¿'Papá Washington’ se fue de casa?

USAID es reconocido a escala global como una fuerza positiva y el frenazo en seco de todos los programas genera un gran daño

Una bandera estadounidense y una bandera de USAID en Washington, el 1 de febrero de 2025. Annabelle Gordon (REUTERS)

Una de las acciones más negativas que está tomando Donald Trump en política exterior es el desmantelamiento de la agencia estadounidense de cooperación internacional USAID, además de la salida de organismos multilaterales claves, en los que Washington era el líder.

Lo que está sucediendo es un cambio de paradigma absoluto de Estados Unidos en su papel como actor internacional. Está en todo su derecho. Aunque la novedosa narrativa de America First no es tan novedosa, lo que sí ha cambiado es que ahora actuará más en solitario y menos en equipo.

Estados Unidos ascendió oficialmente a superpotencia del mundo durante la Segunda Guerra Mundial. A partir de ahí, la mayor parte del planeta, especialmente el mundo occidental, ha sido moldeado desde la Casa Blanca. Los valores de la democracia global y el capitalismo promovidos por Washington se impusieron.

Estados Unidos lideró la derrota de Hitler en la Segunda Guerra Mundial con acciones tan decididas como la invasión de Normandía y las bombas nucleares en Hiroshima y Nagasaki. Pero al terminar la guerra, lideró la reconstrucción de Japón, durante la Ocupación Aliada liderada por el general estadounidense Douglas Mc Arthur y la de Europa Occidental —incluida Alemania— con el Plan Marshall: a todos los alineó consigo; gestó la creación de la OTAN con sus aliados europeos a través del Tratado del Atlántico Norte, también conocido como el Tratado de Washington por haberse firmado en esa ciudad, para asegurar la defensa colectiva de Estados Unidos y Europa y detener el avance del comunismo promovido por la Unión Soviética.

Estados Unidos también capitaneó la creación de la Organización de las Naciones Unidas y reforzó su fuerza en la diplomacia global ofreciendo a Nueva York como su sede; así como la Conferencia de Bretton Woods —en Estados Unidos— de la que nacieron el Banco Mundial —con sede en Washington— y el Fondo Monetario Internacional, también con sede en Washington, entidades todas en las que Estados Unidos es el gran líder en la práctica. De allí emergió el dólar como la moneda global por excelencia.

En 1946, recién terminada la guerra y a instancias del Senador William J. Fulbright, creó el reputado programa que lleva su apellido, para promover el entendimiento internacional y la diplomacia pero que es, muy especialmente, un gran vehículo de expansión de la cultura estadounidense en el mundo.

Luego llegó la siguiente fase. Ya como el gran vencedor de la Segunda Guerra Mundial y con las instituciones globales creadas y diseñadas con el liderazgo de Washington, desde finales de los 50 con el presidente Eisenhower y luego con John F. Kennedy, Estados Unidos empezó a expandir su “soft-power”, su poder suave, con el cual, además de ser el “policía del mundo”, logró afianzar sus valores, su cultura y sus productos en la mayor parte del globo, lo que prevalece hasta hoy.

En esta nueva fase se crearon los Cuerpos de Paz en 1961, que han operado en unos 140 países apoyando a países y comunidades en desarrollo y se establecieron organizaciones multilaterales como la Organización Internacional del Café con el objetivo de regular el comercio del café, del que Estados Unidos sigue siendo el mayor mercado, estabilizar los precios y fomentar la cooperación entre los más de 60 países productores y los consumidores.

La Alianza para el Progreso, creada por la Casa Blanca en 1961, tenía como finalidad estrechar la cooperación con América latina y —naturalmente— frenar el avance del comunismo en la región. También en 1961, el Congreso estadounidense aprobó la Ley de Asistencia Exterior o Foreign Assistance Act, con base en la cual la Casa Blanca creó la Agencia Internacional para el Desarrollo o United States Agency for International Development, USAID, encargada de administrar la ayuda internacional para el desarrollo económico, la asistencia humanitaria y el fortalecimiento de la democracia en el mundo. Y claro, contribuir a frenar la expansión del comunismo, lo cual ha hecho por 64 años, con 12 presidentes distintos, 6 demócratas y 6 republicanos.

He tenido la oportunidad de ver el trabajo de USAID de cerca en diferentes áreas y en varios países. En el caso de Colombia, como parte fundamental de la ejecución del Plan Colombia desde el año 2000, el programa bilateral más grande y exitoso de América latina, gracias al cual el país logró la seguridad y estabilidad que permitió las condiciones que condujeron al acuerdo de paz de 2016.

Desde la aprobación del plan en forma ampliamente bipartidista por el Congreso estadounidense y el diseño de los programas que lo componen, liderado por el presidente Andrés Pastrana en Colombia con los presidente Bill Clinton y George W. Bush; luego por el trabajo en seguridad que lideró el presidente Alvaro Uribe trabajando con los presidentes George W. Bush y Barack Obama, hasta llegar al acuerdo de paz alcanzado por el presidente Santos gestado e implementado cuando sus pares en la Casa Blanca eran Barack Obama y Donald Trump, USAID siempre ha estado ahí. Y sigue estando.

Como parte de la implementación del Plan Colombia, entre muchos otros, USAID apoyó el sistema de justicia con programas como las Casas de Justicia, cuya finalidad era mejorar el acceso a comunidades afectadas por el conflicto y la violencia, apoyó el entrenamiento y capacitación de jueces, la promoción de los derechos humanos y el trabajo con comunidades rurales para reducir los cultivos ilegales con desarrollo alternativo, por nombrar solo unos pocos. En la desmovilización que siguió al acuerdo de paz, USAID también fue un gran apoyo y ojala lo siga siendo.

Lo propio ha hecho con las comunidades cafeteras colombianas, compuestas por unas 550.000 familias a lo largo del país, apoyando proyectos económicos y sociales, al igual que en Africa y en el resto de América Latina.

El mundo occidental ha contado con el apoyo de Estados Unidos y su soft-power, y Washington lo ha usado para expandir su influencia global. Los miles de programas que apoya USAID en países en vías de desarrollo han sido fundamentales para que Estados Unidos mantenga su influencia, pero especialmente para llevar estabilidad, apoyar la democracia y salvar vidas.

El presidente Trump está en su derecho de replantear las prioridades de su país y reformar lo que sea necesario. Puede considerar que la cooperación internacional ya no es necesaria y que la guerra fría se acabó, o que no es responsabilidad del pueblo americano resolver los problemas globales y acabar con el componente suave de la influencia de su país en el mundo.

También es posible que una organización que opera en 130 países tenga ineficiencias o mucha burocracia en algunos de ellos. Es posible que revisar la eficacia de los 10.000 empleados y contratistas que maneja la agencia tenga sentido. Pero a nivel global USAID es reconocido como una fuerza positiva y el frenazo en seco de todos los programas (que ojalá no sea definitivo), y la reducción a solo 300 personas, ha generado un gran daño en muchos sitios en forma inmediata y ha minado innecesariamente la confianza con muchos aliados.

En el corto plazo, la mayor parte de los países se plegarán a la voluntad de Washington porque no tienen más opción. Pero en el mediano y largo plazo, si no se mantiene la cooperación internacional, el mundo tendrá que entender el mensaje de que “Papá Washington” se fue de casa y se tendrá que arreglar por su cuenta. O con el apoyo de un nuevo papá.

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