Jorge Lizarazo: el Midas del diseño y el tejido
Con Hechizoo, marca de piezas únicas hechas a mano por artesanos colombianos, este arquitecto ha llegado a la cima del mercado del diseño de alta gama en el mundo. Hace pocas semanas obtuvo el premio a la Mejor Obra Contemporánea en el marco de Art Basel Miami

Es muy edificante oír hablar a Jorge Lizarazo siempre en la primera persona del plural: nosotros. Es como si no quisiera subvalorar por nada del mundo el hecho de que su taller, Hechizoo, esté compuesto por artesanos de las más diversas comunidades indígenas y campesinas, y que todo su equipo es primordial para crear las piezas únicas e irrepetibles que él imagina, diseña, teje y supervisa, y que hoy forman parte de la más avanzada de las vanguardias en el arte: la del diseño coleccionable, capaz de cruzar fronteras y encontrar un lenguaje autóctono pero universal.
Las culturas ancestrales, las vanguardias del siglo XX, los viajes, las relaciones entre paisaje y arquitectura, imaginación y estética, son todas fuentes de inspiración para Lizarazo, que lleva más de 25 años tejiendo. Cuando empezó su taller en una casa del barrio 20 de Julio, en el sur de Bogotá, lo hizo con cuatro personas y tejían con seis materiales (fique, palma de cumare, cobre, estaño, acero inoxidable y bejuco yaré).
Hoy en día cada uno de los 70 integrantes de Hechizoo es un especialista en su oficio e imprime identidad y pertenencia en cada pieza. Dentro de ellos se destaca Édgar, el jefe de tapices, que supervisa los procesos finales de cada pieza, pero todos son importantes, más ahora que se trabaja con más de 2.500 elementos, entre fibras naturales, hilos metálicos, maderas, cristales y cueros. “Ahora estoy experimentando con una lana proveniente de rebaños en las Islas Maldivas, que es excepcionalmente blanca, natural, brillante, y con mucha definición para hilar”.
Se nota que Lizarazo, de 57 años, disfruta mucho más de estas conversaciones sobre técnicas y materiales que las referentes a premios o famosos que hayan comprado sus piezas. Para quienes son ajenos a este mundo del arte y el diseño, su fama está relacionada con figurar en la prensa como el colombiano a quien Brad Pitt le compró un tapete. Pero para Hechizoo resulta mucho más importante mencionar que fue el arquitecto Peter Marino, creador de las tiendas de marcas de alta costura como Chanel, Dior o Fendi, quien les abrió las puertas al mercado del diseño de alta gama o high-end hace más de dos décadas, y que gracias a sus actuales representantes (Cristina Grajales, en NYC; Nilufar, en Milán; y Hadi Maktabi, en Medio Oriente) es que han logrado exponer en la Trienal de Diseño de Nueva York, y luego hacer parte de la colección permanente del Museo Nacional de Diseño Cooper Hewitt, de esa misma ciudad, o exponer en Milán, la meca del diseño. “Cuando caminas por la famosa Via della Spiga y ves tus piezas, dices: ‘Algo tenemos que estar haciendo bien”.

Por eso no lo desvela el concepto crítico de la apropiación cultural: “Ni lo entiendo, ni sé para qué sirve. En Hechizoo trabajamos con diferentes comunidades sobre la base de la más delicada de las éticas”, dice por teléfono, desde un taxi, mientras intenta atravesar el puente de Brooklyn para llegar a instalar a tiempo un tapete en Manhattan, en la casa de uno de sus “súper clientes”, como llama él a las prestantes personalidades de muy discreto perfil que compran sus obras de arte, las cuales van desde alfombras y tapicería hasta mallas arquitectónicas y tapices, todas hechas a la medida y adaptables a las necesidades de sus clientes.
Cada obra de arte creada por Lizarazo parece respirar de maneras infinitas, según la luz del día o la naturaleza de sus fibras. Son, a la vez, objetos de decoración y diseño único. Para el artista no es un problema que las grandes marcas busquen en el artesanado una manera de acercarse a lo ancestral o de rendir homenajes a otras culturas, como la japonesa, la marroquí o la precolombina. “Pero la creatividad personal y lo artesanal dan como fruto algo más que decoración o moda cuando hay un diálogo profundo y un trabajo verdaderamente mancomunado”.
Lizarazo no distingue entre alta cultura y cultura popular. Y aunque lo artesanal obedezca más a una tradición colectiva, mientras que lo artístico es producto de un ejercicio más personal e íntimo, el diseñador asegura que ninguno de los dos anula al otro, aunque exista en medio una línea muy delgada. “Nuestros artesanos trabajan con la misma concentración con la que se escribe un poema: sin apuros, con respeto, con la mirada atenta, sosteniendo cada herramienta como algo preciado, porque saben que no están solo construyendo un objeto, sino dejando en él su historia, su tiempo y su memoria”.
Arquitecto de profesión y oriundo de Armenia, después de graduarse de Los Andes, Lizarazo se fue a Francia. Allí tuvo el honor de trabajar con Santiago Calatrava y con Massimiliano Fuksas. Su formación como arquitecto lo llevó a pensar en el arte como algo habitable y es gracias a esa suerte de mestizaje entre tres mundos (el artesanal, el artístico y el arquitectónico) que su taller Hechizoo ganó hace pocas semanas el premio de Design Miami a la mejor obra contemporánea en el marco de Art Basel Miami, con su trabajo Japan Sunrise, un tapiz que evoca la luz cambiante del amanecer sobre un océano calmo y un cielo de nubes sutiles que el propio Lizarazo presenció en uno de sus tantos viajes a Japón, y el cual hace parte de una puesta en escena compuesta por otras piezas, como una suerte de mesas tejidas que asemejan las capas de corteza de un tronco, así como de una colección colgante de peces tejidos en metal, entre otros. El valor de la muestra no se debe solamente a su belleza, más que poética, sino también a la maestría que conlleva una creación como ésta, y a la peculiar y mágica manera que tiene Jorge Lizarazo de poner a conversar la luz con la materia y el espacio para que lo rígido se convierta en ondulante y lo efímero en perdurable. Como el rey Midas, todo lo que teje este artista es oro.
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