El barrio España, en Valladolid, no es mucho de banderas. Una rota y descolorida ondeaba en lo alto de una casa baja hasta el domingo pasado, cuando concluyó el europeo sub-21 de fútbol que ganó la Selección. Era de un vecino mayor muy futbolero. Ya no está. Quedan un par de ellas clavadas a modo de conquista en los huertos ecológicos Valle de Arán, que se ubican en la confluencia del río Pisuerga con el Esgueva, al norte de la ciudad. “Hay problemas de limpieza, de paro, de disputas entre familias de la misma o distinta etnia. La unidad de España nos preocupa poco”, afirma Javier Alcántara, presidente de la asociación de vecinos Unión Esgueva.
Pinceladas vecinales contra la marginalidad
Conoce en este vídeo a los protagonistas de las tres principales iniciativas que están cambiando barrio España
Este barrio forma parte del distrito 8, la zona con la renta per cápita más baja (17.745 euros; la media es 22.221) de la capital de Castilla y León, según la Agencia Tributaria. Alcántara y una decena de vecinos se reúnen semanalmente en la asociación para mejorar la convivencia. “Hemos conseguido que el Ayuntamiento instale badenes para evitar las carreras de coches que se celebraban por la noche”, explica este trabajador de una fábrica de papeles y cartones, afable con algunos vecinos y asertivo con otros.
A este logro se le suman tres iniciativas vecinales con al menos cinco años en vigor: Entrelíneas, Entrevecinos y Entrehuertos. La primera consiste en una biblioteca gestionada por voluntarios en la que prestan libros sin límite de tiempo. “Les pedimos los datos a los vecinos pero solo para comunicarles las actividades que llevamos a cabo”, cuenta el voluntario jubilado José Javier Sánchez. Entrelíneas acoge presentaciones de libros –el poeta local Boris Rozas dio a conocer su obra el pasado miércoles–, pequeños conciertos o ensayos de teatro.
El segundo proyecto lo lidera Carmen Valderrey, una asistente social que “está para todo”. Ayuda a personas en riesgo de exclusión social en la búsqueda de empleo y es la primera persona con la que trata todo aquel que se pasa por la asociación. La tercera iniciativa se trata de un huerto urbano. La cosecha semanal nutre una tienda solidaria ubicada en la sede de Unión Esgueva. Los vecinos necesitados acuden a por comida. Pero no es del todo gratis. “Les pagamos en una moneda social llamada vecinos, que obtienen cuando envían un currículo o acuden a una entrevista de trabajo”, explica Valderrey, vallisoletana de 31 años. "Sirve para que no se avergüencen de pedir ayuda", argumenta delante de un anaquel repleto de conservas.
Barrio España se formó a principios del siglo XX por emigrantes llegados del campo, según los archivos del Ayuntamiento de Valladolid. Surgió de manera desordenada como un suburbio de la ciudad. Cuando en 1931 se instaura el ayuntamiento republicano, el asentamiento crece al no encontrar oposición. Pasa a denominarse barrio de la República. Tras la Guerra Civil adquiere el nombre de España, que ha mantenido hasta ahora. El vecindario, que según el Padrón del 1 de enero de 2019 tiene 2.503 habitantes, se compone de escasos bloques de viviendas y muchas casas bajas, algunas con esa cortina característica de los pueblos castellanos, que impide que entren moscas en verano si se deja la puerta abierta. Otras tienen garrafas llenas de agua en las esquinas para que los perros no orinen en ellas. Las menos aún conservan el techo de uralita.
Casas coloridas de Gabarrón
Pero si hay unas casas que resalten por encima del resto son las ubicadas en la calle de Monegros y calle de Baztán. El escultor y muralista internacional afincado en Valladolid Cristóbal Gabarrón se encargó de la rehabilitación de una quincena de viviendas en 2000, como parte del proyecto Urban –hasta entonces había casas sin canalizar y calles sin asfaltar–. Los colores y la geometría de los azulejos en torno a las ventanas y las puertas recuerdan a los dibujos de Miró. Las columnas retorcidas y terminadas en una escultura que rematan las esquinas parecen de Gaudí. “Es un cuadro pintoresco dentro del barrio, un pequeño museo”, describe Alcántara.
Hay vecinos de Valladolid que nunca han ido a barrio España, que apenas tiene comercios más allá de una tienda de alimentación y un par de bares. No se atreven. Ni siquiera a ver las casas de Gabarrón. "Valladolid se desarrolla hacia el sur. El barrio, en la periferia norte, está geográficamente limitado por los ríos. Nadie viene a pasear por aquí", argumenta Sánchez. “Intentamos organizar actividades para abrir barrio España a la ciudad. Poco a poco lo estamos consiguiendo”, explica este vallisoletano de 50 años, afanado en que se hable del vecindario para bien. Este fin de semana organizan tres conciertos acústicos a la luz de las velas en la desembocadura de la Esgueva (a pesar de ser un río tiene género femenino porque antiguamente contaba con varios ramales que se conocían como las esguevas), en un parque próximo a los huertos ecológicos.
Un cuidado desorden
A mitad de camino entre los huertos y la asociación se encuentra la biblioteca Entrelíneas. Ubicada en un aula del antiguo colegio Conde Ansúrez –cerró por falta de niños–, funciona de lunes a viernes de 18 a 20. "No abrimos más por falta de voluntarios", explica Sánchez, trabajador jubilado de Renault que dedica todo el tiempo al barrio que le permiten sus dos nietas. "Un librero me contó que no convenía tener los ejemplares muy ordenados. Cuando alguien no encuentra lo que busca, pregunta. Así se favorece la interacción", explica. Al lado de Entrelíneas había una piscina, ahora convertida en un parque con aparatos de gimnasia para mayores. La asociación no pudo frenar el cierre pero sí arreglar el entorno.
Alcántara se integró en Unión Esgueva en 2006, al poco tiempo de mudarse al barrio con su mujer, sus dos hijas mellizas de dos años y otra que estaba en camino. "Quería saber qué se hacía en este barrio para la chiquillería", explica. "El asociacionismo lo he mamado. Mis padres nos llevaban a las reuniones de la asociación de la Rondilla [un barrio colindante] cuando éramos niños", cuenta este socio del Valladolid desde hace 27 años. No pierde las fuerzas. “Todos los años después del último partido quiero dejarlo. Pero luego a los 15 días de terminar la temporada me vuelvo a ilusionar”, cuenta. “Con la asociación me pasa como con el fútbol. Cuando llegan las vacaciones de verano y se acerca septiembre te da un poco de bajón. Ahora bien, te tomas una cerveza con José, con Javi y con el otro, y ya está la pila cargada otra vez para hacer cosas. No sé no hacerlo. No concibo un barrio sin una asociación de vecinos”, resume este regidor sin sueldo.
Una buena cosecha de amigos
Otro barrio que ha convertido a sus vecinos en hortelanos es Benimaclet (Valencia). La asociación de vecinos de este distrito del norte de la ciudad inició hace 15 años el proyecto Huertos Vecinales. De las 300 personas que trabajan en las 60 parcelas de las que consta, los hay más centrados en labrar la tierra y obtener frutos; algunos son muy jóvenes, como Alba, que ha creado un espantapájaros con su ropa, u otros como Pere y Artemi, decididos a recuperar especies animales que vivían antes en la zona. Entre todos forman una buena cosecha de amigos. Esta manera de hacer barrio es una de las iniciativas que agrupa FeliZiudad, la plataforma digital de Renault que ilustra buenas prácticas destinadas a mejorar la calidad de vida en las ciudades.
Esta noticia, patrocinada por el proyecto FeliZiudad, de Renault, ha sido elaborada por un colaborador de EL PAÍS.