Una terapia experimental de electroestimulación cerebral abre una vía para tratar trastornos mentales resistentes
Un estudio con cuatro pacientes sugiere que la técnica, que pasa por implantar neuroestimuladores en un área del cerebro para restablecer su función normal, puede mejorar la sintomatología en esquizofrenia o trastorno bipolar refractarios
Una neblina de recuerdos confusos, olvidos y desmemoria tiñen las dos últimas décadas de la vida de Carlota Suñé Font, de 50 años. En 2004 debutó con un trastorno bipolar y durante los siguientes 15 años penduló entre las fases depresivas y maníacas de la enfermedad, sin control ni solución: ni las 30 pastillas diarias que se tomaba ni la terapia con electrochoque acababan de resolver a largo plazo sus brotes de euforia o tristeza absoluta. “Fue una etapa muy triste. No me acuerdo de casi nada. Siento que me han robado la vida”, explica. Ahora está mejor. Su vida ha mejorado desde que en 2019 ...
Una neblina de recuerdos confusos, olvidos y desmemoria tiñen las dos últimas décadas de la vida de Carlota Suñé Font, de 50 años. En 2004 debutó con un trastorno bipolar y durante los siguientes 15 años penduló entre las fases depresivas y maníacas de la enfermedad, sin control ni solución: ni las 30 pastillas diarias que se tomaba ni la terapia con electrochoque acababan de resolver a largo plazo sus brotes de euforia o tristeza absoluta. “Fue una etapa muy triste. No me acuerdo de casi nada. Siento que me han robado la vida”, explica. Ahora está mejor. Su vida ha mejorado desde que en 2019 se sometió a una terapia experimental en el Hospital Clinic de Barcelona con estimulación cerebral profunda: lleva ya dos años estable, con la mitad de la medicación y sin necesidad de terapia electroconvulsiva. La técnica —muy empleada en párkinson, pero aun en estudio para esquizofrenia, depresión y trastorno bipolar— consiste en implantar unos electrodos en una parte del cerebro para que, a través de unas descargas eléctricas, esa zona vuelva a funcionar a la frecuencia adecuada y restablezca su actividad normal. La investigación es, por ahora, incipiente, pero un estudio del Hospital Clínic e Idibaps con cuatro enfermos sugiere que este abordaje terapéutico puede mejorar la sintomatología de personas con esquizofrenia o trastorno bipolar resistentes a terapias convencionales.
Hace cerca de 20 años, Suñé Font, entonces enfermera en un centro psiquiátrico, dejó de ser la mujer tímida, reservada y prudente de siempre, para convertirse, de repente, en una persona “impulsiva, eufórica y libidinosa”, relata. No tenía control. “Me he llegado a comprar 900 relojes en esta fase [maníaca]. Estaba desinhibida, comía mucho, no dormía, hacía lo que quería”, relata. Cuando tuvo el diagnóstico —un trastorno bipolar que debutó en una fase maníaca—, ella, que había vivido siempre la enfermedad desde el otro lado, como sanitaria y no como paciente, vio lo que se venía: “Yo sabía lo que me esperaba, la cantidad de pastillas, los electrochoques… Sabía la vida que me esperaba y eso me daba mucha angustia”, admite.
Durante mucho tiempo, Suñé Font vivió, como auguraba, amarrada a un cóctel de ansiolíticos y antipsicóticos para intentar mantener a raya la enfermedad. “Estaba más calmada, podía dormir tres o cuatro horas, pero seguía con ganas de fiesta, verborrea… No conseguíamos controlarla, así que me propusieron la terapia electroconvulsiva y durante un mes, lo hacía tres veces por semana”. Esas terapias, si bien son efectivas, requieren estancia hospitalaria para hacerla, anestesia y entre los efectos secundarios están las pérdidas de memoria. Pero no quedaba más remedio. Durante 15 años, Suñé Font estuvo recibiendo electrochoques cada dos semanas para controlar la sintomatología maníaca o depresiva que aparecía de cuando en cuando. “No era vida lo que tenía”, lamenta.
Por eso, cuando le propusieron en el Clínic participar en la terapia experimental de estimulación cerebral profunda, ni se lo pensó: “Les dije que empezaran cuando quisieran”. El estudio, impulsado por investigadores del Clínic-Idibaps, incluyó a cuatro pacientes: dos con esquizofrenia resistente y otros dos (Suñé Font y uno más) con trastorno bipolar también refractario a todas las terapias convencionales. Según el estudio, que se ha publicado en la Revista Española de Psiquiatría y Salud Mental, el seguimiento a un año arroja una mejora de la sintomatología y control de la enfermedad en tres de los cuatro pacientes. La investigación es escasa, con muy pocos enfermos, admite Miquel Bioque, investigador del grupo de Esquizofrenia de Idibaps y autor del estudio, pero los resultados “abren la puerta” a que este abordaje puede ser útil en algunos casos resistentes para los que no hay más opciones terapéuticas.
La llamada estimulación cerebral profunda es una vieja conocida de los neurólogos y los psiquiatras. Se usa, esencialmente, para minimizar los síntomas del párkinson, de la epilepsia o el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), pero los investigadores están ampliando el campo de investigación: ya ha habido estudios de caso con anorexia, depresión, esquizofrenia o trastorno bipolar refractarios a todo el arsenal terapéutico disponible. Según Bioque, unas 160.000 personas en el mundo —la mayoría, por párkinson— se han tratado con esta técnica neuroquirúrgica, que consiste, en esencia, en enviar impulsos eléctricos desde una batería colocada bajo la piel a unos electrodos implantados en determinadas zonas del cerebro. El dispositivo es permanente, de uso indefinido, y las descargas, cuya intensidad se puede modular desde fuera, son constantes. En esquizofrenia, apunta el investigador de Idibaps, hay 10 casos reportados en el mundo y en trastorno bipolar, otra veintena, pero estos últimos son, sobre todo, dentro de estudios con depresión (en trastorno bipolar, los pacientes pueden entrar en fase depresiva y la sintomatología, como el enlentecimiento, la desgana o las ideas de muerte, por ejemplo, es similar al cuadro de depresión mayor).
En una u otra patología, la clave está en dónde se colocan los electrodos, conviene Bioque. “En nuestro estudio, personalizamos el área del cerebro en función de la patología y los síntomas. A los pacientes con esquizofrenia le colocamos los electrodos sobre el núcleo accumbens y a los participantes con trastorno bipolar, en un caso que tenía síntomas depresivos se lo colocamos en el cingulado anterior y en el otro caso, que tenía síntomas psicóticos, también en el núcleo accumbens”. El investigador sostiene que en el núcle accumbens, que es del tamaño “de una lenteja”, existen “proyecciones dopaminérgicas que son claves en síntomas como las alucinaciones y los delirios”. El cingulado anterior, por su parte, es “la diana que mejor funciona” para síntomas depresivos porque es una zona que está más relacionada con las emociones y los síntomas afectivos.
Bioque señala que, de los dos pacientes con esquizofrenia, “uno ha tenido una respuesta clínicamente relevante y no ha tenido que volver a la terapia electroconvulsiva”. El otro no ha tenido respuesta, por ahora, pero se lo han mantenido porque, aunque este estudio era del seguimiento a un año, los efectos pueden verse más adelante. En el caso de los participantes con trastorno bipolar, ambos mejoraron y dejaron también la terapia electroconvulsiva.
La estimulación cerebral profunda no está exenta de riesgos, aunque se suelen limitar, sobre todo, a los propios de una intervención de neurocirugía: una hemorragia o una infección, pero la posibilidad de que eso ocurra es baja, conviene Bioque. “Una vez se empieza la estimulación, también pueden aparecer nuevos síntomas psiquiátricos, diferentes a los que venía presentando. Por ejemplo, una persona con depresión podría presentar un viraje a una euforia exagerada debido a la potencia del tratamiento con estimulación”, agrega. Los pacientes de su estudio, con todo, no han reportado efectos secundarios tras la intervención, pero han estado altamente monitorizados por el equipo médico tras la operación y también han sido controlados digitalmente a través de una aplicación que supervisaba registros pasivos, como el sueño o cuánto se movían.
El avance de los investigadores del Clínic-Idibaps es pequeño, pero es una luz para pacientes con “un declive personal, académico” e, incluso, funcional muy elevado y para los que no hay alternativa terapéutica, sostiene Bioque. El 30% de los enfermos con esquizofrenia y el 15% de los que tienen trastorno bipolar se vuelven resistentes a las terapias convencionales. Este estudio, señala el investigador, arroja una oportunidad para “dar una esperanza a pacientes que tienen pocas estrategias”. “Abre la puerta a una nueva modalidad de tratamiento”, sentencia.
Investigaciones incipientes
Las investigaciones con este abordaje terapéutico para esquizofrenia y trastorno bipolar están empezando. En su caso, los autores del estudio admiten que falta tiempo de seguimiento y más pacientes para ver todo su impacto real e interpretar correctamente la dimensión de la eficacia. Pero su experiencia con estos enfermos se suma a algunos de los otros casos reportados por la comunidad científica: en un estudio dirigido por investigadores de los hospitales Sant Pau y Mar de Barcelona, también se probó la estimulación cerebral profunda en ocho pacientes con esquizofrenia resistente y los hallazgos preliminares apuntaron a que esta técnica podía tener “efectos terapéuticos” para este grupo de pacientes. Otro estudio de caso reportado por la Universidad Johns Jopkins apuntó que, tras la estimulación cerebral profunda a una mujer de 35 años con esquizofrenia, la paciente informó de una resolución concreta de las alucinaciones crónicas y continuaba estable un año después de la intervención.
Juan Aibar, neurocirujano del Sant Pau, advierte que esta técnica no es para todos los pacientes, ni siquiera para todos los que presenta resistencias a las terapias habituales. “No hay ninguna indicación aprobada para trastornos mentales, solo para TOC bajo uso humanitario, que es como compasivo”, adelanta. Su centro fue pionero en España en estudiar esta técnica en trastornos mentales resistentes, pero la técnica se hace a cuentagotas: en el marco de estudios de investigación y como unidad especializada, han tratado a unos 25 pacientes, 18 de depresión y ocho de esquizofrenia. “El problema es que hay una gran parte de la comunidad de psiquiatras que consideran que la evidencia para este tipo de terapias es muy inicial y no refieren a los pacientes a este tipo de unidades de referencia”.
Precisamente, un artículo publicado en Frontiers of Neurology en 2021 cuestiona el lento avance de la estimulación cerebral profunda en psiquiatría y plantean tres razones: “La desconfianza de los psiquiatras en la neurobiología de los trastornos psiquiátricos, el estigma social de la psiquiatría y las preocupaciones éticas relacionadas con los trastornos mentales”. Los autores sostienen que para algunos pacientes y profesionales, los trastornos psiquiátricos no se asocian con disfunción cerebral y ven estas terapias como “reduccionistas y deshumanizantes”. Y tampoco ayuda la infrafinanciación de la investigación en salud mental y, añaden, “las experiencias pasadas con psicocirugía”, como las lobotomías y la terapia electroconvulsiva premoderna, “ejemplos infames”, califican, de psicocirugía y estimulación cerebral.
Después del TOC, donde Aibar ve más avanzada la investigación es en depresión. En trastorno bipolar, muestras sus reticencias: “En trastorno bipolar per se no ha habido muchos casos y hay un riesgo de que el paciente con depresión cicle hacia la manía. Pero es cierto que los investigadore del Clínic reportan buenos resultados y eso es prometedor”, afirma. El médico señala, no obstante, que el mayor mérito del éxito de esta técnica es la rigurosa selección de los pacientes más adecuados. “Antes de recomendarle esta terapia, los psiquiatras tienen que estar 100% seguros de que es un buen candidato. En párkinson, los síntomas son fáciles de ver, pero en una depresión, por ejemplo, puedes confundirse con otras cosas, desde simulación a demencia”, apunta. Hay unos 150 pacientes con depresión resistentes operados con esta técnica en el mundo, apunta el neurocirujano.
A propósito de la esquizofrenia, Aibar señala que los resultados a largo plazo de su estudio con ocho casos no son tan buenos como en depresión, pero no tira la toalla. “Dos pacientes han remitido la sintomatología y otros tres han mejorado de forma sustancial”, puntualiza. El Hospital Sant Pau también ha probado esta técnica, por ejemplo, para tratar las cefaleas en racimo, un particular y dolorosísimo dolor de cabeza que, durante los brotes, incluso hace a los pacientes chillar de dolor.
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