Dolores de regla que alteran la vida: “Tengo un gnomo apuñalándome el útero las 24 horas del día”
Un grupo de mujeres cuenta cómo lidia cada mes con unos síntomas de los que muchas veces se desconoce la causa y por los que no siempre se les concede una baja laboral
Ni una metáfora ni una forma de hablar ni una hipérbole. “[Siento que] tengo un gnomo apuñalándome el útero las 24 horas del día″, dice Covadonga Carrasco. Le pasa cada vez que le baja la regla y le pasó por primera vez con 10 años. Cumple 42 en junio. Esta es su conversación casi consigo misma para resumir, mucho, tres décadas con sus 12 menstruaciones por año. Cientos de días en los que le ha sido imposible llevar su rutina con normalidad: ni levantarse de la cama, ni mucho menos salir de casa, y ni hablar de trabajar.
“Tomo Enantyum [un analgésico] y no me hace nada. Vómitos, ...
Ni una metáfora ni una forma de hablar ni una hipérbole. “[Siento que] tengo un gnomo apuñalándome el útero las 24 horas del día″, dice Covadonga Carrasco. Le pasa cada vez que le baja la regla y le pasó por primera vez con 10 años. Cumple 42 en junio. Esta es su conversación casi consigo misma para resumir, mucho, tres décadas con sus 12 menstruaciones por año. Cientos de días en los que le ha sido imposible llevar su rutina con normalidad: ni levantarse de la cama, ni mucho menos salir de casa, y ni hablar de trabajar.
“Tomo Enantyum [un analgésico] y no me hace nada. Vómitos, mareos, dolor incapacitante, hemorragias que no te dejan salir de casa, tener que agarrarme por las paredes porque no me tengo en pie y desmayos. Lo de las bajas… Nunca me han dado ninguna. A currar y a querer morirme. ¿Soluciones? Varias, por parte de los ginecólogos. Ten un hijo. Le respondí que yo lo tenía, pero que luego qué hacía, si se lo llevaba y se lo quedaba él. Luego, lo siguiente ya era morfina. Hace dos meses y antes de hacerme una ecografía me dijo: ‘Pues poco podemos hacer; anticonceptivos’. Ya mira, es que llevo desde los 16 tomándolos y tampoco me hacen nada. Ah, bueno, pues un DIU… Es que el cuello de mi útero es más corto, ¿dónde lo vas a poner? Me hace ecografía y me dice que tengo el endometrio engrosado, que será que está a punto de que me baje la regla… Señor, me quedan 15 días para que me baje, ¿me podría hacer una analítica hormonal? Pues tampoco. ‘Qué pesadas estáis siempre con las hormonas...’. Con eso cogí mis cosas y me largué directa al cambio de especialista. En septiembre tengo la cita. Mientras tanto, me tomaré un Nolotil [un analgésico] a ver si tienen razón los señores y resulta que llevo haciendo el gilipollas 30 años”.
Eso que cuenta Carrasco, o parecido, lo cuentan infinidad de mujeres. ¿Cuántas exactamente? No se sabe. Algunos estudios arrojan algo de luz, aunque sus conclusiones no son definitivas. Uno de los más recientes, publicado en la revista Obstetrics and Gynecologist en 2020, aseguraba que hasta un 15% de las mujeres en edad reproductiva padece dolor menstrual grave que afecta al colegio y actividad laboral. Carrasco no tiene un diagnóstico exacto, nadie ha encontrado qué causa ese pequeño infierno mensual. “Porque nadie me ha hecho ni caso en 30 años”, matiza. No es algo anormal: el dolor que provoca la menstruación ha sido históricamente minimizado, invisibilizado e, incluso, ridiculizado. Las reglas no son iguales de una mujer a otra, ni siquiera en la vida menstrual de una misma mujer los síntomas son estables y tienen diferentes intensidades y duración.
Pero ese dolor, común al ciclo, puede ser inexistente, o solo molesto o ser tan agudo que para algunas, como Andrea Beltrán, roza lo insoportable. “He llegado a perder el conocimiento del dolor, son como contracciones de parto según mi ginecóloga. Vómitos, y cuando eso pasa ya no puedo tomar nada y solo me queda irme a urgencias a que me pongan algo para el dolor y me controlen el vómito”. Durante el tiempo que duran esos síntomas, sean ocho horas, día y medio o tres días, hacer una vida normal es prácticamente imposible.
Aunque no se haya encontrado la causa, ese dolor tiene un nombre médico: dismenorrea. Ya es posible en España conceder bajas por este motivo, como por cualquier dolor que resulte incapacitante. Pero la reforma de la ley del aborto que lleva preparando un año el Ministerio de Igualdad dio el martes 17 un paso más con su salida del Consejo de Ministros. Dentro de ese anteproyecto de ley, el Gobierno ha incluido bajas temporales especiales para estas reglas tan dolorosas que no permitan hacer la vida habitual, como también lo son las que se dan por embarazo de riesgo. Según ese texto, no será necesario tener días previos de cotización y estarán pagadas desde el inicio por la Seguridad Social; los empresarios no se harán cargo de ese coste en ningún momento. Tampoco tendrán límite de días, ni tampoco un número de veces al año. Cubrirán el tiempo que cada mujer necesite, tanto si son ocho horas, como tres días, y tanto si son cuatro veces al año como 10.
El Ministerio de Seguridad Social asegura que no existen datos de cuántas bajas se conceden al año por este motivo. La mayoría de las mujeres que las piden no dicen por qué es: están completamente extendidos la vergüenza y el tabú social, histórico, sobre la regla. Media docena de médicos de familia consultados por este periódico aseguran que las peticiones de bajas por la regla son muy infrecuentes. Aunque, según calculan fuentes de Igualdad, pueden ser alrededor de 6.000 las que se producen anualmente.
Lo que sí es muy habitual son las consultas médicas por este motivo, según explica Antonio Fernández-Pro Ledesma, presidente de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG): “Sobre todo en chicas jóvenes, es una de las consultas más frecuentes. La edad de esta dolencia se suele prolongar hasta que dan a luz, cuando se produce una regulación hormonal. En caso de que sea inhabilitante sí que se da una baja, pero lo más frecuente es el autocuidado de la mujer”.
Nuria Pascual, médica del grupo de trabajo de Atención Primaria del Consejo General de Colegios Médicos (CGCOM), coincide con esta observación. En su caso, recuerda haber dado a lo largo de su carrera “alguna baja” por dismenorrea y, más frecuentemente, justificantes de no asistencia para estudiantes. “Es más común que te pidan el antiinflamatorio, precisamente para paliar el dolor y poder ir a trabajar, así que no creo que las mujeres se vayan a poner a pedir ahora bajas indiscriminadamente, solo lo harán cuando lo necesiten realmente”, explica.
Natalia de O Ramos lo necesita de vez en cuando: “Sé que suena a locura, pero yo suelo decir que tengo una semana tranquila en todo el mes. La de antes ya la empiezo a notar, la semana de la regla, quedo inútil, inútil, unos tres días, el de antes de que baje y el primero y el segundo. La de después es como si tuviese que recuperarme de una enfermedad. Una va desarrollando sus técnicas, analgésicos, o encontrar la postura que menos incómoda es, bolsas de agua caliente...”.
Hay veces que llega “a gritar de dolor”, no sale de la cama: “Un mareo insoportable, un dolor de cabeza horrible, ganas de vomitar todo el tiempo”. ¿La ventaja? Trabaja como autónoma. “Puedo más o menos organizar mi agenda para los días, porque sé que no voy a poder trabajar”, dice.
Ahora vive en Holanda, pero lo hizo en Madrid entre 2018 y 2020 y le hubiese venido “muy bien” que esa ley hubiese estado ya vigente: “Es un derecho más que suena muy sencillo para quien no sufre el problema, pero es una cuestión de salud pública, nos están cuidando, es como una seguridad que tendremos de que podemos vivir bien y estar seguras de que no nos va a pasar nada por dejar de trabajar un día ni vivir con esta tensión cuando te viene la regla”. Ella espera que, algún día, algún especialista le diga qué ocurre.
Uno de los problemas de la dismenorrea, como de la salud menstrual en general, es que existe muy poca investigación al respecto. A pesar de que afecta durante parte de sus vidas a la mitad de la población, se conoce muy poco. Tanto, que incluso no está claro lo que es una “regla normal”, según explicaba a este periódico Jerilynn Prior, directora científica del Centro para la Investigación del Ciclo Menstrual y la Ovulación de Vancouver (Cemcor, por su acrónimo en inglés), el único especializado en esta materia en el mundo.
A menudo no se sabe qué causa este dolor. La patología más frecuente asociada a él es la endometriosis. De ese tejido fuera de su lugar en el útero operaron el pasado año a Rocío Nuñez, que cumplirá este año 40: “Después de décadas sufriendo cada mes, por fin, a los 39 años una ginecóloga le puso nombre a lo que sufría. En el trabajo solo una vez dije la verdad sobre la razón de mi ausencia y, dado que a mi jefe le pareció una pantomima, nunca más volví a decir la verdad”.
Jorge Fernández Parra, representante de la sección de Ginecología del CGCOM, explica que lo que sufría Núñez puede afectar a entre un 5% y un 10% de las mujeres. “Con estos dolores, por supuesto tienen que ausentarse del trabajo, porque es imposible hacer una vida normal. Son bajas justificadas que tendrían que estar remuneradas desde el principio, como debería suceder también con una lumbalgia o una migraña”, sostiene.
Según un informe del Ministerio de Sanidad, la endometriosis tiene un impacto económico en España de unos 84,5 millones de euros, de los cuales 57,9 son costes indirectos (relacionados con absentismo, presentismo y pérdidas de horas de ocio) y 26,6 millones en costes médicos directos, como hospitalizaciones, visitas en atención primaria y derivaciones a especialistas. Como las que más de una vez ha necesitado María González.
Esta cordobesa tiene 35 años, un hijo, “un problemón de narices” y más de 25 años lidiando con ese problemón: unas reglas para las que necesita cambiarse los tampones plus cada 20 minutos, Primperán (para las náuseas) y Nolotil (para el dolor) inyectado porque, con los vómitos, los analgésicos orales no sirven de nada, y Amchafibrin “recetado crónico”, un medicamento para controlar las hemorragias.
Ahora que teletrabaja puede controlarlo algo mejor, pero ha pedido “muchas bajas”. Eso sí, la mayoría “maquilladas” como “contingencias comunes”. Dice que tiene “un par de amigos con problemas de ácido úrico” y “que sus picos de gota son parte de su vida y no pasa nada, no les hacen sentir unos vagos por tener que parar”. A ella, en el trabajo, solo cuando se ha puesto “muy mala” o ha comenzado con “las contracciones” es cuando los demás “empatizan”: “Cuando ya no te queda más que irte a urgencias”.