Ir al contenido

Las secuelas mentales de la dana en la infancia: “El barro sigue en la vida de muchos niños”

Un informe de Save the Children revela afecciones en la salud psicológica de los menores, como problemas para dormir o miedo a la lluvia. La reconstrucción no sitúa sus necesidades en el centro, denuncia la ONG

Un año después de la dana, sus secuelas siguen presentes, sobre todo en los más pequeños. Así lo refleja el informe Con el barro en la mochila, publicado este lunes por Save the Children y la Universidad de Valencia. “Aunque el barro ya no esté en las calles, sigue en la vida de muchos niños y niñas”, señala Rodrigo Hernández, director de la organización en la Comunidad Valenciana. Según el estudio, uno de cada cuatro niños tiene problemas para dormir (24,3%) y un tercio siente miedo cuando llueve (30,6%). Los autores critican que la reconstrucción no contemple las necesidades específicas de la infancia.

Mari Carmen, madre de una niña y afectada por la dana, recuerda: “La vida nos cambió radicalmente, pasamos de tenerlo todo a perderlo todo”. Su casa, en un bajo, y su negocio quedaron destruidos. Durante días, ella y su familia limpiaron barro sin descanso. Muchas otras familias pasaron semanas encerradas con sus hijos, sin colegio ni espacios seguros. Mientras los padres intentaban recuperar sus vidas, limpiar y buscar trabajo, los niños permanecían a menudo aislados en sus hogares.

Rodrigo Hernández señala que, desde el inicio, los padres manifestaban que la salud mental de sus hijos era una de sus mayores inquietudes. Actualmente, casi la mitad (45,7%) afirma que lo que más les preocupa sigue siendo el estado emocional de sus hijos. Las principales necesidades educativas detectadas son la reparación de las escuelas (57,7%) y el apoyo psicosocial para los alumnos (50,1%).

El estudio recoge los testimonios de 2.349 familias con niños y adolescentes, la mayoría (92%) procedentes de la zona cero, la más afectada. La dana de octubre de 2024 causó 229 muertes —nueve eran menores—, dañó 16.000 viviendas y afectó a 200.000 niños y niñas. Casi el 15% de las familias que participaron en el estudio perdió su vivienda. Hoy, la falta de empleo y de poder adquisitivo sigue siendo una realidad para miles de hogares, con consecuencias directas en la infancia.

El trauma invisible

El miedo a la lluvia se ha convertido en una constante para muchos niños. Mari Carmen cuenta que su hija, como otros, no quiere salir cuando empieza a llover. “Preguntan si va a volver a pasar”. Según Hernández, desde los primeros días, las familias mencionaban las pesadillas, el miedo al agua y los cambios de comportamiento de sus hijos, síntomas que en muchos casos aún persisten.

El estudio apunta que muchos niños presentan ansiedad, estrés y dependencia de las pantallas como vía de escape. Entre los adolescentes destacan las dificultades de concentración (12,4%), el mayor uso de dispositivos electrónicos (11%) y la tendencia al aislamiento social (7%).

Además, el documento advierte de que “el acompañamiento social y emocional de niños y adolescentes ha sido muy deficiente”. Hernández reconoce que “el apoyo existe, pero hay que reforzarlo, porque las secuelas del trauma pueden aparecer meses después”. En la misma línea, la psicóloga de Save the Children, Noelia Moya, subraya que, si no se abordan a tiempo los problemas que ya han desarrollado, pueden derivar en trastornos más graves, como estrés postraumático. Por lo tanto, trabajar la prevención es lo ideal, con un acompañamiento multidisciplinar y la coordinación de varios profesionales.

Los colegios, más que aprendizaje

“Cuando volvieron las clases fue como volver a respirar, los niños necesitaban esa rutina”, recoge el testimonio de una madre en el informe. Para Save the Children, en situaciones de crisis, el colegio no solo enseña: ir a la escuela también ayuda a recuperar el sentido de normalidad y esperanza. Pero durante semanas, las aulas permanecieron cerradas y los niños no tenían la posibilidad de jugar, hablar o relacionarse con otros.

La mitad de las familias (52,4%) reconoce que sus hijos e hijas han sufrido un retraso en el aprendizaje, apunta el informe. Actualmente, aunque el curso escolar comenzó con retraso, todos los alumnos han vuelto a estar escolarizados. Sin embargo, algunos centros siguen en espacios provisionales y otros permanecen cerrados. El director de Save the Children cuenta que ocho colegios fueron totalmente destruidos y ahora están en barracones “con las condiciones que se supone”. En algunos lugares, los niños han tenido que desplazarse a otros centros de estudios.

Para él, la recuperación de la infancia debe empezar precisamente en las escuelas: “El colegio no es solo el lugar donde se aprenden matemáticas, es donde vemos cómo están los niños, donde pueden hablar, jugar y disfrutar del comedor”. La pérdida de este espacio fue otro de los impactos. La organización apunta que, cuando ocurrió la dana, había 18.000 niños y adolescentes perceptores de beca comedor.

El impacto va más allá de las aulas: el 45,4% de las familias afirma que sus hijos han dejado de practicar deporte; el 28%, actividades al aire libre; y el 25%, recreativas y culturales. “La pista del polideportivo está arreglada, pero no hay vestuarios y los padres no pueden entrar”, cuenta Mari Carmen. La organización lamenta que muchos de los espacios para uso de niños y adolescentes sigan sin estar rehabilitados.

Ayudas que no alcanzan

El estudio recoge que cuatro de cada cinco familias (80,3%) residentes en los municipios de la zona cero viven en edificios aun con reparaciones pendientes o en viviendas muy afectadas. “Las ayudas no cubren ni la mitad de lo que hemos perdido”, lamenta otra madre. La organización destaca la importancia de las prestaciones sociales como algo que ha funcionado, así como las redes de apoyo, pero también advierte del aumento de la pobreza y de la pérdida generalizada de poder adquisitivo.

María Jesús Perales, profesora de la Universidad de Valencia y coautora del informe, explica que las familias con más recursos han podido recuperarse antes: aquellas con segundas residencias, medios para cambiar a sus hijos de escuela o contratar apoyo doméstico. En cambio, las más vulnerables —especialmente las que están en situación irregular— enfrentan mayores dificultades. Un cuarto de las familias percibe su hogar como menos seguro, y solo el 40% de las que tienen uno o dos hijos puede ahorrar para los próximos dos meses; entre las que tienen tres o cuatro, la cifra cae al 20%.

Además, para Hernández, el objetivo no puede ser solo reconstruir, sino prepararse para lo que vendrá: “Calculamos que cada menor de la Comunidad Valenciana vivirá al menos un fenómeno climático extremo al año. Por eso, debemos asegurar espacios protegidos para la infancia desde el principio”. Para Hernández hay algo fundamental: “Devolverles parte de la infancia que el agua se llevó”.

Más información

Archivado En