“Aprendiste a hacer todo con una mano y a abrazarme con la otra”

María Cristiane da Silva escribe una carta a su madre víctima del covid-19: “Tu amor tiene la culpa de que no me conforme con nada”

Maria Cristiane dos Santos Silva sostiene una fotografía de su madre, Mazé.MARÍLIA CAMELO
Maria Cristiane Da Silva

Maria José dos Santos Silva era más conocida como Mazé. Vivió una vida dedicada al cuidado: fue técnica de enfermería durante 30 años en Fortaleza y São Paulo. Pero no solo en el trabajo esta cearense de 71 años se ocupaba de los demás. “Aprendiste a hacer todo con una mano y a abrazarme con la otra”, escribe su hija Maria Cristiane. Mazé fue una de las víctimas de la covid-19 en Brasil. Dejó tres hijos, una hija, un marido y un nieto. Y muchos recuerdos que se derraman en la carta escrita por Cristiane: “Tu amor tiene la culpa de que no me conforme con nada”. Lea el texto completo del mensaje...

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Maria José dos Santos Silva era más conocida como Mazé. Vivió una vida dedicada al cuidado: fue técnica de enfermería durante 30 años en Fortaleza y São Paulo. Pero no solo en el trabajo esta cearense de 71 años se ocupaba de los demás. “Aprendiste a hacer todo con una mano y a abrazarme con la otra”, escribe su hija Maria Cristiane. Mazé fue una de las víctimas de la covid-19 en Brasil. Dejó tres hijos, una hija, un marido y un nieto. Y muchos recuerdos que se derraman en la carta escrita por Cristiane: “Tu amor tiene la culpa de que no me conforme con nada”. Lea el texto completo del mensaje de una hija a su madre a continuación.

"Carta a mamá

Madre mía, no sé cuánto yo te amo y te amo. Sí, debiste haber podido imaginarlo muy bien, porque no hay persona en este mundo que sea capaz de amar tan intensamente como tú.

Lo estoy intentando, pero no soy capaz de expresar todo lo que sale de mi corazón en pocas palabras cuando pienso en ti. Eras una gran mujer, llena de títulos de los que no te jactabas, y tan fuerte que podías enfrentarlo todo antes de que algo se interpusiese delante de la felicidad de los que más amabas.

Podrá nublarse el sol eternamente;

podrá secarse en un instante el mar;

podrá romperse el eje de la tierra

como un débil cristal.

¡Todo sucederá! Podrá la muerte

cubrirme con su fúnebre crespón;

pero jamás en mí podrá apagarse

la llama de tu amor.

- Gustavo Adolfo Bécquer

Cuando era niña creía que eras una especie de superheroína. Eso fue hace mucho tiempo. Hoy estoy totalmente convencida de que realmente lo fuiste. Inflamada de amor, en cada momento tuviste que cuidar mis heridas en mis rodillas y mi corazón, sanaste todos mis dolores con tus besos.

Mi enfermera y mi niñera, mi confidente, mi maestra de vida, mi eterna compañera. Siempre supiste valorar mis esfuerzos y mis inquietudes, y un día me dijiste cómo adquirir todas esas grandes habilidades, porque ser tu hija es una gran privilegio, y quiero que mi hijo sienta lo mismo. Madre mía, por tu verdadero amor, me guío.

Aunque a menudo te sentías cansada, siempre vi en tus ojos que nunca te inclinabas ante las batallas de tu vida diaria. Eso también me enseñaste, y siempre recordaré que tu coraje y fuerza sirvieron para crear una familia que también tiene una fuerza enorme.

¿Por qué estoy tan segura? Por muchas razones, pero entre otras cosas, porque durante muchos años fuiste espada y escudo para toda la familia, del acero más puro y duro, y ahora hay un gran ejército que siempre protegerá tu legado en tu memoria.

Tu amor tiene la culpa de que no me conforme con nada, de querer siempre más y de volver a aprender a mirar la vida en cada atardecer. Ya has predicado con tu ejemplo los valores más importantes que tengo: amar con todo mi corazón, tener una mano para dar y la otra para recibir, ser humilde y estar orgullosa de mí y de mi familia.

Has luchado contra viento y marea, has calmado las tormentas más terribles, siempre he encontrado un espacio para refugiarme en ti, madre, en tu verdadero amor, entre tu corazón y tus abrazos.

Gracias a ti hoy sé que mis logros me pertenecen y que mis sueños no tienen fecha de vencimiento. Cuando me sentí pequeña, me envolviste en tus brazos y llenaste tus besos con el vacío que me llevó a la desesperación. Gracias por ser paciente cuando no pude ver mis errores y por tener una fuerza sobrehumana que alivió la carga de mi espalda para que yo sufriera menos.

Sigues siendo mi mayor privilegio y mi mayor regalo. Te mereces todo y más, porque me diste la vida. Hoy sé que tus angustias y tus esperanzas eran por mí, así como tu mayor alegría y tu gran orgullo.

Aprendiste a hacer todo con una mano, y a abrazarme con la otra, "dormías" con un ojo abierto hasta que veías que llegaba a casa después de una noche de fiesta. Me diste un pedazo de pastel, aprendiste a nombrar cientos de muñecos, tuviste la paciencia de conocerme y saber lo que pienso y siento.

Gracias por ser la maestra de mi vida, por ser siempre mi ángel de la guarda, por aligerar mi carga, por entregar tu corazón lleno de amor y por darme siempre el impulso necesario para lograr lo imposible.

Gracias madre mía, por tu verdadero amor.

De tu hija: Maria Cristiane

Para: Maria José dos Santos Silva

Fortaleza, agosto de 2020 “.

La historia de Maria José dos Santos Silva fue contactada en la web del proyecto Inumeráveis

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