Los sanitarios, desbordados ante la sexta ola: “Estamos agotados, con una sobrecarga bestial”
Los profesionales afrontan la explosión de contagios con el hartazgo de casi dos años de oleadas sin apenas descanso. Médicos y enfermeras denuncian la falta de personal para atender una demanda asistencial disparada
La sexta ola ha pillado a contrapié a los profesionales sanitarios. Sabían que la curva epidémica crecía, que podía aumentar ligeramente la presión asistencial por el aumento de la interacción social en estas fechas, pero no se esperaban la explosión de casos de las últimas semanas: la incidencia de la covid en España es de 695 casos por 100.000 habitantes a 14 días este martes, un 68% más que hace una semana. ...
La sexta ola ha pillado a contrapié a los profesionales sanitarios. Sabían que la curva epidémica crecía, que podía aumentar ligeramente la presión asistencial por el aumento de la interacción social en estas fechas, pero no se esperaban la explosión de casos de las últimas semanas: la incidencia de la covid en España es de 695 casos por 100.000 habitantes a 14 días este martes, un 68% más que hace una semana. La sexta ola todavía está en ascenso y ellos ya están exhaustos. “Agotados”, “sobrecargados”, “cansados”, “angustiados” y “agobiados”, repiten una y otra vez. Da igual el servicio, la tarea o el nivel asistencial: no dan abasto. La demanda aumenta y los recursos humanos, en lugar de crecer, menguan y como consecuencia las bajas no se cubren, las vacaciones tampoco y tienen que doblar turnos para intentar llegar a todo, denuncian. “Estamos sobrepasados, muy agotados, con una sobrecarga bestial”, resume Carolina Pérez de la Campa, médica de familia en San Sebastián de los Reyes (Madrid).
Los centros de salud están desbordados. En Cataluña, por ejemplo, entre el 14 y el 20 de diciembre se registraron cerca de 155.000 visitas por covid, más del doble que dos semanas atrás. Desde hace unos días, la jornada labora de Jordi Mestres, médico en el centro de atención primaria Sanllehy de Barcelona, es “incierta”, nunca sabe cómo acabará la agenda: “La programación a futuro se ha reducido y el número de visitas disponibles se ha liquidado para dejar hueco a las urgencias, que son covid. Pero todo lo que hagamos de covid ahora es actividad no covid que dejaremos de hacer y lo veremos los próximos meses, con retrasos en consultas y diagnósticos”, advierte. Y denuncia la carga de trabajo que suponen los trámites burocráticos, como las bajas o los certificados de vacunación: “La burocracia ya tendría que haber salido de la consulta y nosotros dedicarnos a ver pacientes y palpar barrigas”.
Cada día es una odisea, coincide Raquel Collados, médica de familia en el centro Parque Loranca de la localidad madrileña de Fuenlabrada. La doctora habla con prisa al teléfono mientras apura un yogur, lo primero que le ha dado tiempo a comer en casi 24 horas, cuenta resignada. “Estoy fatal. Es inabarcable todo esto. La cola da la vuelta al centro y algunos pacientes se ponen agresivos. En la zona de pacientes covid solíamos ver a unos 20 por turno y ayer vimos a 242, y no es solo hacerles el test, hay que explorarlos”, lamenta. Pérez de la Campa, que ejerce en el centro Rosa de Luxemburgo de San Sebastián de los Reyes, avisa de que el agotamiento de los profesionales es físico, pero también mental: “Lo estamos pasando muy mal. Tú misma te metes en esa vorágine de presión y agobio y hay mucha ansiedad anticipatoria: pensar en que tienes que ir a la consulta ya es un agobio”, explica.
El principal problema es que no hay recursos humanos suficientes, coinciden la decena de voces consultadas. Ya no los había antes de la pandemia y las carencias se han agudizado, insisten. Para empezar, porque de entrada, las comunidades ya han prescindido de, al menos, 21.000 sanitarios de refuerzo contratados durante la pandemia y el goteo continúa. En Madrid, por ejemplo, la presidenta autonómica, Isabel Díaz Ayuso, retrasó este otoño la rescisión de los contratos covid un par de meses ―”los que se necesiten, al menos, hasta que pase el invierno”, dijo entonces—, pero estos sanitarios siguen teniendo contratos con fecha de caducidad y sortean la sexta ola entre la sobrecarga de trabajo y la incertidumbre por lo que sucederá cuando “pase el invierno” que decía Ayuso.
Es el caso de Otilia Bisbal, internista en el Hospital 12 de octubre de Madrid. Su contrato termina el 31 de diciembre y no sabe si la renovarán: “Sientes mucha impotencia y mucha incertidumbre. No saber si nos renuevan o no, además, es un problema de organización para el servicio y el hospital porque no saben con cuánta gente van a contar a partir de enero. Es un desastre”, critica. Bisbal reinvindica que su trabajo es “estructural, no un refuerzo covid”. Ella lleva ya nueve años en el hospital e insiste en que sacan adelante “mucha actividad atrasada y acumulada” más allá de la pandemia. En su centro hay unos 70 médicos en su situación, calcula, y, además del día a día no covid, el auge de la sexta ola empieza a ser “durillo”, sobre todo en urgencias, dice: “No creo que el hospital pueda aguantar la sexta ola si se van 70. No se puede prescindir de nadie″.
Además, los sanitarios también se ponen enfermos, de covid o de otra cosa, y sus bajas no se cubren, protestan. Según el último informe del Ministerio de Sanidad, con fecha del 16 de diciembre, en los siete días anteriores se diagnosticaron 2.053 positivos entre el personal sanitario, un 54% más que la semana anterior. Laura Ordovás, enfermera del Hospital del Mar (Barcelona), explica que en su centro hay unos 60 trabajadores positivos y brotes en varias plantas y eso repercute en la organización del trabajo. “Entre los brotes, los positivos, los confinados y los efectos de la tercera dosis, que provoca fiebre y malestar, hay menos presencias. Falta personal”, insiste.
La sexta ola vuelve a coincidir, además, con períodos vacacionales de los trabajadores —”muy necesarios”, insisten— y eso tensiona todavía más a los equipos asistenciales. Todas las voces consultadas coinciden en que las direcciones de los centros intentan mantener las vacaciones y los días festivos, pero las ausencias dejan un hueco difícil de cubrir. Una enfermera de quirófanos de un hospital de Badajoz señala que, en su servicio, la supervisora ya les ha pedido a las enfermeras veteranas quitarse algún día libre “para cubrir los quirófanos porque todo el personal que hay es nuevo”. En atención primaria, explican los profesionales, las bajas y las vacaciones no se sustituyen, sino que se reparte el trabajo y las agendas entre los compañeros que se quedan: “Nos repartimos los pacientes y eso, en los centros en los que son pocos médicos, supone una carga bestial”, explica la médica de San Sebastián de los Reyes.
El aumento de las tareas, como la vacunación, el rastreo o el seguimiento de casos y contactos, ha obligado a doblar turnos o prolongar jornadas. Solo de inyecciones contra el coronavirus —también está en marcha la vacunación contra la gripe y los pinchazos del calendario infantil—, en España se han administrado ya más de 83,5 millones de dosis en menos de un año. La vicepresidenta del Colegio de Enfermeras de Tarragona, Manuela Bonillo, hace doblete como gestora de casos y continuidad asistencial en el Hospital Sant Joan de Reus por las mañanas y, por la tarde, pinchando en un punto de vacunación. “Faltan manos y estamos sobrepasados. Estamos muy agotados psicológicamente”, repite. En atención primaria también se amplían horas de consulta en los centros de salud para cubrir la agenda, aunque Pérez de la Campa denuncia que, en Madrid, “las prolongaciones que ofrecían [las administraciones sanitarias] ahora ya no las quieren pagar”.
Centros de salud cerrados
Cuando no hay manos, los centros de salud cierran y se reorganizan recursos. En Madrid, los centros de atención primaria de urgencias en la primera ola bajaron la persiana para desviar todo el personal a Ifema y 21 meses después, todavía siguen cerrados. En Andalucía, el cierre de centros se produce también cada año en Navidad para compensar la falta de personal, pero este año, con el auge de contagios, los sindicatos han denunciado la situación y cuestionan la falta de planificación, informa Eva Saiz. Fuentes consultadas del Servicio Andaluz de Salud (SAS) reconocen que la ola de covid no estaba prevista y ha coincidido con los cierres de centros, pero recuerdan que la actividad asistencial queda garantizada con los puntos que permanecen abiertos en cada distrito sanitario. Sin embargo, desde UGT, su responsable de Sanidad, Antonio Macías, sostiene que “en muchos casos no se ha comunicado qué centros van a permanecer abiertos y muchos han tenido que cerrar de forma anticipada ante la falta de personal”. Las organizaciones sindicales reprochan a la Consejería de Salud que en octubre hubiera prescindido de 8.000 profesionales sanitarios contratados para refuerzo de covid. “Si hubieran estado en plantilla, se hubieran podido sustituir las bajas”, lamentan.
En Andalucía, con todo, los mayores problemas se están encontrando para cubrir bajas de enfermería en hospitales y en algunos centros de atención primaria en zonas apartadas como Jaén o la serranía de Málaga. En el SAS se reconoce que “ha habido dificultades” y que ha habido que acudir no solo a las bolsas ordinarias, sino a las adicionales, pero aseguran que se trata de problemas coyunturales y “puntuales que tienen que ver con la coincidencia con el período vacacional, no porque se haya prescindido de profesionales”. Macías reconoce que en el caso de la atención primaria se mantuvo la plantilla de refuerzo covid y que incluso se incrementó en un 20%.
Ningún nivel asistencial se libra ya del impacto de la sexta ola. Todas las voces consultadas coinciden en que los cuadros clínicos son más leves y no hay tanta gravedad gracias al efecto de las vacunas, pero la cantidad de pacientes tapona todas las puertas de entrada. En las Urgencias del Hospital Joan XXIII de Tarragona, Núria Illamola admite que la ola es “peor de lo que se esperaba y la Navidad y la variante ómicron [más contagiosa] pueden poner al límite el sistema sanitario”, avisa. “La gente aparece en la puerta de urgencias porque atención primaria está saturada y no puede atender a todos los contactos y aquí saben que los vamos a atender. La mayoría vienen a confirmar el diagnóstico”, apunta Illamola.
De punta a punta del país, el relato se repite y las expectativas a corto plazo son poco halagüeñas. Carlos Eirea, vicepresidente de la Asociación Galega de Medicina Familiar e Comunitaria, sintetiza: “Es una auténtica desesperación. Ya estamos todos los profesionales medicados y no damos abasto. Es un caos absoluto y nos llevamos sopapos de todas partes”. Se refiere a que no reciben refuerzos ni tampoco comprensión en la calle: “A diferencia del año pasado, esta vez hemos tenido catarros, gripes y resfriados a los que ahora se les sumó esta ola. La gente viene con siete motivos de consulta y no hay tiempo. Estamos todos crispados. Llevo 30 años en esto y nunca vi algo así. No nos reconocemos ni a nosotros mismos y ya no sabemos cómo va a ir la cosa. Solo pensamos en sobrevivir”.