Un interruptor del deseo sexual en ratones abre la puerta a modular la libido masculina
Científicos de la Universidad de Stanford detectan la red neural que controla el impulso sexual en roedores y logran encenderlo y apagarlo a voluntad
Una de las frases más repetidas en torno al sexo asegura que el cerebro es el órgano sexual más importante del ser humano. Ahora, un grupo de neurólogos de la Universidad de Stanford ha ampliado esta máxima a los ratones. Su estudio, que publica la revista Cell, asegura haber detectado el circuito cerebral que se activa en ratones macho desde que detectan la presencia de una hembra hasta que se despierta en ellos el deseo sexual, se induce el apareamiento y se produce la satisfacción derivada del mismo. Es la ruta cereb...
Una de las frases más repetidas en torno al sexo asegura que el cerebro es el órgano sexual más importante del ser humano. Ahora, un grupo de neurólogos de la Universidad de Stanford ha ampliado esta máxima a los ratones. Su estudio, que publica la revista Cell, asegura haber detectado el circuito cerebral que se activa en ratones macho desde que detectan la presencia de una hembra hasta que se despierta en ellos el deseo sexual, se induce el apareamiento y se produce la satisfacción derivada del mismo. Es la ruta cerebral que recorre un estímulo hasta convertirse en un instinto.
El cerebro era percibido hasta hace poco como una imposible maraña neuronal, pero en la última década se está empezando a desenredar, localizando con precisión los cables neuronales que recorren diferentes incentivos. Es lo que ha sucedido ahora con el instinto sexual de los ratones macho. Hasta hace poco se sabía dónde se alojaba, de forma aproximada: en el hipotálamo preóptico. Pero este experimento es mucho más preciso: se ha detectado, por así decirlo, el cable neuronal concreto del deseo y, lo que es más importante, ofrece a los científicos la posibilidad de enchufarlo o desenchufarlo a voluntad.
“[Si lo desenchufamos] los machos simplemente no se aparearán, aunque reconozcan a la hembra”, explica en conversación telefónica Nirao Shah, catedrático de Psiquiatría y Neurobiología y autor principal del estudio. “Por el contrario, si activamos esas células, comenzarán a aparearse nuevamente, incluso después de la eyaculación”. Este detalle que añade Shah es especialmente relevante. La mayoría de los mamíferos masculinos entran, tras la eyaculación, en una ventana de tiempo en la que no tienen deseo sexual. Es lo que se conoce como periodo refractario. En el caso de los ratones, dura cerca de cinco días, pero al estimular este circuito neuronal prácticamente desaparece y dura a apenas un segundo. “Eso supone una reducción por más de 400.000″, afirma Shah: “Lo que nos dice que estas neuronas dirigen el impulso sexual de forma muy poderosa”.
Viagra para la mente
Los hallazgos del equipo de Stanford pueden abrir la puerta a la creación de medicamentos que funcionen como un interruptor del deseo masculino en humanos. Hay motivos para pensar que esa traslación sería posible. “Esta parte del cerebro del ratón tiene un análogo anatómico en nuestro cerebro”, afirma el científico, “por lo que es muy probable que haya un conjunto similar de células en esta región del cerebro humano que regulan el comportamiento sexual masculino”.
Este hipotético fármaco, para el que aún quedarían años de investigación, sería diferente a la Viagra. “Esta actúa sobre los vasos sanguíneos del pene y así es como provoca la erección, pero no parece afectar a la libido per se”, explica Shah. Un eventual fármaco neuronal no afectaría a los mecanismos físicos de la erección, sino a los cerebrales. Sería una Viagra para la mente, una pastilla capaz de mitigar el impulso sexual hiperactivo o potenciarlo en quienes lo tengan aletargado. Deseo encapsulado.
Una de las ventajas de haber afinado tanto la ruta del deseo masculino es que han conseguido que su activación no tenga efectos secundarios. “En la mayoría de los experimentos anteriores, si regulaban el comportamiento sexual masculino, en última instancia también terminaban afectando a la agresividad”, explica Shah. “Pero las células cerebrales que hemos identificado en este estudio no lo hacen”, celebra.
Este estudio también ha identificado los mecanismos del placer sexual. “Sabemos que el acto de aparearse debe ser gratificante para los ratones, pues se involucran repetidamente en él, aunque se expongan al peligro. Y creemos que en el estudio hemos identificado al menos uno de esos mecanismos”, asegura el neurobiólogo.
Este circuito de células cerebrales provoca un sistema de recompensa, que hace que los ratones quieran repetir. “Siempre se pensó que había un centro de placer para el sexo en alguna parte del cerebro. Pero definir o caracterizar esas células ha sido muy difícil”, explica el experto. Durante el experimento, se dio a los ratones la posibilidad de enchufar el circuito neuronal del sexo a voluntad: yendo a una zona específica de la jaula, se activaba de forma automática. Cuando los ratones descubrieron el mecanismo, volvían a ese sitio una y otra vez. “Hasta 200 veces en unos pocos minutos”, detalla Shah.
Estos descubrimientos abren la puerta a entender mejor los mecanismos del placer sexual masculino. Pero es solo un primer paso en una investigación más amplia. El grupo de Shah está intentando dilucidar los circuitos equivalentes en las hembras, algo que, reconoce, les podría llevar unos años. Además de posibles aplicaciones farmacológicas, estos hallazgos podrían ayudar a comprender mejor las diferencias innatas entre machos y hembras y las fuerzas que impulsan la sexualidad humana.
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