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Columna
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Cuando prometer no es cumplir

La hoy alcaldesa de Bogotá, Claudia López, prometió en campaña que no iba a hacer de una las vías históricas de Bogotá, la carrera séptima, una troncal de buses del sistema de transporte masivo de la ciudad, Transmilenio

Ciudadanos se movilizan en transmilenio por la autopista norte durante el día sin carro en Bogotá (Colombia), el 22 de septiembre del 2022.
Ciudadanos se movilizan en transmilenio por la autopista norte durante el día sin carro en Bogotá (Colombia), el 22 de septiembre del 2022.Diego Cuevas

A los políticos no se les puede creer. Menos cuando están en campaña. Sin embargo, caemos una y otra vez cada cuatro años al dejarnos ilusionar con sus promesas. Tontos que somos los ciudadanos y maquiavélicos ellos que logran encontrar nuestros puntos débiles para casi llevarnos de la mano a darles nuestro voto el día de elecciones.

Hace casi cuatro años, la hoy alcaldesa de Bogotá, Claudia López, prometió en campaña que no iba a hacer de una las vías históricas de Bogotá, la carrera séptima, una troncal de buses del sistema de transporte masivo de la ciudad, Transmilenio.

Pasaron los meses, Claudia resultó electa alcaldesa. La ilusión creció. Pero tras el inevitable proceso que lleva a decantar las promesas y lo real, el discurso cambió: “no habrá Transmilenio, empezó a decir, haremos un Transmilenio verde”. En el mundo culinario esto viene a ser como decir que hoy no se sirve pasta, porque el menú es lasaña. Pasta es pasta, así le cambien la presentación.

Desde el origen del proyecto, hace más de 10 años, muchos críticos propusieron que en vez de un sistema de buses con carril exclusivo se construyera un tranvía sobre ese corredor de la capital colombiana. La respuesta de los promotores de la idea siempre fue: un tranvía no puede llevar los 20.000 pasajeros por trayecto y por hora que logrará el Transmilenio. Sin embargo, hoy con sorpresa nos enteramos que un tramo completo del nuevo Corredor Verde, el que va desde la calle 26 hasta la 92, solo va a transportar 8.000 pasajeros por trayecto por hora. ¿Acaso no era eso lo que tanto criticaban al tranvía?

Bogotá parece condenada a los buses. Sean estos eléctricos o a gas, pero a fin de cuentas buses. Es como si estuviera fuera de discusión contemplar una intermodalidad que además sea generosa con la ciudad y el urbanismo.

En algunos años tendremos metro elevado, que es bien sabido afecta seriamente el entorno cuando se construye de esa manera en países donde la informalidad y la delincuencia están a la orden del día. E igualmente en algunos años seguiremos con buses en este corredor histórico, que además tendrá en algunos tramos unos pasos subterráneos que seguramente embellecerán lugares como la centenaria mansión de Villa Adelaida (1920), recién restaurada y que ahora tendrá justo frente a su entrada una poco patrimonial rampa para soterrar los buses en ese tramo del centro de negocios de Bogotá.

Cuando empiecen casi al tiempo las obras del Metro de Bogotá y el Corredor Verde de la Séptima el caos del tránsito será fenomenal. Los dos ejes viales más importantes del oriente de la capital estarán con desvíos y cierres. El colapso no tendrá nombre.

Afortunadamente eso no le va a tocar a la alcaldesa actual. Ella se va el 31 de diciembre de 2023, cuando apenas esté empezando a desarrollarse el contrato del Corredor Verde que muy pronto saldrá a licitación. El problema será para el alcalde que venga, quien seguro también nos hará promesas que tampoco va a cumplir.

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