Islas Galápagos: el museo vivo de la evolución
El archipiélago ecuatorial contiene el mayor número de especies vegetales y animales endémicas del planeta y es también una de las mayores reservas marinas
Las Islas Galápagos, situadas a mil kilómetros de la costa de Ecuador, representan la segunda reserva marina más grande del planeta y también es el segundo archipiélago con mayor actividad volcánica después de Hawái. El archipiélago está formado por 13 islas grandes con una superficie de más de 10 km², nueve islas medianas con una superficie entre uno y 10 km² y otros 107 islotes de pequeño tamaño. También tiene promontorios rocosos de escasos metros...
Las Islas Galápagos, situadas a mil kilómetros de la costa de Ecuador, representan la segunda reserva marina más grande del planeta y también es el segundo archipiélago con mayor actividad volcánica después de Hawái. El archipiélago está formado por 13 islas grandes con una superficie de más de 10 km², nueve islas medianas con una superficie entre uno y 10 km² y otros 107 islotes de pequeño tamaño. También tiene promontorios rocosos de escasos metros cuadrados, todos ellos distribuidos alrededor de la línea del ecuador terrestre, que le dan otra característica casi única: tener terreno situado tanto en el hemisferio norte como en el hemisferio sur, como solo le ocurre al Archipiélago Malayo.
Pero si hay un nombre unido a las Islas Galápagos y que le han dado fama mundial es el de Charles Darwin. El naturalista británico llegó en 1835 al archipiélago como participante de un viaje científico. Darwin observó en la Galápagos especies de vida silvestre altamente especializadas en cada isla y especies animales endémicas que no se habían visto jamás.
El científico tardó más de 20 años en sintetizar sus observaciones en sus innovadoras teorías de selección natural, publicadas en el libro ‘Sobre el origen de las especies’, en 1859. Los fundamentos de aquel trabajo sobre la evolución de las especies continúa siendo una piedra angular de la ciencia biológica en la actualidad.
Las Galápagos fueron declaradas Parque Nacional en 1959, protegiendo así el 97,5% de la superficie terrestre del archipiélago. Posteriormente, tal día como hoy, 31 de mayo, de hace 42 años, en 1978, la Unesco declaró las Islas Galápagos Patrimonio Natural de la Humanidad. Más tarde, en 1985, también fueron incluidas como Reserva de la Biosfera. Un año más tarde, en 1986 el mar que rodea a las islas fue declarado Reserva Marina y en diciembre de 2001 se amplió a su extensión actual. Sin embargo, la masificación que sufrió el archipiélago, sobre todo turístico, obligó a la Unesco a declarar a las islas Patrimonio de la Humanidad en Riesgo Medioambiental en 2007, y estuvo incluida en esa lista hasta 2010.
Conocidas también las Islas Galápagos como el Archipiélago Encantado, es un destino turístico icónico: posee algunas de las especies de vida silvestre más endémicas y únicas del mundo y playas maravillosas que continuamente se encuentran también entre las mejores del planeta. Este laboratorio viviente ofrece a los visitantes un espectáculo para admirar y una gran historia que sirve para situarse miles de años atrás.
Las Islas Galápagos se formaron hace 5 millones de años como resultado de la actividad tectónica en el fondo marino y en la actualidad aún siguen expandiéndose. Muchas de las islas que lo forman son solamente las puntas de algunos volcanes y muestran un avanzado estado de erosión.
La distancia respecto a la costa ecuatoriana (mil kilómetros) y la confluencia de tres grandes corrientes oceánicas (Humboldt, Panamá y Cromwell), que tienden a alejar de la costa cualquier cosa que flote, contribuyeron a que durante millones de años las islas evolucionaran al margen y entre el desconocimiento del resto del mundo.
Por otro lado, las condiciones de sequía y aridez del suelo también impidieron la supervivencia de cualquier mamífero, por lo que Islas Galápagos se convirtieron en un oasis para los reptiles, que crecieron y evolucionaron sin depredadores. Además, todas las especies, al estar aisladas geográficamente del continente y también del resto de las islas, han ido evolucionando de forma diferente y cada isla tiene una flora específica y cada especie animal ha tenido que irse adaptando a esas condiciones únicas.
El nombre del archipiélago procede de los galápagos gigantes que lo habitan. Son el ser vivo más longevo del planeta si exceptuamos los árboles, ya que puede vivir hasta 150 años, si bien estuvieron a punto de desaparecer porque los galeones se los llevaban como comida de larga duración. Otros seres peculiares son las iguanas marinas, endémicas de las islas, que se alimentan de algas y no dejan de escupir sal mientras permanecen durante horas inmóviles sobre las rocas que baña el oleaje.
Las islas tienen un número máximo de visitantes autorizados que, por desgracia, y debido a los ingresos que proporciona el turismo, va en aumento cada año, convirtiéndose en uno de los mayores peligros para las islas. Empezó la cifra tope con 110.000 y ya llega casi al doble, también por el aumento de residentes en las cuatro islas habitadas: Santa Cruz, San Cristóbal, Isabela y Florena.
En los casi 500 años de historia humana sobre las islas, estas han sido utilizadas como colonias de prisiones, puertos navales y estaciones de investigación. Fray Tomás de Berlanga fue quien documentó la primera visita oficial a las islas en 1535, cuando era obispo de Panamá, contando al rey Carlos V la extraña salvaje vida silvestre y las numerosas tortugas gigantes, galápagos, que dieron nombre al archipiélago. Las islas aparecieron en los mapas a finales del siglo XVI como las “Insulae de los Galopegos”.
Otro grupo de marineros perdidos apodaron las islas con otro nombre en 1546. Eran un grupo de soldados insubordinados de Pizarro y fueron llevados allí por las corrientes. Con sus habilidades marítimas limitadas, intentaron llegar a las islas a simple vista sintiendo entre la niebla como si se estuvieran moviendo, así que las llamaron “Las Islas Encantadas”.
En el siglo XIX, cuando América del Sur se hizo cada vez más independiente del dominio español y se abrió al comercio, los buques mercantes como los barcos balleneros llegaron a las islas, especialmente a Floreana.
Pero si algo une a las Galápagos con su fama mundial es el nombre de Charles Darwin. En octubre de 1825, Charles Darwin y su hermano Erasmus se matricularon en la Universidad de Edimburgo y dos años después pasaron a Cambridge. De abuelo botánico y de padre médico, la ciencia era la clara vocación de Charles. Cuando terminó sus estudios en Cambridge, Darwin se embarcó en 1835 en el ‘HMS Beagle’, un bergantín británico, para comenzar uno de los viajes más importantes en la historia de la humanidad: una travesía científica que lo inspiró a publicar, 24 años después, su trabajo ‘El origen de las especies’.
Charles Darwin obtuvo más de lo que esperaba cuando visitó las Islas Galápagos. Darwin y el ‘HMS Beagle’ estuvieron en el archipiélago durante los meses de septiembre y octubre de 1835. En ese tiempo Darwin tuvo la oportunidad de explorar algunas islas y de recoger varias especies de galápagos para su propia investigación y la de sus amigos.
De vuelta a casa esas especies se utilizaron para ilustrar las teorías de selección natural y de evolución de Darwin, y las Islas Galápagos adquirieron el lugar privilegiado en la historia natural que aún conserva.
La expedición de Darwin a Galápagos fue, en cierto sentido, similar a las visitas que disfrutan miles de turistas en la actualidad. El ‘Beagle’ era demasiado grande para atracar, por lo que navegó alrededor de las islas y los botes más pequeños llevaron a Darwin y a otros miembros de la tripulación a tierra, donde pudieron mezclarse con la fauna endémica.
Lo que se encontró Darwin es lo que aún hoy existe: flora y fauna exótica como cactus gigantes, pinzones, cormoranes no voladores y la famosa tortuga gigante, cuya vida de hasta 150 años la convierte en el vertebrado más longevo de la tierra.
Los animales marinos de Galápagos incluyen más de 2.900 especies, el 25% de las cuales no se encuentra en ningún otro lugar de la Tierra. Entre las más notables están los pingüinos de Galápagos, leones marinos de Galápagos, iguanas marinas, ballenas, tiburones martillo y tiburones ballena.
Fue tal la contribución de Darwin a la humanidad, que una de las islas lleva su nombre. Isla Darwin tiene una superficie de 1,1 km² y una altura máxima de 168 metros. No está abierta para visitarla, sino solo para el buceo, pero posee una gran riqueza de aves y especies marinas endémicas. También el naturalista británico pone nombre a una de las especies que observó, los pinzones con picos distintivos especializados en sus dietas, conocidos hoy como “pinzones de Darwin”.
Ir a Islas Galápagos no es un viaje sencillo ni barato, pero sí más auténtico e inolvidable que la mayoría de los que podamos plantearnos si lo que buscamos es naturaleza es estado puro.