Jimmy Carter cumple 100 años: claves para entender el legado de un presidente centenario
El político originario de Plains, Georgia, es recordado por su concepto de liderazgo moral con el que gobernó Estados Unidos durante cuatro años
Jimmy Carter, el 39º presidente de los Estados Unidos, ha dejado un legado importante marcado tanto por su tiempo en el cargo como por su extensa vida después de la Casa Blanca. Como presidente de un solo mandato de 1977 a 1981, la Administración de Carter enfrentó importantes desafíos, pero su compromiso con los derechos humanos, la diplomacia y los temas medioambientales dieron forma a su Gobierno. Tras dejar la presidencia, se destacó como uno de los expresidentes más activos y respetados en la historia de Estados Unidos, dedicándose a esfuerzos humanitarios, la resolución de conflictos y la salud pública a través del Centro Carter. Este 1 de octubre se convierte en el primer presidente de Estados Unidos en llegar a los 100 años.
Presidencia
El tiempo de Carter en la Casa Blanca estuvo definido por varias políticas ambiciosas, muchas de las cuales se basaban en su creencia de la importancia del liderazgo moral. Una de sus principales iniciativas internas fue abordar la crisis energética del país, que era un problema durante los años 70 debido al embargo petrolero causado por las tensiones en Oriente Medio. El entonces mandatario implementó una política energética nacional destinada a reducir la dependencia del petróleo extranjero, fomentar la conservación de energía y explorar fuentes de energía renovables. Aunque sus propuestas enfrentaron resistencia del Congreso y del público, sentaron las bases para futuras políticas energéticas, en particular su impulso hacia la eficiencia energética y las fuentes de energía alternativas, que se mantienen relevantes en las discusiones medioambientales modernas.
Economía
En el ámbito económico, Carter heredó un país que luchaba con la estanflación, una combinación de alta inflación y desempleo, y su Administración tuvo dificultades para estabilizar la economía. Sus esfuerzos para reducir la inflación a través de políticas monetarias restrictivas obtuvieron resultados mixtos, lo que causó recesiones a corto plazo y derivó en consecuencias políticas negativas. Al final de su mandato, la inflación y las tasas de interés seguían siendo altas, lo que contribuyó al sentimiento de frustración nacional y desempeñó un papel importante en su derrota frente al republicano Ronald Reagan en las elecciones de 1980. A pesar de estas dificultades económicas, Carter pudo reclamar algunos logros, como la creación de casi ocho millones de empleos durante su mandato y las mejoras en el déficit federal.
Política exterior
El legado del político es más recordado por su enfoque en los derechos humanos y la diplomacia. A principios de su presidencia, hizo de los derechos humanos un pilar de la política exterior de Estados Unidos, a menudo presionando a gobiernos autoritarios para que mejoraran el trato hacia sus ciudadanos. Este enfoque fue innovador en ese momento, aunque tensó las relaciones con algunos aliados de Estados Unidos, especialmente en el contexto de la Guerra Fría. Su dedicación a los derechos humanos fue más evidente en su manejo de las relaciones con América Latina y su impulso para los tratados del Canal de Panamá, que transfirieron con éxito el control del canal a Panamá, poniendo fin a un capítulo conflictivo en las relaciones entre Estados Unidos y ese país.
Uno de sus logros más importantes en política exterior fueron los Acuerdos de Camp David, que lograron la paz entre Egipto e Israel después de años de hostilidad. A través de intensas negociaciones durante 12 días en 1978, Carter logró un acuerdo entre el presidente egipcio Anwar Sadat y el primer ministro israelí Menachem Begin, que resultó en el primer tratado de paz entre Israel y un país árabe. Este acuerdo sigue siendo uno de los éxitos diplomáticos más importantes en Oriente Medio, aunque no condujo a una paz más amplia en la región, como Carter esperaba. Aun así, le valió elogios internacionales y consolidó su reputación como mediador.
Sin embargo, la política exterior de Carter también enfrentó serios contratiempos. La Revolución Iraní de 1979, seguida de la crisis de los rehenes en Irán, resultó ser un punto de inflexión en su presidencia. Después de que revolucionarios iraníes tomaran la embajada de Estados Unidos en Teherán y capturaran a 52 estadounidenses, la Administración de Carter luchó por asegurar su liberación. Una misión de rescate fallida en abril de 1980, en la que murieron ocho militares estadounidenses, dañó aún más la credibilidad de su administración. Los rehenes finalmente fueron liberados el día en que Carter dejó el cargo en enero de 1981, lo que fue percibido como un final simbólico para su compleja presidencia.
Después de la presidencia
A pesar de los desafíos que enfrentó en el cargo, la vida posterior de Carter es considerada como una de las más activas y con más impacto en la historia de Estados Unidos. En 1982, Carter y su esposa Rosalynn fundaron el Centro Carter, una organización sin fines de lucro enfocada en los derechos humanos, la resolución de conflictos y la salud pública. A través de esta organización, Carter se convirtió en un defensor global de la democracia y los derechos humanos, y sirvió como mediador en conflictos internacionales y promoviendo elecciones justas en países en desarrollo. De acuerdo con datos oficiales, el Centro Carter ha supervisado más de 100 elecciones en todo el mundo, lo que ayudó a garantizar la transparencia y la equidad en países en transición hacia la democracia.
Uno de los logros más reconocidos del Centro Carter ha sido su esfuerzo por erradicar la dracunculosis, una enfermedad parasitaria que afectaba a millones en países en desarrollo. Carter se interesó personalmente en esta causa y, a través de las iniciativas de salud del centro, la dracunculosis ha estado cerca de ser erradicada, con menos de 100 casos reportados anualmente para la década de 2020.
Carter también continuó con sus esfuerzos diplomáticos después de dejar la Casa Blanca, y actuó como enviado no oficial en varios conflictos globales. Desempeñó papeles clave en la mediación de disputas en países como Corea del Norte, Haití y Sudán, y a menudo fue buscado por líderes extranjeros por su capacidad para negociar y resolver cuestiones internacionales complejas. Su disposición a entablar diálogos con figuras y regímenes controvertidos, aunque a veces criticada, demostró su creencia en el diálogo en lugar de la confrontación como un camino hacia la paz.
Además de su trabajo en el Centro Carter, Carter se involucró con Habitat for Humanity, una organización sin fines de lucro dedicada a construir viviendas asequibles para quienes lo necesitan. Él y Rosalynn pasaron muchos años como voluntarios de la organización, y dieron ayuda personalmente a construir casas para familias de bajos ingresos en los Estados Unidos y en todo el mundo.
El compromiso de Carter con su fe y sus principios morales también han definido sus últimos años. Se mantuvo como miembro activo de la Iglesia Bautista Maranatha en Plains, Georgia, y fue docente en la escuela dominical hasta bien entrados sus 90 años. Sus libros, incluidos varios de memorias y reflexiones sobre la fe, reafirman su creencia de que el servicio público es una forma de deber moral. En 2002, Carter recibió el Premio Nobel de la Paz en reconocimiento a sus décadas de esfuerzos para promover la paz y los derechos humanos, un honor poco común para un expresidente.
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