Ideas para descarbonizar la economía

Cooperativas energéticas, hidrógeno verde o economía circular son pilares para imaginar un futuro mejor. O un futuro a secas

Cientos de activistas ecologistas piden en París un 100% de energías renovables, en una imagen de 2019.BENOIT TESSIER (REUTERS)

Reducir las emisiones de carbono, descarbonizar, es uno de los grandes retos que la especie humana tiene por delante, no tanto para salvar el planeta, sino para salvarse a sí misma. La última Cumbre Mundial del Clima (COP26), celebrada en Glasgow, nos ha dado el último aviso: los esfuerzos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y frenar el Cambio Climático no son suficientes, y el tiempo se acaba. La tarea es hercúlea y afecta prácticamente a todas las facetas de nuestra vida: cómo nos movemos, có...

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Reducir las emisiones de carbono, descarbonizar, es uno de los grandes retos que la especie humana tiene por delante, no tanto para salvar el planeta, sino para salvarse a sí misma. La última Cumbre Mundial del Clima (COP26), celebrada en Glasgow, nos ha dado el último aviso: los esfuerzos para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y frenar el Cambio Climático no son suficientes, y el tiempo se acaba. La tarea es hercúlea y afecta prácticamente a todas las facetas de nuestra vida: cómo nos movemos, cómo nos alimentamos, cómo consumimos, etc. Nos enfrentamos un cambio en todos los órdenes, no solo económico, sino también vital y cultural. Hay que cambiar el sistema.

Pero si hay que cambiar el sistema, también hay que cambiar la energía que alimenta el sistema. Uno de los retos más acuciantes es el del aumento del porcentaje de uso de las energías renovables frente a los viejos combustibles fósiles. ¿Cómo será la energía de ese futuro que ya tiene que llegar? “Será limpia, más barata, y estamos debatiendo si será más o menos cooperativa”, dice Jorge Morales, director de Próxima Energía, “está por ver si va a seguir en manos de unos pocos o todos vamos a ser copropietarios”. Es un tema de vital importancia, sobre todo teniendo en cuenta el drama económico que en los últimos meses hemos sufrido al ver cómo la factura de la luz subía sin encontrar techo. Para Morales es importante que la regulación sea favorable al cooperativismo, y también hace falta que haya un cambio cultural: en los países del sur de Europa, como España, eso de asociarse y colaborar con los demás no es tan natural como en los países del norte de Europa.

Además, las energías renovables están produciéndose en plantas de gran extensión que se engullen a pequeñas localidades que, comprensiblemente, oponen protesta y resistencia. Estas grandes plantas hacen que el proceso de descarbonización sea más rápido que poner una placa fotovoltaica en cada tejado (y tenemos que ser rápidos), pero crea este tipo de problemas sociales. Es un equilibrio difícil. En cuanto al plano económico, la generación de renovables es cada vez menos costosa. “Lo que es necesario es que ese abaratamiento en los costes se refleje en la factura de los consumidores cosa que no siempre ocurre”, señala Morales, “Es responsabilidad del regulador conseguir que esto ocurra: no hay suficiente competencia”.

La buena noticia es que cada vez es más factible ser autónomo energéticamente, no pagar luz, no pagar el gas para la calefacción, no pagar la gasolina del coche. Las placas fotovoltaicas y las baterías cada vez más desarrolladas, una vez enterrado el llamado impuesto al sol, la aerotermia o la geotermia, son una inversión importante, pero que se puede recuperar cada vez más rápido, sobre todo con ayuda de subvenciones gubernamentales. “Hace años era inviable”, dice Morales, “hoy puede ser una inversión de 50.000 euros, pero que ahorra 5.000 al año, se amortiza en un tiempo razonable”. Tocar el bolsillo de la ciudadanía puede ser un mejor argumento para la sostenibilidad energética que el ecologismo.

No solo el recorte de emisiones colabora a la descarbonización. También los biocombustibles, la electrificación, la captura de C02 o el hidrógeno verde. Este último es estudiado por María Retuerto, investigadora del Instituto de Catálisis y Petroleoquímica del CSIC: “El hidrógeno no es una fuente de energía, sino un vector. En el hidrógeno se puede almacenar el excedente de energía renovable y luego utilizarlo como combustible”, explica la científica. Lo de “verde” significa que se produce sin emisiones, frente a otros hidrógenos (grises, marrones, azules) que se producen de manera no sostenible y que son responsables del 2% de las emisiones globales de C02.

“No solo importa generar energía limpia, sino saber almacenarla”, añade Retuerto. El hidrógeno verde tiene aplicaciones en multitud de sectores: siderurgia, fertilizantes, química, transportes, etc. Producir hidrógeno verde se puede hacer mediante procesos que separan el hidrógeno del oxígeno en el agua e implican luz, calor o electricidad (el que investiga Retuerto). El camino al futuro pasa por aumentar la eficiencia y disminuir el coste de los materiales utilizados, que son materiales críticos. “El desarrollo del hidrógeno verde tiene que ser una apuesta a corto plazo”, dice Retuerto, “ya se han empezado a recibir fondos europeos para este tipo de investigaciones y pueden ser de gran ayuda”.

La economía del futuro será circular o no será. La economía circular es la que no concibe los residuos como basura de la que deshacerse sino como nuevas materias primas que utilizar. Un círculo virtuoso donde todo se aprovecha. Es lo que practican desde la iniciativa Gravity Wave que trata de limpiar el mar Mediterráneo de residuos plásticos. “Trabajamos con los pescadores tradicionales (la red Enaleia), para que no solo pesquen peces: les pagamos por cada kilo de plástico que nos traen”, explica Amaia Rodríguez Sola, CEO y cofundadora de Gravity Wave. En los mares encuentran plásticos, pero también lavadoras, ruedas de tractor, barcos naufragados, impresoras, etc. Donde otros ven basura ellos ven oportunidad. El reto es de imaginación: pensar qué pueden construir para darle nueva vida a esos objetos en forma de muebles, complementos, elementos decorativos, etc. Ya han sacado casi 10.000 kilos de plástico de entre las olas.

Cada año llegan al mar 260 millones de toneladas de plásticos, según la consultora McKinsey & Company, solo se reciclan un 9%. Gran parte del resto se acaban erosionando hasta convertirse en microplásticos que entran en los peces y llegan a nuestro organismo, con consecuencias por aún conocer del todo. “Los mares son los grandes olvidados, en la COP26 apenas se han mencionado, no se están protegiendo, no vemos soluciones a nuestro alrededor acabar con el plástico en el mar”, concluye Rodríguez Sola, “necesitamos datos reales sobre el daño del plástico y evitar que el plástico siga entrando. Las empresas no deben solo pensar en reducir sus emisiones sino en reutilizar sus residuos: eso es fundamental para la descarbonización”.

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