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A punta de bocadillo, panela y valentía: 40 años del primer pedalazo de los ‘escarabajos’ colombianos en el Tour de Francia

El 1 de julio de 1983 partió de Fontenay-sous-Bois con rumbo a París el Pilas Varta, el primer equipo nacional que participó en la carrera y presentó a los ciclistas colombianos al mundo

Lucho Herrera, Bernard Hinault y Lauren Fignon durante el Tour de Francia de 1984 en la subida al Alpe d'Huez.
Lucho Herrera, Bernard Hinault y Lauren Fignon durante el Tour de Francia de 1984 en la subida al Alpe d'Huez.EFE
Santiago Triana Sánchez

A principios de los años ochenta, los éxitos deportivos de Colombia podían contarse con los dedos de una mano. Lejos estaba el empate 4-4 contra la Unión Soviética, en el mundial de fútbol de Chile en 1962, que se celebró como una hazaña. Resonaba el campeonato mundial de boxeo que Antonio Cervantes, Pambelé, había conseguido en 1972. Se recordaba aún a Martín Emilio Cochise Rodríguez, campeón del mundo en persecución individual en 1971. Pero algo empezó a cambiar en 1980, cuando Alfonso Flórez ganó el Tour del Porvenir, la primera victoria para el país en una carrera ciclista por etapas en Europa. El cambio se hizo patente en 1983, cuando un equipo colombiano de aficionados, el Pilas Varta, compitió por primera vez en un Tour de Francia, la reina de las carreras de ciclismo. Entonces el país empezaría a mirar la victoria a la cara.

Hace 40 años, en 1983, Colombia obtuvo un espacio en el mapa mundial del ciclismo. Para el periodista Jhon Jaime Osorio, el Tour de ese año significó una ruptura: “Entramos a la gran carpa del ciclismo y yo creo que también del deporte en general”. Los cimientos, sin embargo, habían sido obra de Flórez, en ese Tour del Porvenir. El periodista francés Guy Roger cita en su libro Egan Bernal y los hijos de la cordillera (Luna Libros-Laguna Libros, 2020) al también periodista Héctor Urrego, quien es concluyente sobre el significado de ese triunfo: “No sé si podemos hablar de un terremoto, pero todo cambió para el ciclismo en Colombia a partir de la victoria de Flórez”.

La más clara manifestación del cambio fue la participación colombiana en el Tour del 83. Hasta entonces, solo podían competir profesionales. Pero la edición de ese año fue la primera en que se abrieron las puertas ―en parte gracias a un cabildeo intenso de Miguel Ángel Bermúdez, presidente de la Federación Colombiana de Ciclismo― a los equipos aficionados. Entre ellos el Pilas Varta, que tenía en sus filas a 10 mosqueteros: el propio Flórez ―líder―, Patrocinio Jiménez, Cristóbal Pérez, Julio Rubiano, Édgar Condorito Corredor, Abelardo Ríos, José Alfonso Pollo López, Fabio Casas, Rafael Tolosa y Samuel Cabrera, más un suplente, Epifanio Arcila, que no corrió. La dirección del equipo recayó en Rubén Darío Gómez y en Cochise Rodríguez.

El proyecto parecía destinado al fracaso. El periodista inglés Matt Rendell, especializado en ciclismo, relata en su libro Reyes de las Montañas (Semana libros, 2016) que Bermúdez, ante la posibilidad de inscribir un equipo aficionado colombiano en el Tour, pidió cinco millones de pesos a las siete empresas más grandes del país para financiarlo. De todas, solo Pilas Varta, fabricante de baterías, atendió el llamado. Ante el silencio de las demás, la compañía decidió correr el riesgo y asumió todo el presupuesto. A cambio, puso en marcha una gran campaña publicitaria por el país con todos los ciclistas. Sus ventas se aumentaron en un 30%.

El Equipo colombiano en el Tour de Francia 1983.
El Equipo colombiano en el Tour de Francia 1983.LE TOUR DE FRANCE

Los ciclistas se concentraron durante 10 meses en Bogotá para prepararse, y compitieron en todo el calendario nacional. Pero el entorno colombiano estaba lejos del que iban a encontrar en Francia: un nivel muy alto de los ciclistas europeos, un ambiente difícil, frío extremo, calor intenso y etapas mucho más largas: de los 150 o 180 kilómetros habituales en Colombia tendrían que pasar a recorridos de hasta 300 kilómetros en un día. Y la alimentación, que se convirtió en mito: Jorge Ovidio González, expresidente de la Federación Colombiana de Ciclismo, recuerda que llevaban rodajas de bocadillo (un dulce hecho a base de guayaba) y panela machacada (un endulzante derivado de la caña de azúcar) como suplemento. J.J. Osorio cuenta que, dado que el ruido del dopaje ya se empezaba a escuchar en ese entonces, los deportistas estuvieron retenidos en algún aeropuerto mientras se investigaba qué era la panela.

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Las expectativas no estaban del lado de los debutantes. El diario español Mundo Deportivo reseñaba, en su edición del 30 de junio, el desdén con que eran observados los colombianos: “Su presencia no despierta mucho interés entre sus colegas-profesionales que están seguros de que el Tour les vendrá demasiado grande”. Pero los escarabajos empezaron a ser un problema. El exciclista Santiago Botero, campeón de la montaña del Tour en 2000, explica: “Eran valientes atacando, así les recriminaran esos cambios de ritmo. Para el equipo que iba de líder, no dejaba de ser incómodo que un corredor, una vez comenzara la cuesta, revolviera la carrera”. Así, llegaron los insultos y las agresiones: Patrocinio Jiménez ha contado en varias ocasiones cómo lo sacaban a codazos del grupo, y Laurent Fignon, a la postre campeón, exhibía el menosprecio que sentía por los colombianos.

Los Pirineos: la fama en las montañas

Tras sobrevivir a las etapas planas, fue en los Pirineos donde los colombianos enseñaron su talento. Allí, en la etapa entre Pau y Bagnères-de-Luchon, Patrocinio Jiménez ganó dos premios de montaña, el Aspin y el Tourmalet, y cruzó cuarto la meta. Ese día se puso la camiseta de lunares rojos, la del líder de la montaña, que vestiría durante seis días. Entonces vino la euforia. En su página de Deportes, el diario El Tiempo tituló su crónica con una palabra: “¡Patrocinio!”. Y abajo, escrito más emocionada que ponderadamente, un subtítulo: “El Tourmalet lo consagró como el mejor escalador del mundo”. Jiménez perdería la camiseta de pepas, a la que años después se acostumbraría Lucho Herrera, pero su desempeño ya mostraba el brillo natural que lleva consigo la epopeya.

La valentía al competir y la nula experiencia en Europa hacen ver más grande la gesta de los escarabajos: al llegar a París, Jiménez se ubicó segundo en la clasificación de la montaña y 17° en la general. Condorito Corredor, el mejor colombiano, fue 16°, solo una casilla por detrás de Pedro Perico Delgado, futuro campeón. Los dos colombianos quedaron por delante de Joop Zoetemelk (23°), campeón del Tour en 1980 y de la Vuelta a España en 1979. Los otros tres del Pilas Varta que llegaron a los Campos Elíseos fueron Abelardo Ríos (44°), Samuel Cabrera (57°) y José Alfonso López (64°). Los demás se habían quedado por el camino.

Xavier Louy, de la Sociedad del Tour de Francia, recuerda en el libro de Roger que en 1978 la carrera estaba moribunda. Los dos grandes equipos, Renault y Raleigh, tenían la distribución de la torta decidida y no había espacio para mucho más. Luego explicaba: “La supervivencia del Tour implicaba la mundialización. Fue ahí donde los colombianos jugaron un papel clave, salvaron el Tour, a nivel del espectáculo, quiero decir. Y a cambio, nosotros les ayudamos a integrarse”.

Los colombianos en el Tour, 40 años después

El Tour de Francia que comienza este sábado en Bilbao será el primero, después de ocho años, en que no estará Nairo Quintana, sin equipo tras ser descalificado del Tour de 2022 por consumir tramadol. Tampoco Miguel Ángel López, apartado del Astana acusado de tráfico de medicamentos y hoy fuera de la élite del ciclismo. Sí arrancará Egan Bernal (Ineos), quien todavía se recupera de un accidente que sufrió a comienzos de 2022. También estarán su coequipero Daniel Felipe Martínez, Rigoberto Urán, Esteban Chaves (EF Education EasyPost) y Harold Tejada (Astana). Si se observa cómo llegaban los colombianos al Tour hace cinco o seis años, es inevitable pensar que hoy en día hay un bache.

Egan Bernal cruza la línea en el Tour de Francia de 2020.
Egan Bernal cruza la línea en el Tour de Francia de 2020.Associated Press/LaPresse (Associated Press/LaPresse)

J.J. Osorio, consciente de que tener menos capos que en otros años es un golpe, se aleja del pesimismo: “Se dieron unas coincidencias: lo de Nairo, lo de Miguel Ángel y lo de Egan. No creo que sea un bache porque, si Nairo y Miguel Ángel vuelven a World Tour, vamos a volver a tener jefes de filas muy rápido”. Confía en que la nueva generación de ciclistas como Einer Rubio o Santiago Buitrago, que ganaron etapas en el Giro de Italia pasado, se terminará de consolidar. Santiago Botero se muestra más medido y no oculta sus dudas sobre un eventual retorno de Quintana y López a la élite: “Me gustaría pensar que no tengo razón, pero es difícil, por como lo viví yo en mi época, por como se maneja el ciclismo, por los poderes que hay allá. Qué más quisiéramos que volver a tener a Miguel Ángel, que está en uno de sus mejores momentos. Es un corredor a la altura de un podio en las grandes vueltas”.

El periodista Federico Arango identifica una mezcla de factores como causantes del bache que vaticina: “Coinciden la llegada de los eslovenos, que arrasan con todo, y una cantera que no funciona en Colombia. Los que van a este Tour son los últimos que quedaron de esa generación exitosa que pudo llegar a Europa y le abrieron la puerta. De Chaves, Rigo, Martínez, Tejada y Egan, solo Tejada corrió un poquito en Colombia”. Ese bajón, dice, hará que los equipos europeos empiecen a mirar menos al país y más a otros como Ecuador, en busca de nuevas figuras. Jorge Ovidio González también observa sin grandes expectativas lo que vendrá para Colombia en el Tour: “El país está sufriendo un bajón de ciclistas que releven a los que le han dado brillo. Obviamente Colombia será protagonista, pero no de primer orden”.

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El 24 de julio de 1983, Laurent Fignon se coronó campeón del Tour de Francia en París. Todo era normalidad: la Marsellesa sonó mientras el Profesor miraba desde lo alto del podio a sus rivales y a la multitud en los Campos Elíseos. Pero ahí, en la mayor pasarela parisiense, había una presencia nueva: un grupo de personas bailaba al ritmo de alguna música tropical mientras agitaba banderas de Colombia. Una presencia que celebraba a los escarabajos aficionados que habían recorrido Francia con la ambición y la valentía como combustibles, pero que era una especie de premonición. Como lo fue también aquella frase elogiosa sobre los colombianos que escribió el ciclista multicampeón francés Jacques Anquetil en L’equipe, al finalizar el Tour, y que regresa cada tanto cuando se habla de la historia del ciclismo en el país: “Si vuelven, serán terribles”.

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Santiago Triana Sánchez
Periodista de EL PAÍS en la edición América Colombia. Ha pasado por la sección de Cultura y por la redacción del Diario AS, en Madrid. Es egresado de Periodismo de la Universidad Javeriana y Máster en la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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