Jill Burke, historiadora experta en cosmética: “Lo que hacemos con el pelo o el rostro para aspirar a un ideal dice mucho de cada sociedad”

Recorrer la historia de la cosmética sirve para arrojar luz sobre un colectivo bastante olvidado por la Historia con mayúsculas, el que incluye a la mitad de la humanidad, las mujeres

'Mujer ante el espejo' ('Donna allo specchio', Museo del Louvre), de Tiziano Velicello, fechado alrededor de 1512-1515.GETTY IMAGES

La violencia machista era habitual en el Renacimiento y se puede trazar su rastro leyendo manuales cosméticos. En Gli ornamenti delle donne (Los adornos de las mujeres), de Giovanni Marinello, publicado por primera vez en Venecia en 1562, se explica a las lectoras cómo eliminar hematomas de la cara (con hojas de col, para calmar la zona). Pero no es el único asunto relacionado con las mujeres que aparece entre recetas de cremas o consejos para suavizar el cabello. “Temas como la anticoncepción o cómo usar hierbas para abortar estaban en la misma caja que la cosmética, se consideraban ‘secretos de mujeres”, explica Jill Burke (Leeds, Inglaterra, 53 años), catedrática de culturas visuales y materiales del Renacimiento en la Universidad de Edimburgo y autora de Cómo ser una mujer del Renacimiento. Mujeres, poder y el nacimiento del mito de la belleza (ed. Crítica). La británica lleva casi una década investigando la belleza de la época: “Lo que hacemos con el cabello, el rostro o el cuerpo para aspirar a un ideal cultural o para expresar individualidad dice mucho de cada sociedad. Es un campo de estudio en auge. Cuando empecé mi carrera, la historia estaba dominada por hombres y no me hubiera atrevido a investigar sobre maquillaje, que se consideraba frívolo. Pero hoy ha cambiado, para empezar hay muchas más mujeres en el mundo académico”.

La apariencia física siempre ha importado, basta pasear por cualquier pinacoteca para corroborarlo, pero Burke demuestra que los ideales renacentistas, inflexibles e intencionadamente excluyentes, no solo afectaban a las mujeres de la élite. “Es algo que se asume, que la belleza era algo de lo que solo participaba la clase alta. Pero en Europa las ideas de lo que era bello estaban por todas partes, en esculturas o pinturas muy visibles, en Venecia por ejemplo había desnudos pintados en las fachadas. Todos formaban parte de esa cultura visual. La evidencia de que las más desfavorecidas también quedaban influenciadas está en innumerables panfletos destinados a ellas, que se vendían por pocos peniques. Se proponían productos con ingredientes muy baratos”. Mezclas reparadoras para unas manos que trabajaban o ungüentos para aclarar la piel, que llegaron a muchas tras el invento de la imprenta. Este ingenio, que democratizó la información, favoreció que la narrativa de la belleza aumentara su alcance. Un cambio de paradigma que solo volvió a repetirse con los medios de comunicación de masas y, recientemente, con las redes sociales.

Detalle de los cuadros: 'La primavera' (Sandro Botticelli, 1477-1482, Galería Uffizi), 'La Venus de Urbino' (Tiziano Velicello, 1538, Galería Uffizi), 'Retrato de Maddalena Doni' (Rafael Sanzio, 1506, Galería Palatina del Palacio Pitti), 'La velada' (Rafael Sanzio), 'La Gioconda' (Leonardo da Vinci, 1503, Museo del Louvre), 'Retrato de Giovanna Tornabuoni' (Domenico Ghirlandaio, 1488, Museo Thyssen-Bornemisza), 'Las Gracias' (Rafael Sanzio, 1504, Museo Condé), 'El matrimonio Arnolfini' (Jan van Eyck, 1434, National Gallery).GETTY IMAGES

Los paralelismos entre renacentistas y mujeres de 2025 son frecuentes. También ellas se encontraron por primera vez con su reflejo constante: “En el siglo XVI aparecieron los espejos de cuerpo entero, pudieron verse mejor y aquello debió suponer un impacto como hoy lo son los selfis o las videollamadas”. Y también estaban sometidas a un canon que revisaba cada parte de su cuerpo, de la melena y la piel claras (en aquellas publicaciones se puede identificar los inicios de la ideología racial) a las manos suaves o los dedos regordetes de los pies: “En el libro de Marinello hay consejos para retirarse el vello de las axilas e imagino a muchas leyendo aquello y dándose cuenta de que nunca habían pensado que tenían que quitárselo. En principio los consejos están bien, pero existe toda una tradición de mujeres sintiéndose mal con sus cuerpos que tiene que ver con ciertos discursos y conversaciones sociales”.

Como hoy, no todo era negativo. Muchas encontraban placer y una vía de escape en la cosmética: “Estos textos dan una idea del papel decisivo que la belleza desempeñaba en las amistades y en la vida social de las mujeres, les daba espacio y tiempo alejadas de sus maridos. A veces la imagen que tenemos del Renacimiento es de mujeres estúpidas que se ponían veneno en la piel, pero era más complejo. Las mujeres intercambiaban recetas, ideas para peinados, tenían experiencia con hierbas... pero es significativo que hayamos perdido aquel conocimiento”.

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