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El fiscal denuncia una “Gestapo” en el Gobierno colombiano por la interceptación ilegal de teléfonos

La niñera y la limpiadora de la jefa de Gabinete de Petro, Laura Sarabia, fueron escuchadas ilegalmente haciéndolas pasar por miembros del Clan del Golfo después de un robo en casa de la funcionaria

El fiscal general de Colombia, Francisco Barbosa
El fiscal general de la nación, Francisco Barbosa, en una foto de archivo.Sebastian Barros (Getty Images)

El robo de un maletín con 7.000 dólares en casa de la número 2 de Gustavo Petro, Laura Sarabia, ha acabado convirtiéndose en un asunto de Estado. El fiscal general de la Nación, Francisco Barbosa, ha asegurado este jueves que las dos empleadas de la vivienda de Sarabia, sospechosas del robo, fueron escuchadas ilegalmente por la policía. Para autorizar los pinchazos, las hicieron pasar por miembros del cartel del Clan del Golfo. Barbosa ha asegurado que los implicados han actuado como “la Gestapo colombiana”. “Se han utilizado los medios más sucios”, insistió.

La fiscalía va a llamar a declarar a todos los implicados, incluido el embajador en Caracas, Armando Benedetti, a quien Sarabia acusa de haber dado a conocer el caso a los medios y provocar esta investigación. Petro ha tenido que mediar entre ellos, al tratarse de dos de sus personas de más confianza en el Gobierno. La guerra interna ha sido aprovechada por el fiscal Barbosa -elegido por Duque y que ejerce de opositor a Petro- para asegurar que estamos ante un caso de “parajusticia”, la justicia al margen de la ley. “Esta es la construcción miserable de un informe judicial”, ha clamado Barbosa.

Mientras el fiscal daba la rueda de prensa para informar de estos hechos, el presidente tenía previsto encontrarse con Benedetti para tratar de frenar un escándalo que no deja de crecer. De hecho, fue el propio embajador el que este miércoles deslizó que Sarabia podría haber interceptado algún teléfono y lanzó un manto de sospecha sobre la cantidad de dinero que se movía en su casa. Esas pistas pusieron sobreaviso a Barbosa, que ha llegado a asegurar que este era “el asunto más grave que se ha producido en los últimos años contra los derechos humanos y la justicia en Colombia”.

La Fiscalía también investigará si someter al polígrafo a la niñera, Marelbys Meza, fue un abuso de poder. La seguridad de Sarabia recogió un día a la empleada y la trasladó a una dependencia de la Casa de Nariño, la residencia presidencial, donde le practicaron la prueba. Dio negativo, es decir, arrojó que ella era la culpable del robo, y poco después fue despedida. La mujer salió el sábado pasado en la prensa asegurando que había pasado miedo y que se había sentido secuestrada. Ella también denunció a la fiscalía, que inmediatamente le puso protección.

La primera en denunciar en enero fue Sarabia, alarmada por el robo en su casa. Los policías que se encargaron del caso, cree el fiscal, se extralimitaron en la investigación. La pregunta es si la jefa de gabinete estaba enterada. Esos agentes pincharon los teléfonos de las empleadas del hogar como si se trataran de dos peligrosas delincuentes. Según la niñera, le hicieron seguimientos por la ciudad a ella y a su hermano taxista. Esta misma trabajadora ya había sido empleada de Benedetti, ahí es donde comienza a enredarse la historia.

Tras ser despedida por Sarabia, fue contratada de nuevo por Benedetti, que se la llevó una semana a Caracas con su familia. Por esos días, el embajador, según fuentes oficiales, quería regresar a Bogotá como ministro. Él quería tener la cartera de Defensa, pero Petro no se la concedió. En cambio, le ofreció ser coordinador de ministros, en una figura que se llama superministro. “Quiero que te encargues de la eficiencia de los ministros”, le dijo. Cuando iba a formalizarse su nombramiento, Sarabia le dijo a Benedetti que ostentaría ese cargo, pero que tendría como jefe a Carlos Ramón González, director del Dapre, quien administra el presupuesto de la presidencia. El embajador dijo que bajo ningún concepto, que solo estaría debajo de ella. Según estas fuentes oficiales, Sarabia temió que Benedetti le quitara sus funciones y se negó. Entonces empezó una guerra sorda entre ellos. Sarabia, antes de ser nombrada por el presidente como su mano derecha, había trabajado siete años para él.

Al volver de su estancia de una semana en Caracas, fue cuando la empleada contó a Semana que se había sentido maltratada por haber sido sometida al polígrafo. Sarabia cree que fue Benedetti quien le ofreció la historia a la prensa. El embajador, en cambio, asegura que intentó ayudarla hablando con Vicky Dávila, la directora de la revista. Ahí fue cuando le envió este mensaje: “Acabo de hablar con Vicky (sic) después de lo que me dijiste sobre la Mari (…) Tenías razón. Es posible que se pueda evitar esa circunstancia (sic)… ojalá entiendas el sentido de este mensaje!”. Sarabia lo interpretó como un chantaje y se lo contó a Petro.

Así es como un tema personal ha removido los cimientos del Gobierno. Le sobreviene a Petro en el momento más difícil desde que llegó al poder. Después de haber hecho una profunda transformación de su gabinete, hace un mes, el Gobierno no acaba de encontrarse. Las reformas se atascan en un Congreso a medio gas y la grilla general lo opaca todo. Petro buscaba aligerar la acción del Ejecutivo librándose de los conservadores y moderados de los que se rodeó al principio, pero la jugada hasta ahora no le ha salido bien. A la espera de la reacción del presidente, uno de sus mayores enemigos políticos, el fiscal Barbosa, se frota las manos con esta historia.

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