El juicio sobre nuestra generación

Incluso el escenario más optimista del cambio climático tendrá consecuencias devastadoras

Una señal de tráfico en la que se lee FELIPE TRUEBA (EFE)

Formamos parte de la generación que tiene toda la información. Hoy tenemos esa información en nuestras manos: el Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC, en su acrónimo inglés), el mayor ejercicio de investigación sobre las consecuencias del calentamiento global, explica que el escenario más optimista –que la temperatura del planeta aumente 1,5 grados centígrados– tiene consecuencias fatales para la calidad de vida de millones de personas. Y que sobrepasar ese límite y ...

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Formamos parte de la generación que tiene toda la información. Hoy tenemos esa información en nuestras manos: el Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC, en su acrónimo inglés), el mayor ejercicio de investigación sobre las consecuencias del calentamiento global, explica que el escenario más optimista –que la temperatura del planeta aumente 1,5 grados centígrados– tiene consecuencias fatales para la calidad de vida de millones de personas. Y que sobrepasar ese límite y llegar a un calentamiento de 2 grados, cuestión que lamentablemente no podemos obviar, tendrá efectos más graves: el doble de sequías, el doble de olas de calor y dos veces más extinciones de especies, entre otros.

Los datos son los que son. No se trata de una exageración de defensores comprometidos. La historia será implacable con aquellos que, conociendo hoy el alcance de la amenaza climática, no fueron capaces de enfrentar el mayor reto de nuestro era.

En nuestro país, especialmente vulnerable a la subida de las temperaturas, el presente es igual de inflexible, ya que el compromiso de la sociedad española frente al cambio climático es incontestable, refrendado encuesta tras encuesta y que todos estamos sintiendo año tras año. Unos años que son cada vez más cálidos y que cada vez nos traen más sorpresas en forma de fenómenos climáticos extremos: incendios, inundaciones, sequías…

Sorprende que, en estos últimos años, el cambio climático no haya formado parte del debate público en España en los términos en los que la cuestión se merece. Que no se hable, por ejemplo, del riesgo de desertificación al que estamos expuestos o de las oportunidades industriales y económicas que la acción climática proporciona. Esto debe cambiar de manera urgente. No hay tiempo que perder.

Retrasar la acción es demasiado caro para contemplarlo siquiera. Es el momento de acelerar la transición hacia un nuevo modelo de desarrollo bajo en carbono, cambiar la manera en la que producimos y consumimos, los sistemas de energía, la forma en que nos movemos o nos alimentamos, e incrementar la protección de los ecosistemas y especies, nuestra mejor y más barata "infraestructura" frente al cambio climático.

Los compromisos actuales del Acuerdo de París, un hito histórico que España ha de defender con uñas y dientes, nos llevan a un calentamiento superior a 1,5 grados. Por eso, el último informe del IPCC constituye una llamada a la acción para que los países revisemos esos compromisos al alza en 2020.

El Gobierno recoge el guante lanzado por la ciencia, especialmente la valiosa aportación de las y los investigadores españoles. Basándose en la evidencia científica, presentará en breve un anteproyecto de Ley de Cambio Climático y Transición Energética y un Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (2021-2030), con el objetivo de reducir un 20% las emisiones del conjunto de la economía española en 2030 respecto a 1990 y un 90% en 2050, alcanzar la neutralidad en carbono ese año, y a poner en marcha antes de finales de año una Estrategia de Transición Justa para que este ineludible proceso de cambio no deje a nadie atrás. Asimismo, la adaptación –cuestión en la que España es pionera– tendrá un papel fundamental.

Activar la gran transformación que el IPCC nos sugiere es también una gran oportunidad para Europa. La acción climática representa un proyecto de futuro en común que merece la atención del Consejo Europeo. Sólo si los líderes refuerzan sus instrucciones y favorecen la coherencia de las políticas domésticas podremos tener un marco a la altura de lo necesario.

Debemos dotarnos de un fondo europeo destinado a financiar la transición energética y la resiliencia a los impactos del cambio climático en los Estados miembros, favoreciendo la penetración de renovables, la eficiencia de todo el parque de infraestructuras construido y el despliegue masivo de soluciones de movilidad limpia.

España debe estar a la altura de este desafío. Y este Gobierno quiere favorecer la construcción de puentes hacia un futuro seguro, con valentía, responsabilidad y plena solidaridad con los más vulnerables. Nuestros hijos no nos perdonarán no hacerlo.

Teresa Ribera es ministra para la Transición Ecológica del Gobierno de España

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