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Las amenazas de las disidencias y el despliegue militar del Estado: las demostraciones de fuerza que anteceden a la COP16

El Estado Mayor Central ha amenazado ya dos veces la cumbre de Naciones Unidas para la biodiversidad que inicia en tres días, y el jefe de Estado ha desplegado toda la fuerza militar y de policía posible para generar seguridad

Militares vigilan junto a un tanque blindado en el centro de Cali, Colombia, en octubre de 2024.
Militares vigilan junto a un tanque blindado en el centro de Cali, Colombia, en octubre de 2024.Ernesto Guzmán (EFE)
Camila Osorio

La ciudad de Cali, la tercera urbe más grande de Colombia, está a cuatro días de inaugurar uno de los eventos más importantes que se han celebrado en el país: la cumbre de biodiversidad de las Naciones Unidas COP16, a la que viajarán, se espera, diez jefes de Estado, más de cien ministros del mundo entero, y miles de ambientalistas, empresarios y diplomáticos. A esa misma ciudad del Pacífico colombiano han viajado también miles de policías y soldados nuevos, con drones, tanques y helicópteros, para rodear a los invitados y a los locales. Incluso, delegados de la policía de Nueva York llegaron esta semana para dar un curso a la fuerza pública sobre manejo de amenazas terroristas en grandes eventos.

El aumento de pie de fuerza no se da solo por el protocolo de seguridad estándar que necesitan los presidentes. Un grupo de disidentes de las extintas FARC que pertenece a la facción del Estado Mayor Central que comanda Iván Mordisco, ha hecho ya dos amenazas a quienes asistan a la COP16, la más reciente, el fin de semana pasado. Y no han sido solo palabras. Hace un mes, la policía interceptó a tiempo un carrobomba en Cali. Más recientemente, ha habido varios atentados en las goteras de la ciudad, especialmente en Jamundí, un municipio colindante y a pocos minutos de distancia. Con todo esto, el gran evento mundial de la biodiversidad llega a Cali con algo de tensión en las calles de los caleños.

El último hecho ocurrió en la noche del miércoles, cuando explotó un artefacto a pocos metros de la estación de la policía de Jamundí. Aún se investiga si el responsable fue el EMC. Otra alternativa es que haya sido la guerrilla del ELN, que también hace presencia en la zona. Si bien no ha amenazado la COP16, las autoridades están en alerta sobre su accionar, pues las negociaciones de paz con ese grupo están en crisis. La explosión no dejó muertos, pero sí muchas preguntas sobre lo que viene. El Gobierno ha hecho todo lo posible para enviar el mensaje de que garantizará la seguridad con la fuerza pública que sea necesaria, mientras el EMC ha intentado enviar el mensaje contrario: implantar el miedo para dar una impresión de poderío.

violencia en colombia
Integrantes del grupo SWAT de la policía colombiana se preparan para dar seguridad durante la COP16, en Cali.Ernesto Guzmán (EFE)

“Para mí esta amenaza del EMC es real, porque para las disidencias hacer un atentado en Cali sería un mensaje contundente al Gobierno, mostrándole su fuerza, lo que les serviría si hay una negociación de nuevo”, considera Elizabeth Dickinson, analista del centro de investigación International Crisis Group. Justamente, el Gobierno ha levantado su mesa con la fracción del EMC que comanda Iván Mordisco (otro sector, bajo el mando de Calarcá Córdoba, sigue negociando), por sus ataques a la población civil. Si esas disidencias quisieran volver a la mesa, les serviría mostrar que tienen una capacidad de hacer daño que hace urgente negociar algo con ellos. Por ahora, el Gobierno ha decretado la guerra contra ese grupo, y la semana pasada decidió retomar el control de uno de sus bastiones en El Plateado, un poblado unos 200 kilómetros al sur de Cali. “Pero con la operación en El Plateado, el Gobierno le mandó otro mensaje a Mordisco: que si se atreven a atacar la COP, la reactivación de las operaciones militares contra ellos va en serio, y pueden terminar pagando un precio muy alto”, dice Dickinson.

En otras palabras, los crecientes ataques del EMC son un mensaje de fuerza, pero el despliegue de fuerza en Cali también lo es. Ya 16 tanques del ejército recorren las principales carreteras alrededor de la ciudad , como la vía que va a Jamundí. De acuerdo con un oficial de prensa del ejército, 400 soldados estarán en puntos estratégicos de la ciudad, 500 más en zonas rurales de Jamundí, y en total toda la región contará con unos 1.700 miembros del ejército. “La gente lo va a notar cuando haya tanto soldado, tanto despliegue”, dice a este diario. De forma menos visible, pero que muestra el despliegue, habrá puestos de mando unificado, reuniones de autoridades para tomar decisiones sobre la marcha en eventos especialmente catastróficos o delicados. Será uno para las emergencias, otro para las zonas periféricas, uno más en Cali y uno final en Bogotá.

En cuanto a la Policía Nacional, encargada de la seguridad en la ciudad, que contará con el apoyo de dos helicópteros Black Hawk, un equipo de fuerzas especiales antiterrorista con más de cien hombres, tecnologías como sistemas antidrones y una lancha nueva que patrullará constantemente el río Cauca, que bordea la ciudad. Si normalmente Cali cuenta con 6.300 policías, durante las dos semanas de la cumbre se van a sumar 4.000 más.

Existe la duda sobre si los miles de extranjeros que llegarán a la ciudad se sentirán más seguros al ver este despliegue de uniformes, o más inseguros al ver que su seguridad requiere tantos tanques, helicópteros y lanchas. “Yo no estoy tan de acuerdo con la idea de ubicar en principales vías de nuestra ciudad, tanquetas y vehículos militares pesados, para expresar seguridad en #Cop16, me parece que podría crear una percepción contraria a la buscada en nuestros invitados internacionales”, opina en X el anterior alcalde de la ciudad, el político de izquierda Jorge Iván Ospina. Camilo Restrepo, jefe de prensa de la alcaldía en temas de seguridad, dice que han considerado ese punto de vista, pero creen que “es mejor pecar por exceso que por carencia”. “Un evento de este tamaño no da para menos, no nos podemos confiar, y lo bueno es que como ha dicho el alcalde, hasta este momento, ninguna delegación internacional ha cancelado” por las amenazas, añade.

Integrantes del grupo SWAT de la policía colombiana, en Cali.
Integrantes del grupo SWAT de la policía colombiana, en Cali.Ernesto Guzmán (EFE)

Luis Trejos, profesor de la Universidad del Norte y experto en temas de conflicto, coincide con que es muy buena señal que ninguna delegación haya cancelado pese a las amenazas. “Quiere decir que las delegaciones le creen al Estado cuando este dice que hay seguridad”, dice Trejos. “Yo creo que si algo le preocupa a las delegaciones son las denuncias del presidente de que hay un golpe de Estado en marcha. Porque, si hubiera un golpe, los Gobiernos se preguntan cosas como ‘¿cómo sacó a mi ministra o ministro de Colombia en caso de que lo haya?’”

Retrepo opina que el EMC ha estado haciendo atentados cerca a la ciudad para “medirle el aceite al Gobierno”, y ver si la demostración de fuerzas se traduce en menos operativos. “Hasta ahora esa carta no les ha funcionado”, añade, señalando la operación de El Plateado. “Fue un hecho muy simbólico, porque en esa zona está la plata, la coca. El Gobierno está diciendo que no hay territorios vedados para el Estado”, dice. También cree que, si bien el EMC demostraría fuerza si lleva a cabo un atentado durante la COP16, y desnudaría una debilidad del Estado, también sería una apuesta muy arriesgada. “Creo que evaluarían el costo político de atacar a Naciones Unidas cuando está hablando de temas ambientales”, considera. Nada peor para su imagen que atacar a un grupo de ambientalistas que quieren preservar la biodiversidad del mundo. “Quiero pensar que sería un suicidio político para el EMC, no tendrían cómo justificar este tipo de acción. Para demostrar fuerza más bien podrían aumentar los ataques a poblaciones del Cauca como Corinto, Caloto o Jambaló, lo que obligaría a las tropas del ejército a dispersarse. El de Cali, espero, es uno de los casos en que los perros van a ladrar, pero no van a morder”.

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Sobre la firma

Camila Osorio
Corresponsal de cultura en EL PAÍS América y escribe desde Bogotá. Ha trabajado en el diario 'La Silla Vacía' (Bogotá) y la revista 'The New Yorker', y ha sido freelancer en Colombia, Sudáfrica y Estados Unidos.
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