Ir y no volver

Dejadme que algún día vaya continuamente y no piense en regresar, salvo en el sentido en que lo hago en mis conversaciones telefónicas

Luis Grañena

De la conversación telefónica que mantengo cada mañana brotan aquellos lugares a los que volveríamos gustosas mi interlocutora y yo. Volver: normalmente, supondría solo regresar al escenario de los hechos. Una copa al atardecer, una sarta de escaparates, una tienda con el mejor chocolate de la ciudad, una quedada en el parque, donde el Ángel Caído, al que siempre me entran ganas de frenar con mis brazos.

Pero volver no es solo eso, hoy. El verbo implica, ahora, más que la vuelta al lugar, realizar el recorrido que condujo al destino. Andar hacia, hasta, para, con, incluso contra (el vie...

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De la conversación telefónica que mantengo cada mañana brotan aquellos lugares a los que volveríamos gustosas mi interlocutora y yo. Volver: normalmente, supondría solo regresar al escenario de los hechos. Una copa al atardecer, una sarta de escaparates, una tienda con el mejor chocolate de la ciudad, una quedada en el parque, donde el Ángel Caído, al que siempre me entran ganas de frenar con mis brazos.

Pero volver no es solo eso, hoy. El verbo implica, ahora, más que la vuelta al lugar, realizar el recorrido que condujo al destino. Andar hacia, hasta, para, con, incluso contra (el viento, podría ser). Algo tan obvio se convierte en lo magnífico. Dejar atrás el edificio, llegar a la glorieta, desdeñar los taxis (de momento: os soy devota), esperar al autobús, debí comprarme un bono, tengo o no tengo el euro y medio, oh, qué delicia. Atravesar la ciudad en un autobús casi lleno, ocupando un asiento para los poco móviles, delante de otra empática señora con bastón.

Ir, ir, ir. Como uno de esos prófugos de la justicia (pero únicamente por dentro, mis fugas no amenazan a nadie) que compran billete de ida, y nada más. Caminar hacia un lugar, no importa cual, en el que no exista la extradición. Dejadme que algún día vaya continuamente y no piense en regresar, salvo en el sentido en que lo hago en mis conversaciones telefónicas. Imaginando.

En la pandemia, el camino se nos revela, como aquel que proponía el sobado y siempre eterno Cavafis, superior a la propia Ítaca.

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