Puerto Naos, de centro turístico a pueblo fantasma por el gas del volcán de La Palma
Las casas y calles se libraron de ser engullidas por la lava, pero sus 1.600 habitantes siguen sin poder regresar a sus hogares por las emanaciones tóxicas de dióxido de carbono. Un proyecto piloto trata de extraerlo más rápido
La vida se detuvo en Puerto Naos aquel domingo 19 de septiembre de 2021. La erupción del volcán de La Palma provocó la evacuación masiva de muchas zonas. Muchos perdieron sus casas y sus barrios. Los 1.600 habitantes...
La vida se detuvo en Puerto Naos aquel domingo 19 de septiembre de 2021. La erupción del volcán de La Palma provocó la evacuación masiva de muchas zonas. Muchos perdieron sus casas y sus barrios. Los 1.600 habitantes de la pequeña localidad costera de Puerto Naos y del asentamiento de La Bombilla (municipio de Los Llanos de Aridane, en La Palma) las conservan, pero siguen sin saber si algún día podrán regresar a ellas, más de año y medio después del estallido.
El motivo radica, según los científicos del Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan) y del Instituto Geográfico Nacional (IGN), en una cámara magmática de grandes proporciones ubicada a unos cinco kilómetros de profundidad, la cual, durante su enfriamiento, emana gases —sobre todo dióxido de carbono (CO₂)— que llegan a los núcleos poblacionales a través de fracturas subterráneas. Los niveles normales en la atmósfera de este elemento están en el entorno de las 410 partes por millón (ppm). En muchos de los garajes de la zona se están registrando concentraciones de hasta 500.000 ppm. En otras zonas de la localidad, como en la llamada Playa Chica, los medidores de los científicos disparan sus molestas alarmas incluso durante un paseo a 10 metros de la costa, en medio de una suave brisa marina. “¿Ves? Aquí nos da 7.000 ppm”, explica Pedro Hernández, geoquímico de Involcan. “Con concentraciones muy altas te puedes quedar en el sitio rápidamente, pero ahí te das cuenta y por lo general puedes salir huyendo. Las concentraciones bajas, sin embargo, no se perciben y no son letales en el momento, pero causan lesiones neurológicas y cardiovasculares a medio plazo”.
Amenazantes carteles, vallas y guardias de seguridad constituyen la nueva bienvenida a este soleado enclave a pie de mar. Una vez en el interior, Puerto Naos se asemeja a la clásica producción cinematográfica que crea tétricas ciudades abandonadas tras una catástrofe. Las calles están vacías; los locales comerciales, cerrados a cal y canto. Muchos de ellos con gruesos montículos de ceniza proveniente de la erupción. A veces, la tranquilidad es interrumpida por un vecino que ha obtenido el preciado código QR que le da acceso a la zona, siempre acompañado por un bombero que previamente mide los niveles. Más abajo, en el paseo costero, un gato delgado de pelo ralo se pega a los visitantes en busca de comida. “Estaba gordito y tenía mal genio porque todo el mundo quería acariciarlo”, recuerda cuando ve una foto la artista Eva Lilith Pereda, que vivía y trabajaba en Puerto Naos. “Iba de diva”.
Mediciones
Muchas de las viviendas y los garajes están abiertos para que los científicos consulten regularmente los medidores de Involcan y el IGN. “Entra hasta la mitad de la rampa”, reta Hernández con una sonrisa maliciosa mientras señala un aparcamiento subterráneo. A los cinco metros pregunta: “Notas el calor en los pies, ¿no? Pues ahora, agáchate y tócatelos”. El mareo y el ardor en los pulmones son instantáneos nada más doblar la espalda. “¡Sal, corre!”, exclaman en ese momento el geoquímico y Tony, su ayudante. El leve malestar no se acaba una vez al aire libre: entonces empieza una sensación de abotargamiento y una leve taquicardia. “Pues imagínate vivir con esto. La gente no quiere entender que esto es muy peligroso...”. Las mascarillas no son de utilidad, explica el científico. Para protegerse, haría falta un equipo de respiración autónomo.
La mayor parte de los residentes lo entienden. Hay, sin embargo, un grupo de vecinos que reclama su derecho a vivir ahí. “¿Por qué no se puede convivir con el gas?”, grita con enfado el dueño de una pizzería cerca de Playa Chica que rehúsa dar su nombre. Está embalando sus cosas para dejar el local. En el asentamiento costero de la Bombilla, la situación es incluso más grave, dado que un grupo de vecinos ha regresado a sus casas pese a encontrarse en zona de exclusión. “Sé que no es fácil gestionar algo así”, explica vía WhatsApp Eulalia Villalba, Laly, propietaria de El Bucanero, en pleno paseo marítimo. “Quizás podrían dar algo más de información, gestionarlo mejor”. “Esto es muy desagradable”, completa Pereda. “Pero comprendo que a los políticos les dé miedo la responsabilidad de firmar algo que les pueda acarrear consecuencias si pasa algo...”.
Más de año y medio después de la irupción del volcán, el 28-M dio un vuelco político en la isla. Coalición Canaria arrebató al PP la Alcaldía de Los Llanos de Aridane. Los conservadores habían logrado cuatro años antes la mayoría absoluta. En el Cabildo, el pacto PP-PSOE sucumbió ante el exalcalde de El Paso, Sergio Rodríguez (CC), quien no necesitará apoyos para gobernar. En su primer discurso, Rodríguez asumió “un compromiso personal e institucional” para hacer cuanto esté en sus manos para tratar de revertir la situación, “invirtiendo cuantos recursos sean necesarios para este fin”.
Hay aspectos, sin embargo, que escapan a la acción política. “La duración de este proceso es imprevisible, y el que diga que sabe algo, miente”, espeta Hernández. “Durará mientras el contenido de la cámara magmática continúe su enfriamiento”, explicó recientemente la subdirectora del IGN, Carmen López. Existe, sin embargo, un pequeño rayo de esperanza. Este julio se ha puesto en marcha un proyecto piloto ejecutado por una empresa de La Palma, supervisado por Involcan y el IGN y financiado con tres millones del Gobierno central, que consiste en dos conducciones en el garaje de un edificio: uno para la extracción de CO₂ y otro que introduce aire limpio con ventiladores que renuevan el aire siete veces cada hora. Este sistema, aún en fase experimental, es capaz de bajar la cantidad de dióxido de carbono desde más de 300.000 ppm hasta niveles por debajo de 3.000 ppm. La cantidad está por encima del umbral permitido, pero sí podría hacer habitables los pisos superiores.
El sistema de extracción, sin embargo, cuenta con sus desventajas. La primera, el gas retorna rápidamente si se apagan los motores. Segundo, resulta imprescindible llenar las fachadas de tuberías que afean los inmuebles. Y tercero (y más importante), el ensordecedor ruido que harán decenas de motores funcionando día y noche. “El ruido es horroroso, pero quiero pensar que con él recuperaré mi casa algún día”, afirma Grisel. Ella trabajaba en la única gasolinera que se llevó por delante el volcán (en el barrio de La Laguna) y aún reside en un hotel a la espera de que le asignen “un container”, uno de los contenedores habilitados como solución habitacional por el Gobierno de Canarias. “Viví cuarenta y pico años en esta casa, la compró mi padre”, recuerda mientras trata de poner orden entre el caos de su domicilio. “Todo este tiempo me he repetido para animarme: ‘Yo tengo una casa, yo tengo una casa”.