Hacer campaña en medio de las barricadas
En algunos puntos del país los equipos de los candidatos presidenciales no pueden repartir propaganda bajo el riesgo de ser asesinados
Los límites son muy claros: una manzana de cinco calles llena vehículos blindados y trincheras levantadas con sacos terreros. La zona se conoce como el anillo de seguridad.
Fuera de ahí, cualquier cosa puede ocurrir.
Hacer campaña por alguno de los candidatos presidenciales en determinados puntos de Colombia tiene mucho riesgo. Aquí, en Saravena, una ciudad en medio de la guerra entre la guerrilla del ELN y las disidencias de las FARC por el control del territorio, adentrarse con propaganda electoral fuera de los límites que marca el anillo de seguridad te puede costar la vida. El equipo local de Federico Gutiérrez, Fico, el candidato de la derecha, lo tiene claro:
—De ahí a ahí y de ahí a ahí —señalan el espacio con el dedo.
Ni un paso más fuera.
Su sede, obviamente, queda dentro de esa frontera. Se trata de una casita baja forrada por completo de imágenes de quien fuera el alcalde de Medellín. Juan Jaimes Poblador tiene 43 años y lleva una pulsera del candidato, segundo en las encuestas tras Gustavo Petro, de izquierdas. Jaimes no tiene escolta porque, paradójicamente, dice que no habla de política: “He perdido muchos amigos porque se ponían a hablar muy fuerte del tema. Yo no lo hago”.
En Saravena la gente se comunica a media voz. Es una ciudad pequeña, de 43.000 habitantes, donde todo el mundo se conoce. Sus calles están llenas de militares, pero todo el mundo sabe que el control real lo tiene el ELN, la guerrilla activa más antigua de Latinoamérica. Cobra el impuesto revolucionario a comerciantes, taxistas, hoteleros. Ha hecho de esta región, Arauca, su bastión. Desde principios de enero se enfrenta a las disidencias de las Farc, las que no se acogieron al proceso de paz. Dominar esta parte fronteriza con Venezuela supone tener acceso a un gran corredor clave para el trasiego de droga hasta el país vecino, donde la mercancía se distribuye al resto del mundo en avionetas. El ELN, que acaba de anunciar un cese al fuego unilateral durante las presidenciales, va ganando este conflicto e impone su ley al resto. También en el plano electoral.
Yesid Lozano Fernández, de 58 años, fue alcalde de Saravena en la legislatura anterior por el Centro Democrático, el partido de Álvaro Uribe. Llega al anillo de seguridad rodeado de seis guardaespaldas, a bordo de dos camionetas. Fue secuestrado por el ELN en 2010. En septiembre del año pasado un guerrillero trató de ejecutarlo de un disparo a unos cuantos metros, pero su equipo de seguridad lo abatió de un tiro en la cabeza. “Primero dios”, dice al recordarlo. Todo esto no le ha quitado las ganas de apoyar a Fico. “Trabajamos por la democracia. Intento explicar mis ideas sin chocar con la subversión, aunque a veces sea realmente difícil”, continúa.
La campaña local está compuesta de funcionarios y exfuncionarios bienintencionados que llenan el anillo de seguridad de propaganda, pero que fuera de ahí no quieren correr el riesgo de colocar nada de publicidad. Organizan reuniones en espacios cerrados con gente conocida y a algunos indecisos que detectan por las conversaciones en las cafeterías. Es decir, prácticamente se dirigen a quien ya va a votar por Fico, que no son pocos. Después de años de control de la guerrilla de izquierdas mucha gente opta por un candidato conservador.
En otros puntos del país, la gente de la campaña de Petro sufre los mismos riesgos. En vez de la guerrilla en esas zonas mandan los paramilitares. El principal grupo es el Clan del Golfo, un ejército de hombres armados dedicados al narcotráfico. Al igual que los disidentes y otras facciones armadas, nació con un componente ideológico del que queda más bien poco. Petro no ha podido ir a dar discursos al Eje Cafetero, Chocó y Bolivar, las zonas donde más influencia tiene el clan del Golfo. Sobre él sobrevuela el fantasma del magnicidio. En el pasado varios candidatos progresistas que contaban con serias posibilidades de llegar a la presidencia —justo en el momento que se encuentra él— fueron asesinados.
Eso ha hecho que se redoble su seguridad. En Soacha, el fin de semana pasado, se desplegaron 750 policías en su mitin. En el escenario, mientras hablaba, lo rodeaban guardaespaldas que sostenían grandes planchas antibalas. El propio candidato llevaba un chaleco. De hecho, el evento se estuvo a punto de cancelar, pero uno de sus asesores principales, Alfonso Prada, habló con los líderes de la zona para minimizar el riesgo. El batallón de fieles que él sea presidente no cuentan con ese nivel de protección y se la juegan todos los días.
Petro estuvo hace tres semanas en Montería, una ciudad ganadera controlada por carteles de la droga. Es una zona muy asimilada al paramilitarismo. Su recepción la organizó un político local que trabaja en la campaña desde 2010 cuando se lanzó por primera vez. El político local le ofreció un almuerzo en su finca, a las afueras de Montería, en una localización secreta para el resto del mundo. Vive en un edificio en el que todos llevan propaganda de Fico en sus coches. Él es el único con una pegatina de Petro, lo que le ha hecho perder algunas amistades. “Yo siempre he votado por Petro para presidente y lo he dicho, pero he sido muy prudente”, explica. Se maneja en una zona de sombra, en un área delimitada como el anillo de seguridad. Fuera de ahí, nadie sabe lo que puede pasar.
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