España, el país de las madres mayores: “Físicamente agota, el cuerpo lo nota”
Uno de cada 10 nacimientos es de una mujer que ha cumplido los 40, la mayor proporción de la Unión Europea
Con 44 años, Juana Ruiz comprendió que si quería ser madre, debía hacerlo en solitario; ahora, con 55, tiene un hijo de nueve. Laura Molero deseó tener niños desde que cumplió los 30, pero con los mil euros que cobraba como profesora, le habría sido imposible afrontar los gastos de la crianza, ni aun sumando el sueldo de su pareja. Tuvo que esperar hasta los 43, hasta conseguir estabilidad laboral. Sonia Olvera quiso viajar y prosperar en su carrera antes de quedarse embarazada, lo hizo a los 40. Sus historias dibujan ...
Con 44 años, Juana Ruiz comprendió que si quería ser madre, debía hacerlo en solitario; ahora, con 55, tiene un hijo de nueve. Laura Molero deseó tener niños desde que cumplió los 30, pero con los mil euros que cobraba como profesora, le habría sido imposible afrontar los gastos de la crianza, ni aun sumando el sueldo de su pareja. Tuvo que esperar hasta los 43, hasta conseguir estabilidad laboral. Sonia Olvera quiso viajar y prosperar en su carrera antes de quedarse embarazada, lo hizo a los 40. Sus historias dibujan la de un país de maternidad cada vez más tardía. España es el Estado de la Unión Europea con mayor proporción de nacimientos de madres que han cumplido los 40 años. Fueron el 10,7% de los 337.380 recién nacidos de 2021, el último año para el que hay datos en toda la UE, según un análisis del think tank Funcas publicado esta semana.
Los nacimientos llevan años cayendo en picado en España. Las estimaciones del año pasado marcan el mínimo desde que comenzó la serie histórica del Instituto Nacional de Estadística, que data de 1941. Ya había ocurrido en 2021, en 2020 y también en 2019. Esto se debe, tal y como reiteran los demógrafos, a varias razones: una, están llegando a la edad de tener hijos generaciones menos numerosas que las anteriores; otra, cada vez se tienen menos niños, y se tienen más tarde. La demógrafa del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Teresa Castro lo resume así: “Somos campeones en el retraso de todas las transiciones vitales. No solo se trata de la maternidad, el retraso comienza con la emancipación de los jóvenes. La media de España está en los 30 años [29,8 en 2021, según Eurostat], muy por encima de la europea. También hay un retraso en la convivencia con la pareja. Es tardía no solo la entrada en el mercado laboral, sino sobre todo, la estabilización. Por lo tanto, las condiciones necesarias para poder tener un hijo llegan muy tarde”.
El primer hijo se tiene en España, de promedio, a los 31,6 años, una cifra que también va aumentando anualmente. La edad media a la maternidad (no solo del primer hijo) alcanza los 32,6 años. Solo Irlanda supera este dato. La decisión de tener niños se va retrasando. Tanto, que el 40,4% de los nacimientos de 2021 correspondieron a hijos primerizos, destaca Castro. Tras haber analizado los datos de Eurostat, el estudio de Funcas señala que hay una brecha entre el norte y el sur de Europa. La proporción española de nacimientos de madres que habían cumplido los 40 (10,7%) se halla próxima a la de otros países del sur de Europa, como Grecia (9,7%), Italia (8,7%) y Portugal (8,5%), pero duplica a las registradas en Francia (5,1%), Alemania (4,9%) o Suecia (4,6%).
“El porcentaje en España se ha multiplicado por seis desde 1993″, expone Elisa Chuliá, profesora de Sociología en la UNED e investigadora de Funcas. Esta experta destaca el cambio cultural que ha experimentado el país. “Han cambiado las pautas de emparejamiento, se estudia si la pareja es la adecuada para tener hijos”, explica. También destaca que se dedican más años a los estudios, “en España se va más a la universidad que en otros países”, y que se quiere lograr no solo una inserción en el mercado laboral, “sino la consolidación de la carrera profesional y, sobre todo, el acceso a unas retribuciones que permitan cuidar a los hijos”. Castro coincide. Antes, para irse de casa uno se casaba y tenía hijos. Punto. “Ahora calibras si tienes los medios y el tiempo para criarlos. Las decisiones se toman de forma más responsable”, sostiene la demógrafa.
“No me podía permitir esperar”
Laura Molero, que vive en Sevilla, tenía claro que quería ser madre, y su pareja también. Ahora tiene 43 años y una niña de tres y otra que nació hace apenas unos meses. “Es imposible tener hijos si no llegas a fin de mes”, resume la situación. Así que le tocó esperar, buscar opciones al sueldo de mileurista que cobraba como profesora. Ella y su pareja montaron un escape room hace cinco años. “Nos iba muy bien, teníamos reconocimiento laboral, y eso me permitió decir, con solvencia y tranquilidad: me embarco en la idea de ser madre”. El mayor problema fue de conciliación. “Antiguamente, tenías vecinos, amigos y familia que vivían cerca. Ahora las redes se han debilitado mucho”, añade.
El problema se agrandó cuando Molero decidió quedarse embarazada por segunda vez. A raíz de la pandemia, tuvieron que cerrar la empresa por un tiempo, pero ella sabía que cuanto más tiempo esperara, más difícil sería tener un segundo hijo. “No me podía permitir esperar, sabía que el reloj biológico estaba corriendo en mi contra”. Acaba de volver a montar una compañía: Espacio Coco, una ludoteca con un área de coworking donde madres y padres con hijos pueden ir a trabajar y en el que a su vez hay profesionales que cuidan a los niños. Ha hecho de la necesidad virtud.
Teresa Castro expone con datos que la espera para tener hijos “no siempre responde a las preferencias, sino más bien a obstáculos”. “En la encuesta de fecundidad de 2018 del INE, se preguntó a las mujeres de 40 a 55 años si habían tenido su primer hijo cuando habían querido o antes o más tarde de lo que habrían deseado. Casi la mitad respondió que más tarde, y la media de retraso son cinco años respecto al momento en que les habría gustado. Esto es muchísimo, y las razones que alegan son cuestiones laborales, económicas, de conciliación y, también muchas, no haber tenido una pareja estable en ese momento”, prosigue. “Lo que pasa es que se va posponiendo hasta que se dan las circunstancias ideales de pareja, laborales o de tiempo, y a veces cuando se dice ‘ahora o nunca’ el problema es la fertilidad. A partir de los 35 y acercándose a los 40, es difícil quedarse embarazada”, sostiene. “Muchos de estos hijos de madres mayores de 40 llegan a través de reproducción asistida”.
“No podía obligar a mi pareja a tener hijos”
Juana Ruiz, sevillana de 55 años, tuvo varias parejas que no quisieron tener hijos. Pasó años esperando el momento “indicado”, tratando de compartir el proyecto con una compañera. “Mi última pareja me decía que más tarde, cuando tuviéramos otra posición laboral”. Pero lo fueron posponiendo, y ella veía los años pasar y el temor a no ser madre aumentaba. Así que con 44 decidió atreverse en solitario y comenzó un tratamiento de reproducción asistida. “No podía obligar a mi pareja a tener hijos, y a la vez, nadie me lo podía prohibir a mí”.
Ella, que trabaja como conserje en la Universidad de Sevilla, cuenta que cuando dio el paso, su principal miedo fue sentirse juzgada por su edad. “La maternidad ha sido algo muy deseado, no suele ser un camino fácil, es arduo”. Mucho más en solitario. Pero no solo tuvo un hijo a los 45, a los 47 dio a luz a una niña. Ha sacrificado buscar otro trabajo donde pueda crecer más profesionalmente por la flexibilidad horaria del que tiene ahora, que le permite dedicar tiempo a sus niños. “Estoy pagando un precio, como cualquier mujer que carga con la mochila de la crianza”, afirma.
Los dos niños que ha tenido Juana Ruiz son la media de hijos que se desean en España. Pero se tienen menos. Y ese, para la demógrafa del CSIC Teresa Castro, es el problema. Los deseos frustrados de parte de la población. La tasa de fecundidad ha ido también cayendo en los últimos años y en 2021 se situó en 1,19 hijos por mujer. Elisa Chuliá, de Funcas, replica no obstante que los deseos muchas veces difieren cuando se tiene el primer hijo y se observa “el coste de oportunidad”, es decir, “qué dejas de hacer a consecuencia de tenerlos”. Castro añade que “no hay que tener una visión catastrofista porque no es una cuestión de cuántos, sino de cómo, de la calidad de vida de estos niños”.
Chuliá abunda en esta idea. “La cultura de la crianza ha cambiado radicalmente. Las expectativas se han modificado y se asocian no tanto con una vida confortable en casa, sino al acceso a bienes y servicios, que son caros y que los compañeros de clase también demandan. Se crea una especie de espiral. Si el compañero de clase celebra el cumpleaños invitando a todos los compañeros a un espectáculo, ¿cómo yo no?” Y además muchas parejas quieren realizarse antes personalmente, conscientes de que la maternidad y la paternidad cambia la vida.
“Concilia solo quien tiene dinero”
Esto fue lo que les ocurrió a Sonia Olvera, que tiene 45 años, y al padre de sus hijos, con quien mantuvo una relación durante 14 años. Ella, que vive en Granada, tenía una tienda de ropa. Él era administrativo en una empresa. Hasta que no tuvieron estabilidad laboral, pospusieron el embarazo. Pero no solo eso, quisieron cumplir antes objetivos vitales: “Cuando vimos que ya habíamos hecho ciertas cosas como terminar de estudiar, conseguir un empleo, viajar, metas que se suponía que teníamos que alcanzar antes de tener hijos, decidimos dar ese paso”.
Con 40 años dio a luz a su primera hija. La maternidad le demandaba tanto tiempo que decidió cerrar su negocio de venta online de ropa. “Yo me quedé a cargo de la niña mientras el padre trabajaba. Esos años fueron súper duros”. Con 42 años, llegó el segundo niño. “Dejé mi vida para convertirme en madre, únicamente”.
Ahora está divorciada y teletrabaja como administrativa en una empresa. Aun así, compaginar la crianza con las tareas del hogar y el trabajo es una “locura”. Muchas veces tira de sus vecinas, que también son madres, hacen “tribu”. Pero critica que “conciliar cuesta dinero”. En las vacaciones se ve obligada a trabajar cubriendo bajas en hospitales para llegar con los gastos, aunque para ello necesita pagar actividades para sus hijos. “Hago números, y solo en una semana se pueden ir 250 euros. Concilia solo quien tiene dinero”.
Tanto Castro como Chuliá destacan que las ayudas a la conciliación son importantes. La investigadora de Funcas señala que “si cuando vas a tener un hijo sabes que vas a tener apoyo público, además del privado, que proporciona la propia familia, las inhibiciones a la maternidad y a la paternidad se reducen”. Ambas expertas destacan, por ejemplo, la red de escuelas infantiles públicas en los países nórdicos.
“Físicamente agota, el cuerpo lo nota”
Mari Paz Fernández también se queja de que hacen falta ayudas para conciliar, especialmente en casos como el suyo, una familia numerosa con dos padres en paro. Ellos siempre quisieron tener un hogar grande. La madrileña, que tiene 41 años, suma cuatro hijos. El último nació en 2022. Su caso es diferente al resto de madres de este reportaje. Cuenta que es distinto criar con 10 años más. “Se vive muy diferente. Es verdad que ya no tienes las mismas fuerzas que antes, ni las mismas ganas de, por ejemplo, pasar la tarde entera en el parque”, explica Fernández con la perspectiva del paso de los años. Dice que antes podía pasar varias noches enteras sin dormir pero que, ahora, y a pesar de que “Josué [su hijo pequeño] es muy bueno”, cuando no duerme una noche se levanta “destrozada”. “Pero también tiene una parte preciosa, con una ilusión diferente a cuando eres más joven”, continúa. Fernández valora cada instante con el pequeño, celebra todos los detalles de su aprendizaje, porque sabe que es el último. “Estoy aprovechándolo todo, aunque físicamente agota, el cuerpo lo nota un montón”, expresa.
Cuando Fernández va al colegio de sus hijos, se encuentra con los padres de la clase de su hija mayor. También con los de los medianos y con los del pequeño. “Y me parece muy curioso, porque en clase de la mayor, soy de las madres más jóvenes. Pero es que en la clase del pequeño, que tiene 19 meses, no soy para nada la madre más mayor. Muchas tienen en torno a mi edad”, cuenta. Achaca el retraso en la maternidad, que ella observa de manera evidente en la clase de su pequeño, a la inseguridad laboral que sufren muchas madres.
Ella perdió su trabajo en el departamento de recursos humanos de una multinacional tras incorporarse de la baja por maternidad de su cuarto hijo. Además de las dificultades económicas, Fernández cree que una de las cosas que más frena a las mujeres para ser madres es el miedo. “Nos obsesionamos con la perfección, tenemos miedo de no poder llevarles a los mejores colegios, con las mejores ropas. Pero, al final, lo más importante para los niños es el tiempo de calidad que pasas con ellos”. Y dice: “La maternidad siempre va a ser bonita, tengas la edad que tengas, y no poder tener un hijo por la inseguridad económica, o no querer tenerlo por miedo a no poder darle lo mejor es una pena. Por ninguno de los dos motivos te puedes perder el regalo de la maternidad”.