Las aplicaciones de ejercicio físico no se adecuan a las personas mayores, según un estudio
La falta de disponibilidad y de personalización son los principales problemas de su efectividad
El ejercicio físico es un factor vital para envejecer bien y con salud. La Organización Mundial de la Salud recomienda que las personas mayores realicen 150 minutos semanales de actividad física moderada aeróbica, aunque un cuarto de ellas no alcanza este nivel. Las aplicaciones de ejercicio físico pueden ser una buena herramienta para fomentar el movimiento, dar sugerencias sobre l...
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El ejercicio físico es un factor vital para envejecer bien y con salud. La Organización Mundial de la Salud recomienda que las personas mayores realicen 150 minutos semanales de actividad física moderada aeróbica, aunque un cuarto de ellas no alcanza este nivel. Las aplicaciones de ejercicio físico pueden ser una buena herramienta para fomentar el movimiento, dar sugerencias sobre las prácticas y registrar los datos del entrenamiento. Sin embargo, investigadores de la Universidad Oberta de Catalunya (UOC) y el Parque Sanitario Pere Virgili han descubierto que esta tecnología no se adecua a las necesidades de los mayores.
El trabajo, publicado el pasado diciembre en la revista Age and Ageing, de la Sociedad Británica de Geriatría, solo encontró realmente útil una de las 15 aplicaciones examinadas. Se trata de Vivifrail y sirve tanto para los usuarios que quieren usarla por sí solos como para los profesionales que prescriben actividad física a sus pacientes. La app encajó con los requisitos de los científicos, está basada en la evidencia científica y se ajusta a las necesidades de contenido y de uso de la tercera edad. No necesita prescripción profesional, es gratis, se adapta a todo tipo de usuario, permite subir de nivel y la información está disponible tanto de manera escrita como audiovisual.
La poca disponibilidad no es el único obstáculo en este camino. Hay que tener en cuenta también que este tipo de herramientas quedan fuera del alcance de muchas personas mayores porque no cuentan con una alfabetización digital ni disponen de un teléfono inteligente. En el artículo, los autores reconocen que hay muchas apps que no se ajustan a las necesidades de la tercera edad, aunque estén dirigidas a este público. Un hecho tan simple como requerir registro puede suponer un gran obstáculo, ya que muchos mayores ni siquiera disponen de un correo electrónico para poder realizarlo.
Los autores reconocen en el trabajo que una aplicación para adultos mayores debe ser simple, intuitiva y enfocada en sus necesidades. La individualización en este tipo de servicios “es total”, explica Carme Carrión, una de las autoras del trabajo e investigadora del centro de investigación eHealth Center de la UOC. Es necesario que se adapten a sus necesidades y a sus posibilidades dentro de la práctica de deporte. David Rodriguez-Ruiz, coordinador del Grupo de Ejercicio Físico de Personas Mayores de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG), recalca además que este es un aspecto con el que, precisamente, no cuentan las aplicaciones actuales y que se debería incorporar. Eso sí, para lograrlo sería imprescindible hacer una evaluación previa de cada usuario, añade.
No se trata solo de adaptarles la actividad física pautada, sino que estas apps les permitan también otras adaptaciones como, por ejemplo, aumentar el tamaño de la fuente, de los botones y los iconos para los adultos mayores que tengan la vista deteriorada, cuenta el geriatra Nicolás González, del Hospital Gregorio Marañón de Madrid. Además, debe contar con múltiples opciones que les permitan también elegir las actividades que más les motiven, añade. Para conseguir esta adaptabilidad es necesario incluir a las personas mayores en los procesos de creación, desarrollo y puesta en práctica de las aplicaciones para realizar ejercicio físico, según Carrión. “Los usuarios tienen que ser escuchados y en la medida de lo posible dar respuesta a sus necesidades”, explica.
Uno de los problemas, según Rodríguez-Ruiz, es que las apps no se pueden controlar por completo. Es el usuario quien registra los avances que hace y si hace de manera adecuada los ejercicios. Todos los expertos coinciden en que la práctica de ejercicio y la utilización de estas aplicaciones deben estar supervisadas por un profesional de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (CAFD) o un médico. Para Antonio Clavero, investigador predoctoral y docente en el grado de CAFD en la Universidad de Granada (UGR), lo ideal sería que la app permitiera al adulto mayor tener contacto con el especialista para poder resolver sus dudas. En este sentido, González, geriatra del Gregorio Marañón de Madrid, destaca que los más adecuados para este seguimiento son los especialistas en actividad física y deporte: “Son expertos en esa materia y su papel puede ser muy relevante”.
Carme Carrión, de la UOC y autora de la investigación, afirma que la mejor manera de que estas intervenciones funcionen es realizarlas de manera híbrida. Se trata de tener una parte grupal acompañada por un profesional (sanitario o especialista en actividad física) que les prescriba los ejercicios a los usuarios, les corrija y les ayude. En paralelo, la aplicación se usa en el día a día, en los momentos en los que este grupo no se puede reunir o los profesionales no pueden estar presentes. Rodriguez-Ruiz, de la SEGG, sostiene que esta supervisión ayudará además a que mantengan la adherencia a esa práctica de deporte.
Este uso de forma híbrida también puede ayudarles a tener una mayor interacción social y a combatir la soledad no deseada, un factor que además de reducir su calidad de vida también aumenta la mortalidad, expone Carrión. La investigadora continúa afirmando que es un camino de doble sentido porque, a la vez, esa socialización es probable que aumente la adherencia a la actividad física.
El trabajo de la UOC hace hincapié en que la capacitación y el apoyo son cruciales a la hora de prescribir una app de ejercicio físico a las personas de la tercera edad. También hay que incluir en ese proceso a profesionales para que conozcan estos servicios, sepan utilizarlos y puedan aplicarlos adecuadamente con los usuarios, añade Carrión. Rodriguez-Ruiz destaca también que con la evolución generacional cada vez hay más gente mayor que hace uso de la tecnología y que tiene cada vez más formación para poder usar estos servicios sin problemas.
Clavero, investigador y docente en la UGR, afirma que estas aplicaciones no dejan de ser una herramienta más para trabajar con las personas mayores que no están familiarizadas con el uso de teléfonos inteligentes o tabletas. Sugiere comenzar utilizando otros métodos más sencillos, como las pulseras que miden la actividad física que realizan y su frecuencia cardiaca. Carrión, por otra parte, reconoce que existe una brecha digital en términos de edad, pero presiente que estas apps pueden tener un impacto directo en la calidad de vida de la tercera edad si consiguen reducir su sedentarismo.
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