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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Lista negra

Las listas abiertas destrozan internamente a los partidos políticos

Centro de votación del centro de convenciones corferias en Bogotá, el 13 de marzo de 2022.
Centro de votación del centro de convenciones corferias en Bogotá, el 13 de marzo de 2022.Gladys Serrano

En un país como Colombia, empeñado en perfeccionar un proceso de paz total a través de un diálogo con todos los grupos violentos, con una inflación que supera el doce porciento y un deslizamiento de tierra que aísla gran parte del territorio y pone a sus habitantes en condiciones graves de subsistencia, la clase política se enreda en una discusión de reforma constitucional sobre la condición, abierta o cerrada, de las listas de candidatos a las corporaciones públicas. Es difícil de entender el por qué una propuesta para fortalecer los partidos tiene fuerte oposición de las organizaciones que, por lo menos en teoría, serían las favorecidas. Las listas abiertas (lista negra) tienen en su origen la estrategia de buscar residuos para elegir más candidatos, pero tienen el defecto de incitar a la división interna porque es una competencia entre personas de un mismo credo - vale decir, como reza el diccionario: “conjunto de ideas, principios o convicciones de una persona o de un grupo”.

La competencia entre feligreses convoca al cisma. Aunque exista una ley de bancada que obliga a asumir el comportamiento mayoritario de los afiliados a un mismo partido, las heridas que deja el enfrentamiento son difíciles de cicatrizar. Son varios los argumentos para oponerse a las listas abiertas. El editorial de El Espectador resumió con claridad lo más sobresaliente: las listas abiertas se prestan para los peores actos de corrupción. Quién pone en duda que el desprestigio del Congreso tiene que ver con la regularidad de las listas abiertas. Cada partido abriga en su interior tantos “partiditos” como parlamentarios elegidos en la lista abierta. De ahí, la existencia de la mermelada. Cada elegido reclama su cuota en la nómina.

La forma de superar las observaciones en contra de la lista cerrada es creando en la ley la obligatoriedad de establecer mecanismos internos transparentes para la conformación de la lista y el orden preferente de los candidatos. Como diría el presidente Virgilio Barco: es mejor mear para fuera que mear para adentro.

Existe un antecedente histórico para tener en cuenta en este debate y es el de la operación avispa, según denominación del presidente Alfonso López Michelsen. López aparece como el autor de la malhadada operación avispa (la invención maléfica) cuando en realidad se inventó contra él en 1990 “para precluir la posibilidad de una lista liberal a la Asamblea Constituyente” que él encabezaría a petición de un grupo de liberales, santandereanos y costeños, para recoger el voto liberal de la provincia. El expresidente liberal, al enterarse por la prensa de que la lista se desintegraba en desarrollo de la teoría según la cual era mejor jugar a los residuos, operación en la que él no estaba interesado, resolvió no formar parte de la Constituyente. Sacrificó su curul para hacer constar su rechazo a la lista abierta. La lista negra le abrió el cajón a la unidad ideológica de los partidos.

El tradicionalismo de los partidos desapareció y se impuso la confusión ideológica. El avispero se enloqueció. Hoy pululan los partiditos que ya superan las veinte organizaciones con personería jurídica y no se descarta que ese número aumente después de las elecciones de octubre. El efecto práctico ha sido el desprestigio, ya no solo del Congreso y de los partidos, sino de la política como tal. Ya no es el arte del manejo de los asuntos públicos, sino el arte de la corrupción. El gobierno del presidente Petro considera que la necesidad de corregir el entuerto de la lista negra por la lista blanca es irrenunciable y prefiere, como López Michelsen en 1990, retirar la reforma para dejar constancia de su rechazo a la operación avispa. Colombia tiene que evitar que la decadencia del Congreso se “Peruanice” La salvación tiene que venir del propio Congreso.

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