Italia estudia aplazar el pago de hipotecas, facturas e impuestos

Confusión en el primer día de restricciones en todo el país, que ha pillado por sorpresa a los ciudadanos del sur

Un grupo de personas espera para comprar a las puertas de un supermercado en Roma, este martes. En vídeo, los italianos se adaptan al aislamiento.Vídeo: FABIO FRUSTACI (EFE) / REUTERS-QUALITY
Roma -

Toda Italia se despertó este martes aislada entre la confusión y la resignación. Los 60 millones de personas que viven en el país tienen prohibido desplazarse, salvo por motivos justificados, debido a las restricciones impuestas por el Gobierno italiano para paliar la epidemia de coronavirus. Las autoridades han expli...

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Toda Italia se despertó este martes aislada entre la confusión y la resignación. Los 60 millones de personas que viven en el país tienen prohibido desplazarse, salvo por motivos justificados, debido a las restricciones impuestas por el Gobierno italiano para paliar la epidemia de coronavirus. Las autoridades han explicado que solo está permitido moverse por tres razones de fuerza mayor: por trabajo, por salud o por otras causas de urgencia. Esta última motivación deja bastante margen de interpretación. El Gobierno ha rogado una y otra vez a la gente que permanezca en sus viviendas. "'Me quedo en casa’ es el mejor resumen que podemos hacer de esta situación”, ha repetido el primer ministro, Giuseppe Conte. Este martes se ven colas para entrar en los supermercados, donde hay que guardar un metro de distancia con otros clientes para prevenir el contagio de la epidemia. Mientras, el Gobierno español ha prohibido los vuelos directos con Italia hasta el próximo 25 de marzo.

Las autoridades italianas estudian en estas horas suspender en todo el territorio nacional el pago de facturas, hipotecas y ciertos impuestos para evitar que las familias y las empresas pierdan liquidez. El ministro de Desarrolo Económico, Stefano Patuanelli, ha confirmado en una entrevista en Radio Capital que el Gobierno está trabajando en esa dirección y ha dicho que consideran implantarlo ya desde el 16 de marzo. Entre las posibilidades que barajan está la de establecer moratorias fiscales para los autónomos, muy afectados por esta emergencia, sobre todo en el sector del turismo y los transportes. Los ministerios de Desarrollo Económico y de Economía están trabajando este martes con el Banco de Italia para fijar posibilidades de financiación. Patuanelli también ha sugerido que el Ejecutivo podría liberar 10.000 millones de euros para salir en ayuda de los sectores más afectados por el impacto económico que el coronavirus está causando en la economía del país.

Apenas unas horas después de que el Ejecutivo aprobara el confinamiento de todo el país —situación en la que ya estaban Lombardía y otras 14 provincias del norte—, miles de personas se han lanzado a los supermercados para abastecerse de comida, en particular en el sur, donde la medida pilló a los ciudadanos completamente por sorpresa. Las redes sociales y los grupos de WhatsApp se han llenado de imágenes de grandes colas en hipermercados que abren 24 horas y de estanterías vacías. Para evitar que escenas así vuelvan a repetirse, el Ejecutivo ha asegurado que comprar bienes de primera necesidad se considera uno de los motivos de urgencia por los que se permiten los desplazamientos.

En Roma, algunos centros que abrieron durante la noche amanecieron el lunes con los estantes menos llenos de lo habitual, sobre todo en la sección de frutas y verduras y en la de carnes. “Mi compañera del turno de noche me advirtió de que esta mañana tendríamos que colocar algunas cosas que estaban fuera de su sitio, vino mucha más gente de lo normal, sobre todo en torno a la media noche, y algunos pasillos estaban algo revueltos, pero salvo desinfectantes de manos, tenemos más o menos de todo”, señala una cajera —que pide no ser identificada— de un supermercado que abre día y noche en el barrio romano de San Giovanni. “Agua y pasta es lo que más falta”, añade.

No hay ningún temor de desabastecimiento. “El Gobierno ha asegurado que las mercancías podrán circular con normalidad”, dice un empleado que pide no dar su nombre mientras repone la sección de yogures del mismo centro. De hecho, en la calle, el poco movimiento que se aprecia es de camiones y furgonetas de reparto.

Cada cierta distancia, cuando hay un supermercado se ven colas de gente en la acera. Solo pueden entrar pocas personas cada vez para evitar asaltos y asegurar la distancia mínima de un metro con la que se pretende evitar contagios. El resto espera fuera, en fila y separados entre sí. Este martes, a diferencia de estos días anteriores, se ven muchas mascarillas e incluso guantes de látex. Ese también es el nuevo uniforme de todos los empleados de los supermercados.

La gran mayoría de los supermercados, así como las farmacias, están abiertos para garantizar el suministro. En cambio han cerrado algunos establecimientos de otro tipo, como peluquerías, ferreterías, inmobiliarias, pequeñas tiendas de ropa o de decoración. La normativa dicta que podrán abrir siempre y cuando garanticen que dentro los clientes podrán mantener un metro mínimo de espacio entre ellos.

“Llevaba tres días sin salir de casa voluntariamente, porque me encuentro bien, pero hoy he decidido salir para hacer una gran compra porque no sé cuándo se podré volver a salir”, dice Rosa Maria, de 57 años, ataviada con una gran mascarilla que casi le tapa también los ojos. “He salido solo para comprar y me vuelvo a casa, estoy trabajando desde casa”, dice frente a otro supermercado al mediodía Eleonora, de 43 años, empleada de una inmobiliaria. “Hemos decidido no enseñar ni visitar los inmuebles estos días, aunque realmente no hace falta, porque prácticamente nadie nos está llamando”, añade.

“Necesito detergente para lavar la ropa, ¿eso es motivo de urgencia o no? He leído que el virus permanece unas horas en las superficies, también en la ropa. Yo hago una colada al día”, relata Emmanuela mientras espera en la acera con una decena de personas para entrar en una gran droguería.

La sensación generalizada es que comienza a tomarse conciencia de que es absolutamente imprescindible cambiar el estilo de vida, al menos durante un tiempo, para frenar el avance del virus. El sentimiento más extendido es la resignación. Aunque después de más de dos semanas de incertidumbres y con el trasfondo del brusco aumento de los contagios de los últimos días —solo del domingo al lunes se registraron casi 1.600 casos más, aunque el número de pacientes curados también aumentó notablemente, hasta llegar a 724— la tensión está a flor de piel. Y en algún lado se escucha alguna discusión porque no se respeta el orden de la fila o porque alguien está demasiado cerca del resto. “No se le ocurra volver a tocarme”, se oye en la puerta de una farmacia en la que solo pueden entrar dos personas cada vez. El resto espera en la puerta.

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