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‘Las perlas’, cuanto más lejos, mejor

Al juntar perlas propias y ajenas, se podrían hacer largos collares y eso es, en cierto modo, lo que ocurrió unos días atrás cuando una usuaria de X advirtió que, de vivir sola, era mejor ocultarlo: “Ojo con decirle a un hombre hoy en día que vives sola, porque te quieren invitar a salir a tu casa y cenar con tu comida”

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La perla, la canción de despecho de Rosalía, va camino de convertirse en la más cantada de su nuevo álbum por los dardos que permite arrojar contra exparejas que nos decepcionaron. ¿Quién no cuenta en su biografía amorosa con “un terrorista emocional”, alguie...

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La perla, la canción de despecho de Rosalía, va camino de convertirse en la más cantada de su nuevo álbum por los dardos que permite arrojar contra exparejas que nos decepcionaron. ¿Quién no cuenta en su biografía amorosa con “un terrorista emocional”, alguien que merece “un monumento a la deshonestidad”, al que “si le pides ayuda desaparecerá”? Al juntar perlas propias y ajenas, se podrían hacer largos collares y eso es, en cierto modo, lo que ocurrió unos días atrás cuando una usuaria de X advirtió que, de vivir sola, era mejor ocultarlo: “Ojo con decirle a un hombre hoy en día que vives sola, porque te quieren invitar a salir a tu casa y cenar con tu comida”. El tuit se viralizó y recibió casi 2.000 respuestas, en su mayoría de mujeres que mostraban capturas de conversaciones de hombres que se ofrecían a ir a visitarlas para que les cocinasen algo rico o que reconocían que preferían ir a la casa de ella que no a la de él, porque la suya tenían que limpiarla.

“Para el mediodía quiero un puchero”, puede leerse en una de las conversaciones compartidas. “Jajajajaa. Ni estoy en casa a esa hora. ¿No tenés mamá que te haga puchero?”, le responde ella. “¿Qué vas a cenar?”, pregunta otro y, tras la respuesta de milanesa con puré, pregunta que cuándo va a cocinar para él. “Esa es mi comida favorita”, responde un hombre a la historia de una conocida. Cuando ella le dice que le quedó muy buena, él le pide que le prepare un tupper y lo pasa a buscar. “A mí uno que vivía solo, me invitó a su casa para le cocine y lo ayude a limpiar”, dice otro de los comentarios. “Mi casa es un quilombo“, se justifica un hombre para que la supuesta cita sea en casa de la mujer. “Si querés me haces masajes, dormimos y mañana te la doy”, se lee en la captura de otra tuitera.

El torrente de mensajes se convirtió en una catarsis para numerosas mujeres, en especial las que eligen estar sin pareja y se sienten cuestionadas por ello. “No salen de lo de sus padres hasta que encuentran a una mujer con quien vivir y que sustituya las labores domésticas de la madre. ¿Y se cuestionan porque elegimos ser solteras?”, se preguntaba una. En Argentina, el 25% de los hogares son unipersonales, el doble que hace tres décadas. La natalidad, además, se ha desplomado un 40% en los últimos diez años.

El cambio cultural que supuso la incorporación masiva de las mujeres en el mercado laboral no ha ido acompañado de una distribución equitativa de las tareas del hogar. Las mujeres que viven solas dedican más tiempo a limpiar, lavar la ropa y cocinar que los varones solteros, quienes le escapan todo lo que pueden, según un estudio del demógrafo Joan García Román publicado en la revista Demographic Research con datos de 19 países. Hay diferencias entre ellos —con Italia en la cima y Estados Unidos en la base—, pero ninguno en el que los varones dediquen más tiempo que ellas al trabajo no remunerado.

Al ponerse en pareja, el tiempo que dedican a la casa debería reducirse para ambos, pero no es así: el estudio de García Román señala que las mujeres aumentan en ese momento la carga horaria que destinan a estas tareas y los hombres, en cambio, la disminuyen. A la vista de esos datos, la sensación de estafa entre muchas mujeres resulta fácil de entender.

En América Latina, la desigualdad es notable. Según los cálculos de la Cepal, las mujeres de la región dedican un 19,6% de su tiempo al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, en comparación con el 7,3% de los hombres. El futuro para las nuevas generaciones no presenta cambios significativos: las niñas y adolescentes latinoamericanas dedican, en promedio, siete horas semanales más que sus pares varones al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, de acuerdo a los datos de Unicef. En los hogares más pobres, esa brecha casi se duplica. “Estas desigualdades les quitan tiempo para ser niñas, y condicionan sus oportunidades en el presente y el futuro”, afirmó Roberto Benes, director regional de Unicef.

Las mujeres tienen cada vez menos paciencia con los varones que intentan vivir a su costa y evadir los quehaceres domésticos. “Siempre se autoinvita, si puede vive en casa ajena. Red flag andante, tremendo desastre”, canta Rosalía. A esos perlas, cuanto más lejos, mejor.

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