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Elecciones en Venezuela
Columna
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Justificando a AMLO, Lula y Petro

Para que haya un cambio en Venezuela se necesita mucho más que el resultado de una elección, y estos presidentes lo saben. Necesitan mantener una comunicación con Maduro y sus secuaces para ofrecerles opciones que ojalá sean el camino para un regreso a la democracia

Vigilia en homenaje a los ciudadanos que fueron detenidos tras las protestas en Venezuela
Vigilia en homenaje a los ciudadanos que fueron detenidos tras los controvertidos resultados electorales, en Caracas, Venezuela, el 8 de agosto de 2024.Leonardo Fernandez Viloria (REUTERS)

Aquellos que critican a López Obrador, Lula y Petro por no dar resultados inmediatos en esa búsqueda de una solución al evidente robo de las elecciones venezolanas por Maduro y su combo o viven en un planeta distinto al nuestro o son bastante ilusos. Aquellos que critican a los presidentes de México, Brasil y Colombia por no desconocer de inmediato al gobierno de Maduro y declarar que el presidente electo de Venezuela es Edmundo González en realidad no quieren que se resuelva el fraude y se consiga la tan anhelada transición hacia una senda democrática para un pueblo que hace años clama por el cambio.

Es que ni los primeros ni los segundos entienden que para que haya un cambio en Venezuela se necesita mucho más que el resultado de una elección. Si Maduro y su combo se atornillan en el poder es porque sin él quedan expuestos a ser perseguidos eternamente por la justicia a nivel global por violaciones a los derechos humanos, a órdenes de captura internacionales por narcotráfico, a decenas de años de prisión por estos y otros delitos, además de ser unos parias en el lugar donde ellos o sus familias se encuentren. Por más delincuentes, homicidas, narcotraficantes, usurpadores, farsantes y brutos que sean Maduro y su combo, no están dispuestos a abandonar su cómoda casilla en el gran juego global de la vida para convertirse en prófugos permanentes. Y ahí está el dilema para aquellos que sueñan con una salida expedita de Maduro.

El hoy dictador de Venezuela (pues no se puede llamar de otra forma a alguien que se roba unas elecciones como ese señor lo ha hecho) es preso de sí mismo, pero sobre todo es preso de todo su combo. Ni el general Padrino, ni Diosdado, ni Tibisay, ni el señor Amoroso, ni los otros generales que aparecen rodeando a Maduro haciendo mala cara, ni Álex Saab, ni el fiscal Tarek, ni ninguno de aquellos que han participado de ese monumental concierto para delinquir en que se convirtió el gobierno de Venezuela van a permitir que Maduro se vaya con inmunidad a vivir feliz en algún país de algún amigo dictador (por ejemplo: Nicaragua o Rusia) mientras ellos se quedan esperando que el nuevo gobierno abra las puertas para que se hagan realidad las órdenes de detención que pesan sobre la mayoría. Si Maduro se va, por generosidad del planeta y consideración con un pueblo que ya ha sufrido bastante, ellos esperan mínimo el mismo tratamiento. ¿Está el mundo dispuesto a aceptar tal cosa?

Si López Obrador, Lula y Petro no han conseguido una solución al robo de las elecciones por parte de Maduro y su combo es porque lo que tienen que conseguir para que estos acepten su derrota va más allá de lo que el mundo puede ofrecer. En el juego de Monopolio apenas había una o dos tarjetas con la frase “salga de la cárcel”, no eran diez, veinte o treinta o cien, que son las que exige un régimen como el venezolano para dejar en paz al país que destrozó. Por eso la conversación es larga. Por eso Maduro no puede sino reelegirse, así sea con falacias. Es eso o la cárcel.

Por eso los presidentes no pueden desconocer (aún) al gobierno de Maduro. Porque necesitan que el dictador y su combo les contesten el teléfono para ofrecerles opciones que ojalá sean el camino para que Venezuela vuelva a la democracia. Si no, el dictador ya habría hecho lo que hizo con Chile y Argentina: romper relaciones. Y sin negociadores es imposible conseguir que el descarado combo por fin deje al planeta descansar.

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