Crítica

‘Death to 2020’: Encuéntrele la gracia a estos 12 meses

Un falso documental a rebosar de famosos recrea “el año más histórico de la historia” con la promesa de hacernos reír en el camino

Tracey Ullman en un instante de 'Death to 2020'.Keith Bernstein (NETFLIX)

Decía Clarice Lispector que nadie sale de la cárcel riéndose. El final de una desgracia forma aún parte de la desgracia en crudo y el alivio, por mucho empeño que se le ponga, no va a llegar hasta que quiera el tiempo. Lo que pretende Death to 2020, un invento para el que Netflix ha contratado a Charlie Brooker y Annabelle Jones...

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Decía Clarice Lispector que nadie sale de la cárcel riéndose. El final de una desgracia forma aún parte de la desgracia en crudo y el alivio, por mucho empeño que se le ponga, no va a llegar hasta que quiera el tiempo. Lo que pretende Death to 2020, un invento para el que Netflix ha contratado a Charlie Brooker y Annabelle Jones, los creadores de Black Mirror, es, por desgracia, que salgamos de 2020 riéndonos. El plan es coger a cuantos más famosos mejor, caracterizarlos de eminencias en diferentes especialidades y juntarlos en un falso documental, donde entre todos reconstruyen “el año más histórico de la historia” para un público, en el fondo, igualmente falso: alguien que necesite que le cuenten qué ha ocurrido en los últimos meses. Está Samuel L. Jackson como periodista de prestigio, juzgón y agotado; Hugh Grant hace de historiador excéntrico de esos que puntúa sus frases asintiendo y parpadeando muy rápido; Leslie Jones, como una psicóloga comportamental, representa a los oprimidos (mujeres y negros) y Lisa Kudrow hace de cobista de Trump a la imagen y semejanza de Kellyanne Conway. La genial Tracey Ullman interpeta a la reina Isabel II.

El programa justifica su existencia haciendo humor. Hay chistes sobre la pandemia, la cuarentena y la vacuna; el impeachment de Trump y su derrota; el auge del fascismo y de Black Lives Matter; las muertes de Ruth Baden Ginsburg y el general Soleimani. Evidentemente se puede hacer humor de todo esto. Pero antes hay que saber dónde está la gracia. Death to 2020 salta del insulto juvenil a la crítica social y del absurdismo al chascarrillo de tuitero, en una serie de chistes que en su mayoría ya se han hecho antes, muchas veces y mucho mejor, en redes sociales. ¿Eso de que las elecciones de EE UU parecían el final de temporada de una serie? Está ahí. ¿Que 2020 no lo podría escribir un guionista? También. El programa rebaña humor de donde puede y cambia sus propias normas constantemente para ello. A veces la gracia es contar un acontecimiento real a secas, pero a veces la gracia es exagerarlo. Tanto se analiza la incompetencia política como se inventa. La inteligencia, ideología y credibilidad de los expertos también varía en cada escena (esto lo sufren Samuel L. Jackson y Hugh Grant sobre todo; Kudrow y Jones están impecables). Death to 2020 no parece saber dónde está la gracia de 2020.

Sin embargo, cuando se habla de la muerte de George Floyd y de Black Lives Matter, las bromas se detienen sabiamente. Para compensarlo, el programa se da a la ciencia ficción. Boris Johnson pide que se transplante su alma al cuerpo de un hombre negro, cosa que se logra. Pero ahora los periodistas empiezan a mirarle diferente. “Tú no eres de aquí, ¿verdad?”, le preguntan en rueda de prensa. “Agente, detenga este hombre”, grita otro en cuanto oye a Johnson expresarse en sus habituales incoherencias. El científico responsable del transplante admite: “Tuvimos que devolver a Johnson a su cuerpo original para que pudiera continuar gobernando desde la consagrada y familiar incompetencia blanca”. Quizá haya en ese fino momento la pista de un especial que hubiera funcionado. Algo despegado de la realidad, poco obvio, que sepa que nos queremos reír pero no en la puerta de la cárcel.

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