Nueva York vuelve a la escuela después de un año y medio de clases en remoto
Un millón de escolares del sistema público, el mayor del país, regresan a las aulas con mandato de mascarillas y vacunación obligatoria de los profesores
Un millón de estudiantes se han reincorporado este lunes a las escuelas públicas de Nueva York -la mayor red del país-, en el que constituye el más importante experimento sobre la viabilidad de las clases presenciales cuando la variante delta del coronavirus sigue haciendo estragos en el país, con más de 150.000 casos diarios. Los alrededor de 300.000 ...
Un millón de estudiantes se han reincorporado este lunes a las escuelas públicas de Nueva York -la mayor red del país-, en el que constituye el más importante experimento sobre la viabilidad de las clases presenciales cuando la variante delta del coronavirus sigue haciendo estragos en el país, con más de 150.000 casos diarios. Los alrededor de 300.000 empleados de la Administración local han puesto fin también al trabajo remoto, bien con prueba de vacunación, o sometiéndose a test semanales. Una opción esta última que no podrán elegir los profesores, a los que se exige la vacunación, si bien tienen de plazo hasta el 27 de septiembre para recibir la primera dosis.
La vuelta al cole en Nueva York representa el epílogo de una encarnizada polémica entre distintos niveles de la Administración -y entre republicanos y demócratas- sobre la obligatoriedad de la mascarilla o la vacuna para acceder a las aulas. Algunos Estados gobernados por los republicanos han desafiado abiertamente las recomendaciones de los CDC (centros para el control y prevención de enfermedades, en sus siglas inglesas), la agencia federal de Sanidad. En Nueva York, el uso de tapabocas será obligatorio tanto para estudiantes como para los trabajadores del centro escolar.
Nueva York dice adiós por tanto a la distancia personal pero no baja la guardia: desde hace semanas, mostrar el certificado digital de vacunación era obligatorio para entrar en locales de restauración, gimnasios, museos o conciertos. No obstante, el salvoconducto vacunal ha sido hasta ahora un requisito más formal que real; desde este lunes se aplicará teóricamente sin excepción. El rigor de las medidas de seguridad parece no alcanzar a los viajeros del transporte público, donde la mascarilla sigue siendo teóricamente obligatoria pero, a la vez, ampliamente preterida.
Tras el pasado curso académico, en el que las escuelas de la ciudad permanecieron abiertas, con un sistema híbrido de clases presenciales y remotas, Nueva York no permitirá más clases online aunque los padres prefieran esa opción ante las dudas sobre la elevada contagiosidad de la variante delta; la remota fue también la modalidad preferida por las familias ese curso. El alcalde de la ciudad, Bill de Blasio, lo ha dejado claro en las últimas semanas: “Nuestros niños necesitan estar en el colegio; es increíble que algunos no hayan visto un aula en el último año y medio”, recalcó De Blasio el pasado jueves. “[Su ausencia] tiene consecuencias considerables, incluidas consecuencias para la salud. El mejor lugar para los niños, el más saludable, es el colegio”. El demócrata De Blasio, en los últimos meses de su mandato, ha subrayado que el uso de mascarillas, los protocolos de higiene y la realización aleatoria de pruebas de covid-19 bastan para garantizar la seguridad en las aulas.
A diferencia de los escolares de Los Ángeles, los neoyorquinos a partir de los 12 años no tendrán que vacunarse salvo para participar en deportes de contacto, como el fútbol o el baloncesto, o en actividades extraescolares como el teatro o los grupos de música. Alrededor de dos tercios de los menores entre 12 y 17 años ya han sido vacunados. El porcentaje total de la población supera el 62% con la pauta completa.
La ordenada vuelta al cole de Nueva York parece haber superado los peores escollos, no sólo por la resistencia de algunos padres –”la vasta mayoría enviará de nuevo a sus hijos a la escuela”, sostiene De Blasio-, sino por el enconado rifirrafe entre las autoridades municipales y el poderoso sindicato de maestros, que representa a unos 800.000 docentes, sobre el acomodo de aquellos que no pueden vacunarse por razones médicas, como alergias, o no quieren hacerlo por objeciones religiosas. Tras arduas negociaciones, el responsable del arbitraje falló el pasado viernes a favor del sindicato y resolvió que los docentes no vacunados por alguna de las razones citadas no darán clases y realizarán otro tipo de tareas. El sindicato se había declarado en guerra contra la ciudad por la inicial decisión de recortar la nómina del personal que no se vacunase. “Como colectivo, los maestros han apoyado abrumadoramente la vacuna, pero tenemos miembros con dolencias u otras razones [objeción religiosa] para rechazar la vacunación”, había advertido el sindicato. El arraigado y sacrosanto derecho a la libertad individual prevalece de nuevo en EE UU sobre el bien común.
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