Cada vez cuesta más clasificar a Poblenou, el barrio industrial del norte de Barcelona. Pasó de albergar la villa olímpica en 1992 a convertirse en el distrito de empresas de innovación en los dos mil fruto del proyecto municipal 22@. Hace una década acogía en sus fábricas abandonadas las raves (fiestas clandestinas de música electrónica) más sonadas de la ciudad y ahora, precisamente con una de estas naves como sede, se ha convertido en un centro neurálgico de movilidad sostenible con la bicicleta como emblema. Detrás de ello están el Pere y el Xavi, dos ecologistas más cerca de los 60 que de los 50 que tras su paso por el colectivo Amics de la Bici fundaron en 1987 la cooperativa Biciclot, un modesto taller de reparación y montaje con el que pretendían “ir más allá de la reivindicación teórica”, explican. Después de tres décadas en el barrio de El Clot, el Ayuntamiento les cedió recientemente un antiguo almacén de carbón y ladrillos en Poblenou desde donde han impulsado Bicihub, un punto de encuentro de una veintena de entidades que desarrollan actividades de carácter social con la bici como nexo.
El Pere es Pere Serrasolses, barcelonés del barrio de Sant Andreu. “Hemos liderado un montón de luchas solos. Ahora contamos con ayuda”, afirma para explicar el proyecto más ambicioso de su carrera. El Xavi es Xavi Prat, que creció en el mismo barrio. “Cedemos el protagonismo a las entidades. Pero exigimos una participación activa. O se remangan con el resto o no se benefician”, advierte el más enérgico de esta pareja de amigos de toda la vida. La cooperativa está constituida en total por nueve socios –que cobran lo mismo independientemente de su puesto o antigüedad, más allá de algún plus en función de la situación familiar– y otros tantos trabajadores.
Una de las asociaciones que integra Bicihub es En Bici Sense Edat, que da paseos en triciclos a parejas de ancianos para que salgan de la residencia y visiten sus antiguos vecindarios. Biciclot forma a los voluntarios en el manejo de estas bicicletas que cuentan con un cajón de dos asientos en la parte delantera. Estos triciclos, que cuestan diez mil euros, se llaman Christiania por la ciudad libre de vida comunal de Copenhague, en la que abundan. Biciclot se encarga del mantenimiento.
Aunque Bicihub lleva unos meses en marcha, la fiesta de inauguración se celebra este sábado 8 de junio. Se cortarán las calles circundantes, habrá una arrossada y por la noche se montará un cine a pedales a cargo de Rueda, otras de las entidades adheridas y que cuenta con proyectores impulsados por bicicletas. Hasta ocho personas han de pedalear para que no haya un fundido a negro.
“Los vecinos están encantados. El barrio estaba vandalizado. Si no se utilizaba este edificio, corría el riesgo de que se convirtiera en una nave ocupada más”, explica Serrasolses. Poblenou acoge a vecinos humildes de toda la vida (“Esto era el Manchester barcelonés”, resume Prat), trabajadores de las empresas de diseño y tecnología que hacen vida de lunes a viernes y algún turista que se asoma ante la proliferación de bares y cafés, a visitar el Museu del Disseny (inaugurado en 2014) o a comprar en Palo Alto Market.
Son Mobilitat es otra de las entidades que se beneficia de las sinergias que se generan en Bicihub. La cooperativa les ha provisto de un triciclo eléctrico con capacidad de carga de 200 kilos para fines de reparto. También se responsabilizan del servicio de posventa. “Menuda calidad tiene ese cacharro”, afirma Prat, que llevaba riñonera antes de que se la colgaran del cuello algunos de los modernos que se reúnen en el Espai Joliu, café y galería de arte.
No cualquier entidad tiene cabida en Bicihub. Han de estar comprometidas con la economía social, aplicar la igualdad salarial de hombres y mujeres y tomar las decisiones de manera colectiva. “Si alguna no cumple esto, les damos un tiempo. Si no se ponen al día, van fuera”, afirma taxativo el socio y fundador, con la piel curtida de tanto paseo en bici y una gafas lo suficientemente técnicas como para protegerse del viento.
Un sobresaliente en arreglar bicis
Biciclot, la cooperativa primigenia, y las entidades adheridas a Bicihub comparten espacio en Can Picó, el almacén de ladrillo erigido en 1907 y cedido por el Ayuntamiento para los próximos 30 años. Existen salas comunes para trabajar y dar formación, un taller de autorreparación y una tienda de bicis de segunda mano. Los socios pueden utilizar las herramientas para arreglar su bici por 30 euros al año o cinco por sesión. “Se trata de volver a poner en forma edificaciones como estas. No solo convertirlas en hoteles y oficinas. Queríamos prestar un servicio social”, afirma Serrasolses, con la quietud del que pasa consulta. En este mismo taller Marcelo Gallardo da clases de mecánica a chavales de secundaria que les cuesta seguir los ritmos habituales. “Refuerza su autoestima”, afirma este peruano de 57 años, que se mueve en bici por la ciudad. “Estaría mal si me presento en moto”, se justifica.
Los chavales asisten a 10 clases de tres horas repartidas en un trimestre. “Se sienten útiles. Es un escape para ellos”, afirma Pedro Figuerola, su tutor. “Tenemos inmigrantes y refugiados. Cómo vamos a tener encerrado seis horas en un aula a un sirio que viene de estar en la calle”, explica. “Los chicos dejan de llegar tarde a clase o ausentarse. A algunos les sirve para terminar la ESO”, razona Serrasolses. 40 alumnos pasan por el taller de Biciclot cada año.
Dikra y Chaimaa son dos de ellas. Gemelas nacidas en Barcelona pero de origen marroquí, acondicionan al alimón una bici que había sido abandonada. Afirman sin levantar la cabeza del manillar que les gusta venir a estas clases. Ahora bien, cuando la conversación vira hacia sus gustos musicales aparcan la gamuza y el destornillador. Les encanta PNL, dos raperos franceses, y se identifican con Morad, un chico de L’Hospitalet de origen marroquí. “Es un chaval de la calle. Enseña la realidad de su barrio en sus canciones”, afirma Dikra, la más extrovertida de las dos, y pasa a hablar con entusiasmo del Pou de la Figuera, la plaza en la que paran con su gente en el céntrico y revuelto barrio de Ciutat Vella, con gran activismo vecinal.
Gallardo también imparte clases a parados y jóvenes que no tienen muy claro su futuro y cuentan con poco currículo. Algunos de ellos en riesgo de exclusión social. “Formamos a 30 mecánicos de bicicletas al año. Tenemos una tasa de colocación del 60%”, afirma Serrasolses, que habla con aire pausado. Uno de ellos, sordomudo, pasó a formar parte de Bicing, la empresa municipal de alquiler de bicicletas de Barcelona. “Era muy bueno. Mejoró el servicio técnico en cuanto entró”. Otro que recibió clases fue Mortalla Top, un inmigrante senegalés de 29 años que vivía en la calle y se ganaba la vida con la venta de chatarra. Conoció a Serrasolses y le insistió en que quería aprender el oficio de mecánico. Tras formarse se integró en la plantilla de Biciclot. Lleva tres años. Antes había vivido en una de las naves abandonadas de Poblenou tras haber llegado desde Madrid previo paso por Canarias, adonde arribó en una patera.
Montar bien en bici
Treinta años de vida en torno a la bici dan para muchos iniciativas. “Siempre hemos sido conscientes de que los proyectos nacen y mueren”, explica Serrasolses, con formación en diseño industrial e interiorismo. Llegaron a tener una tienda pero echaron el cierre. Regentaron durante dos años una caseta en la playa de alquiler de bicicletas. Pero entre que se les acabó la concesión y que la creciente competencia bajó los precios tuvieron que abandonar este negocio. Un proyecto que sigue vigente es el de Rebiciclem, desde 2009 se encargan de recuperar y arreglar bicis abandonadas y venderlas. “La gente se compra una bici por 110 euros y a la primera avería la abandonan”, cuenta Serrasolses. “Tienen un precio asequible pero les damos todo el valor. Hay horas de trabajo detrás. Cuestan entre 80 y 200 euros”, explica Erika Laguillo, coordinadora de contenidos de Biciclot.
Esta entidad tiene una flota de bicis de color amarillo. Enseñan a montar a adultos y a personas con diversidad funcional, y realizan acompañamientos desde casa hasta la escuela para que los niños utilicen este medio de transporte en su día a día. El siguiente proyecto es abrir una cafetería en las instalaciones. "No es fácil. Desde el inicio nos hemos complicado mucho la vida", afirma Serrasolses. Siempre de la mano de su amigo Xavi. "Nos hemos dado hostias, pero también nos hemos besado", resume.
La calle del consenso
En Segovia también se mueven. Los residentes y comerciantes de San Lorenzo se han puesto de acuerdo para replantear la calle de las Nieves. Peatones, coches y ciclistas salen ganando.
No siempre los intereses de los vecinos y comerciantes de un barrio coinciden. En la segoviana calle de los Nieves las obras que convirtieron la vía en Zona 30 (por la restricción de 30 Km/h al tráfico) no eran del agrado de ningún colectivo. Los empresarios y la asociación de vecinos se unieron para reclamar al Ayuntamiento que replanteara esta calle del vecindario de San Lorenzo de nuevo: ha pasado a ser de un único sentido, se ha construido un paso de cebra elevado, se ha ensanchado una de las aceras y el aparcamiento vuelva a ser en línea. Esta manera de hacer barrio es una de las iniciativas que agrupa FeliZiudad, la plataforma digital de Renault que ilustra buenas prácticas destinadas a mejorar la calidad de vida en las ciudades.
Esta noticia, patrocinada por el proyecto FeliZiudad, de Renault, ha sido elaborada por un colaborador de EL PAÍS.