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Alejandro Crocker: el diseñador de modas que transforma el desperdicio textil en historias de cambio

Este venezolano, coleccionista de bordados y textiles antiguos, llegó a Colombia hace 13 años sin imaginar que aquí encontraría no solo un hogar, sino una misión que cambiaría su vida y la de muchos otros. Hoy es un referente indiscutible de la moda circular en el país y pionero en la sostenibilidad con impacto social

Alejandro Crocker en su taller.
Alejandro Crocker, en una fotografía de archivo.CORTESÍA

Antes de establecerse en Colombia, Alejandro Crocker (Caracas, 48 años) vivía entre Nueva York y Miami, y estaba dedicado a la dirección de arte. Pero un proyecto puntual en Bogotá lo trajo a nuestro país y lo llevó a enamorarse del barrio La Candelaria, donde se instaló e inauguró su emblemática Casa Azul, en 2011. Allí exhibía piezas únicas que hablaban de su pasión por el arte, su experticia en la restauración de tejidos antiguos y su deseo de llevar su colección más allá. Fue en este espacio en el que comenzó a gestarse su red de trabajo y su compromiso con Colombia por medio de la moda como herramienta de cambio.

Mucho antes de venir al país había comenzado a explorar la posibilidad de transformar el desperdicio textil en algo valioso. Y aunque durante años desarrolló diversos proyectos con esta visión, solo materializó su idea hace seis, cuando creó Alejandro Crocker: lujo consciente + reciclaje creativo, una marca en la cual la creatividad y la responsabilidad ambiental se unen para rendir homenaje a la belleza de lo imperfecto.

Su nombre ya era un referente de la moda circular en el país en 2021, pero para él no era suficiente. Sabía que la moda sostenible no podía existir sin un impacto social real, por lo que comenzó una misión que ha transformado vidas en comunidades vulnerables de Colombia. “Buscamos crear comunidad, unión y lazos utilizando el arte y la creatividad como medio”, explica.

Hoy combina el trabajo comercial de su marca de alta moda con su proyecto social, en el que, con su acompañamiento, grupos de diferentes procedencias y con futuros inciertos han encontrado en pedazos de tela, prendas usadas y rotas, uniformes desgastados y mochilas viejas la posibilidad de contar historias dando vida a piezas nuevas. Desde el Barrio Santa Fe, en Bogotá, donde colabora con personas trans, hasta cárceles como La Modelo y La Picaleña (Ibagué), en las que reúne a personas privadas de la libertad, su enfoque ha sido transmitir conocimiento y brindar herramientas para emprender, generando esperanza y oportunidades donde antes había carencias.

Crocker ha trabajado también con mujeres en fundaciones en Cali, con migrantes venezolanos y comunidades enteras en Santa Marta e Ibagué, enseñándoles no solo manufactura y diseño, sino historia de la moda y pensamiento creativo. Sus talleres invitan a soñar, a ver el desperdicio como un recurso y a construir un futuro con propósito. Al final, él nunca camina solo: sus proyectos incluyen a sus alumnos y también a otros artistas, diseñadores y creadores.

Su alianza con la Agencia Alemana para la Cooperación Internacional (GIZ) le ha valido reconocimientos internacionales –incluyendo el premio al Mejor Proyecto fuera de Alemania– y su colaboración con el Parodi Costume Collection –una colección de más de 5.000 piezas que ofrece un recorrido por 100 años de la historia de la moda, en el barrio Wynwood, de Miami– lo mantiene conectado con fragmentos de textiles antiguos que incorpora en piezas únicas, creando historias que trascienden la moda.

“Soñamos con abrir la primera escuela de pensamiento creativo, que sea una escuela experimental en la que nos unan la creación, el arte y la moda para poder darle una salida a todo el desperdicio que dejamos en nuestra sociedad. El arte, lo ha demostrado la historia, es la única herramienta que tenemos para generar un verdadero cambio social, una verdadera construcción desde la base”, reflexiona.

Hoy, Alejandro Crocker no solo es un nombre, sino un equipo de 14 personas que junto a más de 100 alumnos en comunidades continúan su legado. Para él, el desperdicio textil no existe; lo que existe es la oportunidad de generar impacto, preservar la memoria y construir un mundo donde la moda sea sinónimo de transformación. Su trabajo no es solo sobre ropa; es sobre la vida, sobre la creatividad y sobre el poder de las personas para cambiar su realidad.

*Apoyan Ecopetrol, Movistar, Fundación Corona, Indra, Bavaria y Colsubsidio.

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