El deseo sexual menguante
Las relaciones amorosas son mucho más igualitarias y libres, pero eso no se traduce siempre en mayores posibilidades de goce
Hubo un tiempo en que la sexualidad se ahogaba en la represión, ya fuera dictada por las rígidas convenciones sociales o por la interiorización de unas normas morales que demonizaban el sexo. Costó mucho alcanzar un marco de libertad sexual sin tabúes ni prejuicios. Ahora, las relaciones amorosas son mucho más igualitarias y libres, pero la mayor libertad sexual no se traduce siempre en mayores posibilidades de goce. Especialistas en sexología y sociología alertan sobre el aumento de las disfunciones sexuales y ...
Hubo un tiempo en que la sexualidad se ahogaba en la represión, ya fuera dictada por las rígidas convenciones sociales o por la interiorización de unas normas morales que demonizaban el sexo. Costó mucho alcanzar un marco de libertad sexual sin tabúes ni prejuicios. Ahora, las relaciones amorosas son mucho más igualitarias y libres, pero la mayor libertad sexual no se traduce siempre en mayores posibilidades de goce. Especialistas en sexología y sociología alertan sobre el aumento de las disfunciones sexuales y una caída general de la libido. El deseo sexual aparece como una fortaleza asediada por múltiples e inesperados enemigos.
Está claro que la vida estresada no ayuda a la sexualidad. El estrés y la ansiedad forman parte del patrón de vida de una sociedad focalizada en el rendimiento que cada vez exige de la gente más dedicación y más esfuerzo. El estrés libera sustancias que inhiben las hormonas del deseo sexual. En las personas frustradas y deprimidas porque su realidad está lejos de sus expectativas o no son capaces de cumplir el “imperativo de la felicidad” que les exige, Eros tiene muy poco que hacer.
Por otra parte, para tener una buena experiencia sexual hay que salir de uno mismo y entregarse a otro, y eso no siempre es fácil en una cultura individualista en la que el verbo compartir se conjuga más como exigencia para los demás que como obligación para uno mismo. Seducir y satisfacer implica dedicación, esfuerzo, entrega, respeto y tiempo. Y eso es algo que muchos no tienen o no están dispuestos a dar. La autosatisfacción exige siempre menos esfuerzo.
Eva Illouz, en su libro ¿Por qué duele el amor?, advierte de que, en un mundo dominado por el consumismo, uno de los efectos de la libertad de elección es la excesiva racionalización del deseo. Los sentimientos y el inconsciente retroceden en favor de una elección consciente, que con frecuencia deriva en un cálculo de costes y beneficios. Progresa un egoísmo cada vez más hedonista y exigente que “eleva el umbral de las aspiraciones” y, en consecuencia, las probabilidades de decepción. En este clima, cada nueva frustración sexual es un paso atrás en el deseo.
No es casualidad que la insatisfacción sexual aflore mientras aumenta el consumo de pornografía. El porno se ha vuelto tan accesible en las redes y a edades tan tempranas que para muchos jóvenes ha sido su primera aproximación a la sexualidad. La pornografía está en las antípodas de la seducción, el erotismo o la fantasía y de hecho, en muchos casos se está convirtiendo en un obstáculo para una sexualidad gozosa. La pornografía influye en el cambio de patrones sexuales entre los jóvenes, tanto en el tipo de prácticas como en la modulación y educación del deseo. Distorsiona la percepción de los cuerpos y muchos chicos interiorizan como normales comportamientos sexuales agresivos y machistas. La pornografía está en la base del miedo de muchos chicos a no estar a la altura y de muchas chicas a tener que hacer cosas que no les gustan o a ser víctimas de violencia sexual.
Los nuevos patrones son ciertamente más libres, pero no está claro que sean siempre beneficiosos, sobre todo para las chicas, que con frecuencia se ven abocadas a adoptar como propio el modelo de relaciones del sexismo tradicional. Es cierto que ahora también ellas pueden elegir y llevar la iniciativa, pero con frecuencia se encuentran inmersas en relaciones sexuales que no las satisfacen. No hay nada que objetar a unas relaciones limitadas al mero intercambio de placer sexual, siempre que sea intercambio y eso sea lo que las dos partes desean. Esta nueva asimetría se refleja ya en las encuestas cuando, según el estudio La sexualidad de las mujeres jóvenes (Instituto de la Mujer, 2022), el 57,7% de las chicas, declara haber tenido relaciones sexuales no deseadas. Si la experiencia es mala, es natural que el deseo se resienta.