J. J. Benítez: “Por mí me moriría, pero antes tengo que escribir tres o cuatro libros más”
El escritor de fenómenos paranormales más vendido hace recuento de su vida tras la muerte de su esposa
No se le da el suficiente crédito a los escritores de libros sobre ufología que en los años setenta crearon una legión de lectores adolescentes. Se adentraban sin red en un subgénero de la fantasía. Esos pubertos con espinillas después dieron el salto a la literatura convencional y se olvidaron de sus viejos ídolos. Ahora les gusta decir que se iniciaron con Proust, pero en realidad lo hicieron con J.J. Benítez, el autor del superventas Caballo de Troya. Benítez ha estado en la feria del libro de Bogotá, donde presentó una biografía suya y de paso dijo que ya, a los 75, está preparado para cruzar el umbral de esta vida. Eso sí, antes tiene que escribir tres o cuatro títulos más; en los 65 que ha publicado hasta ahora no le ha dado tiempo a decirlo todo.
Pregunta. Su vida es puro misterio desde el origen. Duda hasta de su madre.
Respuesta. La llamo mi supuesta madre. Desde pequeño sufrí malos tratos de su parte. Me pegaba de una manera muy violenta. Nunca me sentí querido por ella. Quizá me cambiaron al nacer. Es solo una sospecha, pero es muy intensa.
P. Su padre era chófer de la Guardia Civil.
R. Vivíamos en un cuartel de Pamplona. Mi padre era más alto que Dios, que no es fácil. Cuando mi supuesta madre quiso que yo fuera tornero, él se negó. Dijo que yo tenía que estudiar.
P. Estudió periodismo y empezó a trabajar en periódicos. ¿Cómo firmaba?
R. Al principio como Juan José Benítez, pero después lo acorté y me quedé con el J. J. Estuve en la Verdad de Murcia, en el Heraldo de Aragón y después en La Gaceta del Norte, en Bilbao. Allí, el redactor jefe me dio un teletipo y me dijo que lo investigara. Contaba que los vecinos de un pueblo de Burgos, Peral de Arlanza, habían visto un ovni. A mí no me había interesado jamás el asunto. Fui hasta allá pensando en las chuletas que nos íbamos a comer el fotógrafo y yo por el camino. Al llegar al pueblo me quedé muy impresionado.
P. Se encontró con el tema sobre el que giraría su vida.
R. Habían visto un objeto en forma de cigarro, con una luz blanca por encima. Recabé testimonios y todos coincidían. No hacía ruido, por lo que no era un helicóptero ni un avión. No era nada de este mundo. A partir de ese momento me ocupé de todas las investigaciones del fenómeno ovni, primero en España y después en cualquier país. Tras más de 20 investigaciones me di cuenta de que no estábamos solos en el universo.
P. ¿Por qué dejó el periodismo?
R. El Opus Dei tomó las riendas del periódico y me prohibió escribir de lo paranormal. ¿Qué hacía? Yo tenía 33 años y cuatro hijos. Dudaba. Me lancé a escribir libros, sin ninguna seguridad económica. Fui a una editorial y firmé un negocio leonino: tenía que escribir seis libros en un año.
P. En su vida ha escrito más de 60, ¡pero no se considera escritor!
R. Soy periodista. Escritor significa tener el don de la palabra, y yo no lo tengo. A mí me cuesta muchísimo escribir. Pero eso sí, tengo la disciplina del periodismo.
P. ¿Cuántos libros ha vendido?
P. Caballo de Troya había vendido ocho millones de ejemplares en 1992. Como poco, hoy serán 12 o 14. A mí no me lo han declarado, lo sé extraoficialmente.
P. Es amigo de la Reina Sofía. ¿Cómo surgió esa relación?
R. Ella es una persona con una mente muy abierta, y es muchísimo más inteligente que el Rey emérito. En el 74 fui a Perú a hacer unos reportajes sobre ovnis y al volver nos llamaron de la Zarzuela al director del periódico y a mí. Ella todavía era princesa. Fuimos a verla y pasamos tres horas contándole cosas. A partir de ahí pidió que la acompañara a los viajes oficiales. Estuve como 15 años viajando con ella. En una ocasión quiso tener una piedra grabada de Ica y fui a Perú a buscarla. Le conté lo que quería al director del museo de estas piedras y me regalaron una de 800 kilos. ¡No sabía cómo llevármela!
P. ¿Qué pensaba el Rey Juan Carlos de todo esto?
R. Era muy escéptico. Me contaron que un día caminaba por el jardín de la Zarzuela mirando esa piedra que yo traje y se dio una hostia contra un cristal por estar distraído. Se rompió el brazo. ¿A quién le echó la culpa? A mí.
P. Doña Sofía estaba empeñada en ver ovnis.
R. Tengo una historia asombrosa acerca de eso. En otro viaje a Perú ella me pidió hablar con un señores que decían tener contactos con los ovnis. Nos reunimos en un saloncito con ellos y a las dos horas, de repente, Sofía dice: ¿Yo puedo ver platillos? Silencio sepulcral. El jefe de la Casa Real, Sabino Fernández Campo, y yo nos miramos pensando: tierra trágame. A Sofía le parecía buena idea verlos en Nochebuena, que estaba toda la familia reunida en la Zarzuela. Uno de ellos agarró un teléfono negro de esos antiguos e hizo una llamada. Al volver dijo: claro, cuando usted quiera.
P. ¿Y qué pasó?
R. El 25 de diciembre de ese año llamé a Sabino y le pregunté si la familia real había visto algo. Me dijo que no, que había sido un desastre. Hasta las tres de la mañana estuvieron todos esperando en la terraza, muertos de frío. Me puse a investigar y descubrí que sí había habido ovnis esa noche, pero en El Pardo. Se lo dije a los Reyes y Juan Carlos me contestó: ¿qué pasa, que tus amigos no saben que ha llegado la democracia a España?
P. ¿Qué rencilla tiene con Iker Jiménez, el otro gran ufólogo de España?
R. Tuvimos una pequeña diferencia hace 20 años. Yo dije que en la luna había ruinas de una civilización antigua que había sido destruida. Él me acusó de inventármelo.
P. ¿Cómo le ha tratado la crítica literaria?
R. Mal. Yo al principio de mi carrera rezaba para que EL PAÍS me hiciera una crítica, ahora rezo para que no me la haga.
P. La muerte de su esposa, Blanca, ha sido un punto de quiebre en su vida.
R. No me he recuperado. No soy un zombie, pero casi. Le diagnosticaron cáncer y duró 285 días. De la noche a la mañana me encontré sin manos ni piernas. Llevábamos 39 años juntos. Ya no tengo ningún interés por la vida. Te tienes que recomponer o te suicidas. Y como el suicidio no entra en mis parámetros, pues no tengo más remedio que seguir. Yo creo que sigue viva.
P. ¿Disculpe?
R. Que está viva. Me imagino que en otra dimensión, en otro lugar que no alcanzamos a comprender ni ver. Todos los que pasan al otro lado siguen vivos físicamente.
P. ¿Por eso dice que no le importaría morirse ya?
R. Sí, el único problema que tengo es que me quedan algunas cosas por escribir, tres o cuatro libros más. Son revelaciones que tienen que salir a la luz, pero si no fuera por eso me iba sin dudarlo. ¿Dónde hay que firmar?
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