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Pensar para inspirar

El liderazgo inspirador y la filosofía comparten una misma raíz: ambas nacen de la pregunta y se sostienen en la coherencia. Liderar es convertir el pensamiento en acción; filosofar, transformar la acción en pensamiento

¿Qué hace que una persona inspire a otras? ¿De dónde nace esa fuerza silenciosa que impulsa a actuar, a creer, a crear? ¿Podría el liderazgo inspirador ser una forma de filosofía cotidiana, una manera de pensar y habitar la vida con sentido?

Estas preguntas me acompañaron recientemente, durante la noche de los Premios Inspiradores ...

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¿Qué hace que una persona inspire a otras? ¿De dónde nace esa fuerza silenciosa que impulsa a actuar, a creer, a crear? ¿Podría el liderazgo inspirador ser una forma de filosofía cotidiana, una manera de pensar y habitar la vida con sentido?

Estas preguntas me acompañaron recientemente, durante la noche de los Premios Inspiradores EAFIT. Lo que comenzó como una ceremonia institucional se transformó, para mí, en una verdadera clase de liderazgo. Escuché a graduados y a organizaciones que fueron reconocidos por su impacto en ámbitos que hoy resumen los grandes desafíos de la humanidad: la ciencia y la tecnología, la sostenibilidad y el cambio climático, el cuidado y el bienestar, la cultura ciudadana y la inclusión, y la educación y los futuros del trabajo.

En cada historia encontré un propósito firme y una filosofía viva. No se trataba solo de resultados, sino de convicciones profundas. En esos discursos había un hilo invisible que unía las acciones con las ideas, la técnica con la ética, la innovación con la humanidad. Ratifiqué que liderar es actuar, pero que toda acción inspiradora está sostenida por un pensamiento, por una filosofía que se encarna en la vida diaria.

De esa noche me traje varias lecciones sobre las que vale la pena meditar:

  • Liderar es pensar con propósito. Los líderes inspiradores no actúan desde la reacción sino desde la reflexión. Se detienen, se preguntan, comprenden el sentido de lo que hacen. En ellos el propósito es una brújula moral que orienta las decisiones.
  • La autenticidad es una forma de sabiduría. Escuchar sus palabras fue recordar que la autoridad más poderosa es la que emana de la verdad interior. Inspirar no es convencer, es contagiar. La coherencia es la forma más serena del carisma.
  • El liderazgo es siembra. Muchos hablaron de sembrar y de cultivar, de cuidar procesos largos, de tener paciencia. En un tiempo dominado por la urgencia, estos líderes nos recordaron que las transformaciones profundas se tejen paso a paso, como quien confía en el tiempo y en la tierra. La sociedad también se construye así: con la suma de gestos constantes que parecen pequeños, pero sostienen el todo.
  • La imaginación creadora. Pensar fuera de la caja —o, mejor aún, imaginar sin caja— es lo que permite poner el talento al servicio de los grandes desafíos. La imaginación es el punto de partida de todo cambio. Es la chispa que convierte un límite en posibilidad.
  • El poder de la ingenuidad. Hay algo profundamente inspirador en quien conserva la capacidad de asombro, en quien no deja de creer que es posible hacer el bien. Esa ingenuidad lúcida devuelve a la acción su sentido más puro y nos recuerda que la esperanza también es una forma de inteligencia.
  • Encontrar la propia voz. Los líderes inspiradores no imitan, escuchan. En esa escucha se reconocen y hablan desde la verdad interior. Inspirar es hablar con la voz que nace del pensamiento propio.
  • El liderazgo no es extraordinario, es cotidiano. No se ejerce solo en los grandes escenarios, sino en los gestos diarios de coherencia, en la forma de escuchar, de cuidar, de decidir. Liderar es un verbo del día a día, no de los titulares.
  • Finalmente, la belleza como propósito. Recordé, al escucharlos, la confesión de Adriano en las Memorias de Marguerite Yourcenar: “Traté de hacer reinar la belleza”. Esa frase, que resume toda una filosofía de vida, podría aplicarse a los líderes que celebramos aquella noche: buscan la belleza en la justicia, en el conocimiento, en la cooperación y en la dignidad de cada persona.

Quizás esa sea la enseñanza más profunda: el liderazgo, cuando se inspira en la belleza, se vuelve cuidado. No busca conquistar, sino armonizar. No impone, sino que invita.

Por eso pienso que el liderazgo inspirador y la filosofía comparten una misma raíz: ambas nacen de la pregunta y se sostienen en la coherencia. Liderar es convertir el pensamiento en acción; filosofar, transformar la acción en pensamiento.

Y en ese encuentro entre pensamiento y acción, entre belleza y propósito, quisiera celebrar el Día Mundial de la Filosofía, que este año conmemoraremos el próximo 20 de noviembre. Porque pensar también es inspirar, y filosofar, en su sentido más humano, es un acto de liderazgo: una manera de volver a creer en el poder transformador de las ideas y en la belleza de quienes las encarnan.

@eskole

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