Curar el coronavirus con una bajada de defensas

Hospitales españoles investigan el uso de inmunodepresores para reducir la mortalidad por el patógeno, causada por la inflamación pulmonar

Radiografía de pulmón a un paciente con coronavirus en un hospital de París (Francia), el lunes.BENOIT TESSIER (REUTERS)
Barcelona -

Usar fármacos que debilitan el sistema inmunitario para curar una enfermedad infecciosa puede resultar chocante. Pero esta es una de las opciones de tratamiento frente al SARS-CoV-2 —aún en fase experimental, como todas las demás— que más atención ha despertado entre médicos e investigadores europeos tras la irrupción del virus en el continente hace mes y medio.

La razón es haber constatado cómo el riesgo para la vida del paciente no se produce en la primera fase de la infección, cuando el virus se replica en el aparato respiratorio. El momento crítico ocurre cuando “se desata en el org...

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Usar fármacos que debilitan el sistema inmunitario para curar una enfermedad infecciosa puede resultar chocante. Pero esta es una de las opciones de tratamiento frente al SARS-CoV-2 —aún en fase experimental, como todas las demás— que más atención ha despertado entre médicos e investigadores europeos tras la irrupción del virus en el continente hace mes y medio.

La razón es haber constatado cómo el riesgo para la vida del paciente no se produce en la primera fase de la infección, cuando el virus se replica en el aparato respiratorio. El momento crítico ocurre cuando “se desata en el organismo una respuesta inflamatoria descontrolada” que inutiliza los pulmones, explica Patricia Fanlo, de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI).

Es lo que los inmunólogos llaman una “tormenta citoquínica”, la liberación en el organismo de “una cascada de moléculas inflamatorias tan potente que es potencialmente letal”, añade Fanlo. Este cambio de una enfermedad infecciosa a otra más bien autoinmune suele producirse al séptimo día desde el inicio de los síntomas, según los expertos consultados.

Las repercusiones de este nuevo enfoque en el ámbito farmacológico son obvias. En las primeras fases de la Covid-19, el objetivo es eliminar el virus y, por ello, se está investigando la utilidad del antiviral lopinavir/ritonavir y del antimalárico hidroxicloroquina. “La opción para frenar una reacción inflamatoria desmesurada es el uso de corticoides y otros inmunosupresores más específicos como tocilizumab, entre otros”, afirma Jesús Rodríguez Baño, jefe de servicio de Enfermedades Infecciosas del hospital Virgen de la Macarena de Sevilla.

Este especialista lidera una investigación financiada por el Instituto de Salud Carlos III y en la que participan 17 grandes hospitales españoles para determinar “los beneficios de la administración de los corticoides a partir del séptimo día”. “Hacerlo antes entendemos que podría ser perjudicial para el paciente, porque inhibimos su respuesta inmunitaria cuando aún puede haber replicación viral”, precisa.

Especialistas como Patricia Fanlo, sin embargo, consideran que “puede ser interesante hacerlo antes”. “Lo que estamos viendo es que es mejor seguir la evolución de marcadores de inflamación, como la interleucina 6 y, cuando vemos que empiezan a elevarse, intervenir”, añade.

Ángel Atienza, médico internista y responsable del área Covid del hospital Doctor Peset de Valencia, también apuesta por una intervención temprana con corticoides, informa Ferran Bono. “Creemos que la terapia de la neumonía por Covid-19 es la corticoterapia al inicio, en el estadio que consideramos leve”, afirma Atienza.

El objetivo en todos los casos es evitar la ventilación mecánica porque, coinciden los expertos, “cuando se pasa a la UCI ya se está llegando tarde y los pacientes tienen peor pronóstico”.

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“La cuestión es que no existe una evidencia científica sólida que establezca los beneficios de estos fármacos ni el momento adecuado en que deben ser administrados. Es lo que ocurre con una enfermedad nueva como esta y, por ello, son necesarios todos los estudios en marcha”, sostiene Juan García Puig, catedrático emérito de Medicina Interna de la Universidad Autónoma de Madrid y consejero de la Fundación Gadea, que agrupa a 300 científicos de todos los ámbitos.

La primera línea

Los estudios en este terreno están en la primera línea de la medicina, un espacio en el que la revisión de los conocimientos es constante y la evidencia científica se va construyendo día a día. Un ejemplo de ello es que hace solo dos meses, uno de los principales estudios sobre el uso de corticoides en pacientes de coronavirus, publicado en The Lancet, concluía que “no existe evidencia” sobre sus beneficios. La literatura científica solo recoge una investigación que avala el uso del inmunosupresor tocilizumab frente a la interleucina 6.

Pero esta posición es cuestionada por los clínicos que ven los efectos de los fármacos en el día a día. “La controversia viene de que con el primer SARS, el uso del corticoides se asoció con mayor mortalidad. Pero esto puede deberse a que se aplicaran antes de tiempo. No sabemos muy bien cuándo se usaron exactamente”, explica Rodríguez Baño.

“Estamos en una fase en la que suplimos la falta de resultados con la práctica de lo que vamos aprendiendo. De ahí la idoneidad de estos estudios”, añade el especialista, que también preside la Sociedad Europea de Microbiología Clínica y Enfermedades Infecciosas (ESCMID).

Patricia Fanlo añade un último interrogante a la encrucijada a la que se enfrentan los especialistas en esta epidemia. “No solo es importante saber cuándo hay que aplicar los corticoides, sino en qué dosis”, afirma. “Estamos observando que las dosis más utilizadas en los hospitales son muy elevadas. Pueden administrarse por vía endovenosa dosis de 500 miligramos o hasta un gramo en un plazo de tres días”, concluye.

Las investigaciones en marcha sobre las alternativas terapéuticas ante el coronavirus proliferan en toda Europa ante el incesante incremento de la mortalidad. Son en todos los casos tratamientos experimentales, ya que con una enfermedad desconocida hace solo tres meses no ha dado tiempo de construir la evidencia científica requerida por la medicina. “Estamos todos haciendo un poco lo mismo, especialmente los italianos que sufrieron el virus antes”, destaca Jesús Rodríguez Baño.

Los expertos consultados explican que la ley obliga a recabar el consentimiento informado de los pacientes. Aunque los especialistas rehúyen hablar de sensaciones a falta de datos, estas son buenas. “Hemos visto casos en los que ha habido una mejoría rápida y ahí nos gusta pensar que será una opción para estos enfermos. Pero primero tenemos que observar los resultados y compararlos con los obtenidos en los primeros días, cuando no aplicábamos estos tratamientos. Entonces será el momento de dar el salto y pensar en un ensayo clínico más ambicioso”, concluye Rodríguez Baño.

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