiversidad desde lo arqueológico, lo histórico e incluso en la actualidad en términos dinámicos, qué tanto conocemos nuestros productos. No hay que olvidar que este tema del consumo masivo que viene con la pantalla de la televisión y la información generó estos problemas de blanquearnos, imitar a los extranjeros y, sin darnos cuenta, nosotros estamos cayendo en el error de no consumir, sino más bien exportar. Lo mejor exportas e importas lo peor. Vale la pena esta autorreflexión que nos ayude un poco a cuestionarnos, cómo nos alimentamos y qué conocemos de la biodiversidad, de la alimentación del territorio, de la región, del país, de Latinoamérica y creo que así sucesivamente del mundo, y entender realmente cómo viaja a lo largo del tiempo y tomar conciencia en términos de que no caigamos en ese error de consumo por consumir, que también es un daño tremendo, como digo, sin responsabilidad.
P. Estamos en un momento en el que la escasez de agua, debido a factores como el calentamiento global, está comenzando a afectar a regiones y a la producción de alimentos. En situaciones como estas, “superalimentos” como la quinua o la cañahua tienen esta característica de adaptabilidad. ¿Cuál es la importancia de poder sostener y rescatar este tipo de cultivos de cara una posible crisis global?
R. Creo que es muy importante conocer la diversidad. En el caso del grano de oro, que es la quinua, esta diversidad tiene que ser una fortaleza para la región o para la comunidad, porque ahorita con el tema del mercado todo es extraerla. Entonces, la mayor parte, por ejemplo, de los cultivos están para la exportación. Creo que en términos de información también tenemos que tener esa conciencia interna de que las comunidades puedan consumir y no caer en esa trampa de yo vendo mi quinua y luego me compro arroz y fideo. Ahí te das cuenta que en realidad la calidad de la alimentación está bajando y vamos a tener problemas más adelante. Hay muchos tubérculos, cereales o granos que vale la pena verlos, y creo que eso nos puede ayudar un poco a entender la gran diversidad de nuestros productos desde la biodiversidad o también desde la genealogía y la biología, cómo se va mutando de un territorio a otro territorio, de un espacio a otro espacio en términos de temperatura. Me parece súper importante y creo que hay que fortalecer estas informaciones, ya sea en las comunidades, en colegios y escuelas.