Desconfinados por prescripción médica

Unas 42.000 personas acuden tres veces por semana a diálisis en España. Son una población de especial riesgo ante la covid-19

Sala del centro de diálisis Los Llanos II, en Getafe (Madrid).

Muy a su pesar, unas 42.000 personas tienen que salir cada dos días de su casa para ir a diálisis en España. Junto a quienes han recibido un trasplante renal (otros 22.000) y quienes se dializan en casa (otras 2.000) forman un grupo, el de quienes tienen insuficiencia renal grave, especialmente vulnerable ante el coronavirus. La Sociedad Española de Nefrología calcula que entre los que han dado positivo la mortalidad es del 23%, más del doble de la población general según los datos recogidos po...

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Muy a su pesar, unas 42.000 personas tienen que salir cada dos días de su casa para ir a diálisis en España. Junto a quienes han recibido un trasplante renal (otros 22.000) y quienes se dializan en casa (otras 2.000) forman un grupo, el de quienes tienen insuficiencia renal grave, especialmente vulnerable ante el coronavirus. La Sociedad Española de Nefrología calcula que entre los que han dado positivo la mortalidad es del 23%, más del doble de la población general según los datos recogidos por el Gobierno, que está alrededor del 10%.

“Claro que estoy preocupado, somos un grupo de riesgo”, dice por whatsapp Francisco Patiño, de 68 años, usuario del centro Los Llanos II de Getafe (Madrid) de la Fundación Renal Íñigo Álvarez de Toledo. “Durante seis o siete años estuve al límite”, pero el diciembre pasado ya no le quedó más remedio que conectarse a una máquina para suplir la función de sus riñones.

Blanca Miranda, directora de la fundación, explica que estas personas suelen manifestar una insuficiencia inmunocompetente que, ya a priori, “les hace más vulnerables, bien porque tengan una infección por coronavirus más frecuentemente o más grave”. Además, suelen ser personas mayores (la mitad con más de 65 años) con otras patologías de base (diabetes, cardiovasculares).

Patiño, como los demás pacientes de su turno (el centro atiende a unas 50 personas en cuatro grupos, dice su supervisora, Elena Guerrero), ha tenido que tomarse la temperatura, contestar a una serie de preguntas sobre su estado de salud y el de las personas con las que ha tratado antes de pasar a la sala donde los sillones guardan una distancia suficiente entre ellos para evitar contagios. Desde hace un mes, tiene que tomar algo en casa antes de ir. Antes, en el centro le daban la comida (él tiene turno de 12.30 a 16.30), pero se eliminó para reducir riesgos. “Cuando quitamos el desayuno pensamos que se iban a quejar, pero les explicamos lo que pasaba y han sido muy comprensivos. Ellos entienden que son pluripatológicos y que es por su bien”, apunta Guerrero.

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La fundación ha establecido un protocolo desde la misma puerta. “Ya no esperan en la sala de la entrada; se efectúa un triaje según llegan”, dice Miranda. Si alguno tuviera síntomas compatibles con el coronavirus, puede recibir su hemodiálisis aislado, en otra habitación o alejado de los demás, luego, es derivado a su hospital de referencia.

A pesar de la prevención que hay actualmente para ir a un hospital, la mayoría lo acepta bien, dice la directora general de la fundación. “Hay que tener en cuenta que estos pacientes pasan, de media, de cinco a siete días al año ingresados; están familiarizados con su centro”, añade Miranda. Pero no siempre es así. “Hace unos días, a una paciente le dio una arritmia y cuando le dijimos que tenía que ir al hospital poco menos que nos acusó de que la llevábamos al matadero”, relata Guerrero. “Algunos, cuando saben o creen que tienen el coronavirus intentan ocultarlo porque saben que si ingresan en un hospital van a estar prácticamente aislados”, añade Ángel Méndez, director médico del centro.

No solo los protocolos de entrada y de estancia han tenido que adaptarse al coronavirus. Los empleados, además de extremar las medidas de higiene, no pueden cambiarse ni comer juntos. Y eso ahora, que ya tienen acceso a los equipos de protección, no como hace un mes, dice Miranda. “Al principio nos faltó de todo, mascarillas, batas. Hasta las sabanillas desechables que ponemos en los sillones. Menos mal que un ejército de voluntarios nos hicieron unas de tela que se pueden lavar”, dice.

La precaución también llega fuera del centro. Méndez explica que han tenido que pedir a los pacientes que, si pueden, vayan por sus medios en vez de en la ambulancia colectiva.

En Madrid, donde los centros están más cerca de los usuarios, eso puede ser un problema menos grave. “Pero imagínate en el de Segovia, donde hay pacientes que están dos horas de ida y dos de vuelta juntos en la ambulancia. De nada sirve que aquí les separemos si se van a contagiar en el trayecto”, dice Miranda.

Con las tasas de mortalidad entre los afectados por coronavirus en este grupo de pacientes, cuestiones como el apoyo psicológico ganan aún más importancia. “Aquí hemos tenido suerte y solo ha habido un positivo y está de alta”, dice Guerrero, “pero hace un mes, que estaba en el centro de Majadahonda hubo siete fallecidos”. Esto es muy duro psicológicamente, aunque ellos ya saben el riesgo que tienen”. En total, han dado positivo 23 de los 69 pacientes que tienen en residencias, dice Miranda.

La mejoría en la evolución de la pandemia en España plantea nuevas dudas a los afectados. “Tenemos que empezar a repensar en cuándo volvemos a admitir a los que dieron positivos”, dice Miranda. “Si esperamos a que den dos positivos seguidos o cuánto tiempo tienen que estar asintomáticos”.

Todo lo que se pueda, a distancia

Los protocolos para diálisis de la Sociedad Española de Nefrología y de la Fundación Renal Íñigo Álvarez de Toledo establecen que hay que evitar al máximo los contactos de riesgo de los pacientes. Tanto, que no solo los periodistas tienen prohibida la entrada y deben trabajar por videoconferencia. También trabajadores que normalmente aprovecharían las cuatro horas de estancia de los pacientes (1.200 atiende la fundación) en diálisis tienen prohibida la entrada. Psicólogos, asistentes sociales, nutricionistas, especialistas en educación física e incluso los alumnos de grado que están de prácticas ahora y que van a concluir el periodo formativo a distancia.

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